viernes, 16 de agosto de 2013

QUÉMANOS, SEÑOR


 «He venido a arrojar un fuego sobre la tierra y ¡cuánto desearía que ya hubiera prendido! 0 Con un bautismo tengo que ser bautizado y ¡qué angustiado estoy hasta que se cumpla!
«¿Creéis que estoy aquí para poner paz en la tierra? No, os lo aseguro, sino división.  Porque desde ahora habrá cinco en una casa y estarán divididos; tres contra dos, y dos contra tres;  estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre; la madre contra la hija y la hija contra la madre; la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra.»
Decía también a la gente: «Cuando veis que una nube se levanta por occidente, al momento decís: `Va a llover', y así sucede.  Y cuando sopla el sur, decís: `Viene bochorno', y así sucede.  ¡Hipócritas! Sabéis explorar e aspecto de la tierra y del cielo, ¿cómo no exploráis, pues, este tiempo?
 «¿Por qué no juzgáis por vosotros mismos lo que es justo?  Cuando vayas con tu adversario al magistrado, procura en el camino arreglarte con él, no sea que te arrastre ante el juez, el juez te entregue al alguacil y el alguacil te meta en la cárcel.  Te digo que no saldrás de allí hasta que no hayas pagado el último céntimo.» Lucas (12,49-59):

El domingo pasado leíamos  tres parábolas de ausencia. Y esa ausencia de Cristo es, en este domingo, una presencia tan fuerte que se convierte en fuego que abrasa y cauteriza las heridas.

EL FUEGO

En muchas culturas el fuego, por lo que tiene de inaprensible y potente, es símbolo de la divinidad. Y con este sentido  se usa, tanto en la escena de Pentecostés como en la frase inicial de este fragmento; porque Jesús ha venido a traer el fuego del Espíritu.
Un fuego que contagia la pasión por el Reino, que purifica de todo mal, que enciende los corazones para el bien, que conforma el alma en el molde del corazón de Cristo; un fuego, un Espíritu, que en Jesús se revela en el ansia por cumplir la Voluntad del Padre y en la cercanía amorosa con los más necesitados. El Fuego que enciende Jesús en nuestros corazones al hacer camino con nosotros es “dulce huésped del alma, suave alivio, descanso en el trabajo, alegría en nuestro llanto. Es fuego que penetra hasta lo más hondo, purifica nuestras manchas, enciende  nuestra aridez, sana nuestras heridas, elimina con su calor nuestra frialdad y corrige nuestros desvíos”...
Pero es fuego. Y quema. Quema orgullos y soberbias, protagonismos e intolerancias…Los Tres de Nazaret vivieron siempre encendidos en este Fuego.    

LA PAZ DE DIOS Y EL CONFLICTO

Todos ansiamos la paz y, unos más y otros menos, tememos el conflicto. Pero lo que queda claro es que la paz de Jesús no es la que da el mundo y, por lo mismo, llegar a obtenerla pasa por entrar en conflicto con ese mundo, chocar con él, sentir el desgarro del corazón cuando se hace preciso optar. Porque Jesús pone de relieve actitudes de nuestro corazón que son incompatibles, luces y sombras propias; y también la llamada a ser profeta.
Por el bautismo todos somos profetas. Enviados de Dios para ser la conciencia del pueblo. El evangelio de hoy nos llama a “ser conflictivos” a denunciar lo que nos deshumaniza, a no callar ante la injusticia, a ver las cosas bajo otra Luz…
La paz de Dios nada tiene que ver con la calma y la tranquilidad. Puede ser muy dura y llegar envuelta en soledad. Pero es paz.

LOS SIGNOS Y SU LECTURA

Jesús pone de relieve nuestra ceguera esencial. Sabemos ver si lloverá, si nacen las flores o vienen coches por la carretera vecinal. Sabemos ver cosas y personas pero nos cuesta ver la Mano que los guía.
Jesús nos quiere adultos en la fe. Y nos dice que juzguemos nosotros. No pidamos recetas, hay que ir leyendo la vida día a día. Es preciso “explorar este tiempo”.

Porque lleva oculta una gran riqueza; la posibilidad de ser santos. Basta con saber leer los signos que nos guían. 

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