XVIII DOMINGO DEL TIEMPO
ORDINARIO
En
aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
—
«No temas, pequeño rebaño, porque el Padre de ustedes ha tenido a bien darles
el Reino.
Vendan
sus bienes y den limosna; consíganse bolsas que no se desgasten, y acumulen un
tesoro inagotable en el Cielo, donde no se acercan los ladrones ni destruye la
polilla. Porque allí donde tengan su tesoro, tendrán también su corazón.
Tengan
ceñida la cintura y encendidas las lámparas. Ustedes estén como los que
aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle apenas venga y llame.
Dichosos los criados a quienes el señor, al llegar, los encuentre despiertos;
les aseguro que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y los irá sirviendo. Y, si
llega entrada la noche o de madrugada y los encuentra así, dichosos ellos.
Comprendan
que, si supiera el dueño de casa a qué hora viene el ladrón, no le dejaría
asaltar su casa. Lo mismo ustedes, estén preparados, porque a la hora que menos
piensen viene el Hijo del hombre».
Pedro
le preguntó:
—
«Señor, ¿has dicho esa parábola por nosotros o por todos?»
El
Señor le respondió:
—
«¿Quién es el administrador fiel y solícito a quien el amo ha puesto al frente
de su servidumbre para que les reparta la ración de alimentos a sus horas?
Dichoso el criado a quien su amo, al llegar, lo encuentre portándose así. Les
aseguro que lo pondrá al frente de todos sus bienes.
Pero
si el empleado piensa: “Mi Señor tarda en llegar”, y empieza a pegarles a los
criados y a las criadas, y se pone a comer y beber y a emborracharse, llegará
el Señor de aquel criado el día y a la hora que menos lo espera y lo despedirá,
condenándolo a la pena de los que no son fieles.
El
criado que conoce la voluntad de su señor, pero no está preparado o no hace lo
que él quiere, recibirá un castigo muy severo. En cambio, el que, sin conocer
esa voluntad, hace cosas reprobables, recibirá un castigo menor.
A
quien se le dio mucho, se le exigirá mucho; y a quien se le confió mucho, se le
pedirá mucho más». (Lc 12, 32-48)
UN HIJO NO TEME.
Deberíamos recordar – y
últimamente los Papas lo recuerdan – que uno de los primeros mandamientos de
Jesús no es que amemos (eso vendrá después) sino que no temamos. La persona ha
nacido para la confianza y la libertad pero, sin saber cómo, nos llenamos de
miedos que nos paralizan y nos quitan la alegría. Nuestra sociedad propicia los
miedos al desconectarnos de nuestro yo profundo y vivir para lo exterior. Es
preciso volver a la cultura del corazón, al cultivo de la espiritualidad.
USAR, NO ACUMULAR. O EL
VALOR DE LO ETERNO.
Jesús nos promete el
Reino. Pero nos avisa de que no acumulemos bienes materiales pues el corazón
fácilmente nos traiciona. El reino es de los libres. De aquellos que han puesto
su mirada en la meta y corren sin desfallecer, soltando lastre. Hablamos poco
del cielo en círculos cristianos. Quizá en un tiempo se abusó de ello pero no
perdamos de vista que hemos nacido para el cielo. Para lo que no caduca, para
lo eterno. Nuestra vida tiene valor en cuanto es un presagio de eternidad.
Acumular en la tierra es tan absurdo como plantar la tienda de campaña en un
trampolín.
ESTAR ALERTA
Hoy en día parece que
vivir alerta es casi sinónimo de vivir alarmado y nada más lejos, en la
mentalidad de Jesús, que aúna ese estado de vigilia permanente con la paz más
profunda. Sólo un corazón pacificado es capaz de vivir alerta porque sólo
cuando todo lo relativo se ha relativizado cesan lo miedos y estamos atentos a
lo esencial
TRES PARÁBOLAS DE
AUSENCIA
Después de la
indicación de Jesús para que acumulemos tesoros en el cielo, el evangelista
hilvana tres parábolas que, en el fondo, tratan de lo mismo: la ausencia de
Dios y nuestra respuesta ante ella.
La reacción de cada
protagonista de la parábola depende de la imagen que tiene de ese Dios ausente
que, de repente, llega. Empecemos por la última:
Para el criado que no
siente suyo el mundo y cuanto Dios nos ha legado, la aparente ausencia de Dios
es motivo de irresponsabilidad y desenfreno, incluida la violencia. Dios no es
otra cosa que un amo y el criado tiene “moral de esclavo”: sólo trabaja en
presencia del dueño. Es un relato que nos remite al hijo mayor de la parábola
de hijo pródigo. A veces los hijos optamos, tristemente, por vivir como siervos…
Para el inconsciente y
distraído, Dios es un ladrón, alguien cuya llegada siempre pilla desprevenido.
La frivolidad y superficialidad hacen que la gran riqueza que poseemos –
nuestra propia vida interior- esté siempre en peligro.
Sólo para el criado
fiel que espera, Dios es un Esposo, Alguien que, por encima de todo, nos ama y
nos sirve (imagen absolutamente hiperbólica y absurda la del amo que llega de
madrugada y se pone a servir a los criados. Pero Dios es así)
Parece quedar claro que
Jesús nos habla de dos maneras de llegar Dios a nuestra vida: de frente,
llamando a la puerta, y por detrás, asaltando la casa. Dios puede llegar de
forma luminosa, en instantes de dicha y felicidad, en momentos de calma y paz.
Pero puede llegar “por detrás”, en el dolor y la enfermedad, la cruz callada y
la soledad, el desprecio y el fracaso.
Llegue por donde llegue
mi corazón debe reconocer al Esposo y “amar
no el don sino la mano que me alarga el don” (Manyanet)
LA TENDENCIA AL
ELITISMO
Pedro tiene una
pregunta muy graciosa pero peligrosa: ¿lo dices por nosotros o por todos?. En
el fondo, Pedro marca una línea
psicológica de separación entre los seguidores de Jesús – ellos – y el resto.
También con frecuencia nosotros nos posesionamos de la verdad y jugamos en dos
equipos: los cristianos y los otros. Jesús no responde a la pregunta de Pedro
pero añade, después de la tercera parábola, un precioso y maravilloso principio
de justicia: a quien mucho se le ha dado, mucho se le pedirá… Y haciendo las
mismas cosas, no todos serán reprendidos de igual forma. La bondad o maldad de
los hechos está en la intención con que se han realizado. Por tanto, aún cuando
veamos cosas reprobables, no juzguemos. El juicio sólo pertenece a Dios que
escruta y conoce los corazones.
A nosotros sólo nos
toca vivir como viviríamos con Dios al lado. Porque ahí está.
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