En aquel tiempo, tomando Jesús la palabra, dijo: «Yo te
bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas
a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños. Sí, Padre, pues tal
ha sido tu beneplácito.
Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce al
Hijo sino el Padre, ni al Padre le conoce nadie sino el Hijo, y aquel a quien
el Hijo se lo quiera revelar.
«Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y
yo os daré descanso. Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy
manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi
yugo es suave y mi carga ligera.» Mateo
11,25-30