viernes, 12 de junio de 2009




ACTITUDES DE NAZARET (I)


Dios necesita una base, un sustrato para poder sembrar. El amor humano de José y María fue la cuna de un amor “a lo divino”. Del mismo modo me trabaja a mi. Mi humanidad, mi barro, mi pecado incluso, es el sustrato que Él necesita para poder revelarse. Veamos ahora algunas actitudes básicas de Nazaret.




Primera actitud: el ofrecimiento, la generosidad.

José y María tenían ya sus planes. Más que planes era un proyecto ya iniciado. Estaban desposados. Y Dios les dice: sí, pero así no. Y ellos se dejan. Si traducimos a lo esencial esa actitud de ofrecimiento, hablamos de abandono. Y esa es la primera lección de Nazaret porque sin abandono no hay vida espiritual posible. Habrá piedad, rezos o cumplimiento, pero no vida interior.
El abandono en manos de Dios es proceso de toda una vida. Porque siempre tenemos un resorte a punto para rescatarnos. José y María anulan ese resorte. No les “funciona”. De ellos habla Jesús cuando dice: que vuestro sí, sea sí y vuestro no, sea no.
Nazaret es el ámbito de la redención que culminará en el misterio pascual. Es el sustrato humano que posibilitará a Dios ser Dios. José y María son cauce de divinidad, por debajo de sus puentes pasan solo las aguas de Dios.
No miremos el abandono de esta pareja como generosidad y entrega en un momento clave de la vida. Viven el abandono día a día, no saben de Dios más que lo que Dios les revela para el día presente; y no lo entienden pero ellos viven del pan de cada día y la Luz alcanza solo para el momento presente.
Pero confían. Con cuanta fuerza reza esta pareja el salmo131, el salmo de Nazaret:

Mi corazón no es ambicioso
Ni mis ojos son altaneros
Vivo sin pretensiones de grandeza
O de cosas demasiado sublimes para mí.
Me mantengo en una paz tranquila
Como un niño en la falda de su madre
Mientras espero vuestros dones...

Así están ellos, como niños en brazos de su madre esperando el don diario. Jesús los retrata al exigirnos que seamos como niños, al pedirnos que no nos preocupemos por el mañana. Jesús pretendió hacer del mundo una familia como la suya.

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