No se fue. No huyó de
Él. Y la vida le cambió.
Esa mujer anónima,
conocida sólo por la fea etiqueta de su pecado, adúltera, fue arrastrada con
violencia hasta Jesús. Pero en el momento en que todos, comenzando por los más
viejos, se fueron, ella, en un estallido de libertad, se quedó:
“Quedó
solo Jesús, con la mujer, en medio, que seguía allí delante”
Jesús, agachado, no la
hubiera retenido si ella, al marchar el último de sus acusadores, hubiera
emprendido la carrera. Pero ella es mujer y actúa escuchando su corazón. Aquel
hombre no la ha mirado aún pero ya sabe que es su salvador. La gratitud la
retiene, sí. Pero no sólo eso. Si yo hubiera estado en lugar de esa mujer
también hubiera esperado una mirada…
Y Jesús la mira. Y al
mirarla, la embellece. La llama “Mujer”. ¡Como a su madre María!. Su dignidad
ha sido restablecida por la mirada de Jesús.
Se adivina cierta sorna
en la pregunta de Jesús. ¿Dónde están los que hace un momento armaban tanto
alboroto?. A partir de ahí, surge la más bella palabra:
“Tampoco
yo te condeno. Anda y en adelante, no peques más”.
Escribo estas líneas pensando
que mañana, nuestro flamante Papa Francisco vive su primer domingo como Papa.
Dicen que ha escogido el nombre de Francisco no sólo por su amor a la pobreza y
sencillez, sino porque tiene muy presente el mensaje de Dios a Francisco en la
ermita de San Damián: “Francisco, repara
mi iglesia”
No sé qué dirá el Papa
sobre este evangelio. Pero es fácil ver en esta mujer pecadora el vivo reflejo
de la Iglesia. Es fácil percibir en esta adúltera la imagen de nuestra madre
Iglesia. Salpicada por escándalos y pecados, apedreada por los medios de
comunicación, el Señor sigue mirándola con infinita ternura y amor. Y lo único
que debe hacer la comunidad cristiana es mirar a su Señor. Y dejarse mirar por
Él. También el Papa tendrá que aprender a mirar con ternura cosas, y quizá
personas y hechos, que no le gustarán. Y
exhortar sin condenar a la persona.
La Iglesia debe
escuchar cada día a Cristo que nos dice “vete y en adelante no peques más” . Que
el Espíritu nos ayude a ello. Para que toda la comunidad eclesial pase del
adulterio a la plenitud de amor esponsal.
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