jueves, 19 de julio de 2012


16 DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
VENID...PARA DESCANSAR UN POCO...

Del Evangelio según Marcos 6,30-34
Los apóstoles se reunieron con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y lo que habían enseñado. Él, entonces, les dice: «Venid también vosotros aparte, a un lugar solitario, para descansar un poco.» Pues los que iban y venían eran muchos, y no les quedaba tiempo ni para comer. Y se fueron en la barca, aparte, a un lugar solitario. Pero les vieron marcharse y muchos cayeron en cuenta; y fueron allá corriendo, a pie, de todas las ciudades y llegaron antes que ellos. Y al desembarcar, vio mucha gente, sintió compasión de ellos, pues estaban como ovejas que no tienen pastor, y se puso a enseñarles con calma muchas cosas.
El evangelio de este domingo seduce, de entrada, por la familiaridad que se constata entre los apóstoles y Jesús. Esos apóstoles que sienten la necesidad, las ganas y el deseo de ir a Jesús para contarle todo lo que han vivido, es una de las más bellas imágenes de la oración. Orar no es otra cosa que contar mi día a Jesús, con sus éxitos, sus fracasos, sus inquietudes, sus miedos y deseos. Descargar mi fardo, alegre o pesado, en el corazón de Jesús me alivia porque, haya sido como haya sido mi día, Él  “me conduce, prepara ante mí una mesa, me hace reposar…” 
El evangelio nos relata una escena de intimidad – ese llegar y contarle todo al Amigo- pero Jesús invita siempre a más. Conoce mi corazón y sabe que soy como un abanico: necesito darme, abrirme…y replegarme, adentrarme en mi interior, hacer silencio. Si nos fijamos en la imagen del abanico es probable que constatemos que nadie se fija mucho en el eje que sostiene las distintas varillas. Y ese eje, tan discreto, es el que permite el juego de abrir y cerrar. Cabría preguntarse si Jesús es mi eje, si actúo en su nombre y luego sé ir a Él, replegarme en el silencio de quien ama, para descansar en Él.
Jesús nos ofrece este domingo “descansar en Él”. Mi madre siempre decía que, mientras el mundo estaba lleno de monumentos absurdos, a nadie se le había ocurrido hacer un monumento a quien inventó el colchón y la cama. Cuando el día ha sido agotador… ¡qué placer tumbarse por fin en la cama! Si mi cuerpo necesita ese colchón… ¿cómo no entender que Dios es el gran colchón sobre el cual puedo “tumbar” mi corazón? ¡Qué gusto descansar en Él! Posiblemente las imágenes de Jesús al uso sean más poéticas que la mía. No obstante, a mí me gusta pensar en Dios como un gran colchón…y creo que Él no estaría en desacuerdo pues hoy nos invita a descansar en Él.
Fijémonos en los otros protagonistas, los que buscan a Jesús.  Lo ven marcharse y lo reconocen. Y, aunque pueden adivinar que desea estar a solas con sus amigos, no dudan en torcerle los planes. Van tras Él  por tierra y llegan antes que Él.
Quizá a veces vemos “marchar” a Dios de nuestras vidas. Lo vemos alejarse, difuminarse en el ajetreo. Pero siempre podemos buscarlo en el silencio, en los parajes pacíficos. Podríamos aprender que cuando Dios nos parece un ser lejano, hay que buscar aquello que me da paz. Y con toda certeza, allí le encontraré. Puede que no sepa buscar a  Dios directamente. Entonces me basta con escuchar mi corazón y saber qué lo pacifica: esos momentos de silencio, esa lectura de la Palabra, ese andar a solas, esa música que me eleva…No es Dios, pero allí está.
Lo que más me gusta de este evangelio es que  la gente haga cambiar los planes a Jesús. Él quería una cosa – estar un rato a solas con sus amigos- pero la gente le cambia los planes. A veces, con tanto hablar de la Voluntad de Dios, hemos entendido que Dios tiene una Voluntad para mí y que todo lo que yo tengo que hacer en esta vida es descubrir cuál es y adaptarme a ella. Porque Él, que todo lo sabe y puede, no va a cambiar su Voluntad sobre mí, claro está.
Pues parece que no, que no es eso, porque de lo que se trata es de ir viendo “entre los dos” qué es lo más conveniente, lo mejor, lo preciso. Dios no es un Ser Inflexible que además disfruta un poco haciéndome buscar su Voluntad. No. Resulta que Él quiere buscar conmigo, que Él quiere ser mi Luz, quiere hablarlo, contrastarlo…¡Y  está dispuesto a cambiar lo que Él creía mejor! De hecho, el Antiguo Testamento está lleno de historias divertidas en las que Dios cambia constantemente de planes: en el caso más patente Dios quiere acabar con la humanidad pero Abraham le regatea hasta conseguir un trato.
Dios es aquel que siempre cambia de planes. ¡Valiente afirmación! Lo maravilloso es que Dios cambia de planes porque yo le conmuevo el corazón. Me mira, me observa y se le conmueven las entrañas. A veces le doy lástima, otras le inspiro ternura. Pero nunca le dejo indiferente: su alma tiene sed de mí. Tanta, que pierde los papeles de su Voluntad  y cada día me busca sin aferrarse a nada, ni a su condición divina.
Ese fue su máximo cambio: hacerse, como yo, humano. Para que yo me haga, como Él, divino.
Él me enseña, en ese pastoreo que tiene sobre mi alma, a no aferrarme a nada. A vivir buscándole. Porque no me quiere como mejor ejecutor de su Divina Voluntad.
Me quiere por compañero del alma. Y entre los dos, todo.