La figura de José va emergiendo lentamente a través de
los siglos. Ya sabemos que han hecho más por él los santos que los teólogos (en
general) pero últimamente hay que agradecer a estos últimos que hayan enfocado
con sabiduría esta figura humilde y entrañable del misterio de Nazaret. También
el Papa lo tiene muy presente y su alocución del 19 de marzo de 2014 hablaba
precisamente de ese aspecto: José, modelo para los educadores.
No debió ser fácil para José asumir que su misión
consistía en educar ese niño “caído del cielo”. Jesús, aun siendo un bebé,
debió enfrentar a José con sus propias limitaciones y con frecuencia debió
hacer surgir la pregunta que refleja Tomás G. Bravo[1]: ¿Cómo he de proceder?
Tengo para mí – que no soy madre pero sí educadora – que
eso es lo primero que nos enseña José. A vivir colgado de una pregunta que no
parece tener respuesta y que aparece y reaparece constantemente. Cuando conoce
el embarazo de María la pregunta nace con dramatismo: ¿qué hacer? ¿cómo
proceder?
Vemos a José tomar una decisión y, no obstante, seguir
abierto a otra posibilidad, escuchar atentamente y cambiar. Un sueño
agitado resulta ser un camino abierto.
Ante el hijo estamos siempre ante un misterio. Y ante el
misterio hay que preguntarse siempre “cómo he de proceder”. Lo que vale para un
hijo resulta ineficaz, o incluso malo, para el otro, lo que me sirvió a mí de
pequeño no es adecuado para mi hijo.
La cuestión es que los hijos nos llevan a avanzar siempre
a tientas, con esa pregunta clavada. No hay recetas. No hay seguridades. Pero
el Papa nos da una palabra que puede servir: PRIMEREAR.
Dios nos ha amado primero, es Él quien ha tomado la
iniciativa y eso es lo que hay que hacer con los hijos: en el amor ir siempre
por delante, avanzarse, primerear “tomar
la iniciativa sin miedo, salir al encuentro, buscar a los lejanos y llegar a
los cruces de los caminos para invitar a los excluidos” (EG 24). El Papa está
hablando de la Iglesia pero no olvidemos que la primera iglesia es la
doméstica, la familia.
José debió preguntarse siempre cómo actuar ante el niño
del cual era custodio. Y todos los padres son “sólo” custodios de sus hijos
porque no les pertenecen. Saber primerear, saber ser invisibles, saber
avanzarse…¡tanto nos enseña la silenciosa figura de José!
[1] Bravo Zamora, Tomás Gerrado.
San José, patrono del educador de hoy. Ponencia en el Simposio Josefino.
Polonia octubre 2009
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