«Cuando el
Hijo del hombre venga en su gloria acompañado de todos sus ángeles, entonces se
sentará en su trono de gloria. Serán congregadas delante de él todas las
naciones, y él separará a los unos de los otros, como el pastor separa las
ovejas de los cabritos. Pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a su
izquierda.
Entonces dirá el Rey a los de su derecha: `Venid, benditos de mi
Padre, recibid la herencia del Reino preparado para vosotros desde la creación
del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de
beber; era forastero, y me acogisteis; estaba desnudo, y me vestisteis;
enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y acudisteis a mí.' Entonces los
justos le responderán: `Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de
comer; o sediento, y te dimos de beber?¿Cuándo te vimos forastero, y te
acogimos; o desnudo, y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel, y
acudimos a ti?' Y el Rey les dirá: `En verdad os digo que cuanto hicisteis a
uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis.'
Entonces
dirá también a los de su izquierda: `Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno
preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre, y no me disteis de
comer; tuve sed, y no me disteis de beber; era forastero, y no me acogisteis;
estaba desnudo, y no me vestisteis; enfermo y en la cárcel, y no me
visitasteis.' Entonces dirán también éstos: `Señor, ¿cuándo te vimos hambriento
o sediento o forastero o desnudo o enfermo o en la cárcel, y no te asistimos?'
Y él entonces les responderá: `En verdad os digo que cuanto dejasteis de hacer
con uno de estos más pequeños, también conmigo dejasteis de hacerlo.' E irán
éstos a un castigo eterno, y los justos a una vida eterna.» (Mateo 25,31-46)
Estamos ya
en la recta final del año litúrgico. Este domingo celebramos la fiesta de Cristo
Rey y el próximo comenzamos Adviento.
La parábola
de hoy es conocida como “el juicio final” y pertenece al sermón escatológico de
Jesús en el evangelio de Mateo.
LA VENIDA
EN LA GLORIA
Tradicionalmente
se ha hablado de tres venidas de Cristo. La primera, su Encarnación, su vida
entre nosotros; la segunda el encuentro personal que tiene lugar en la muerte;
y la tercera la venida gloriosa en la cual todos verán la salvación de Dios y
mirarán al que traspasaron» […] «en gloria y majestad» y, en ella, Cristo
«aparecerá como nuestra vida».
Jesús
describe esta tercera venida con lenguaje solemne; su tono es distinto de aquel
al que nos tiene habituados.
EL JUICIO
La venida
de Cristo es, al mismo tiempo, juicio sobre nuestra vida. Aparece ya el Jesús
que conocemos, el que habla de pastores, ovejas y cabritos. El lenguaje de
Jesús tenía la gracia de concretar aquello que pudiera ser una abstracción.
Porque el juicio va a ser sobre cosas muy concretas: dar de beber, vestir,
visitar…
Son
acciones concretas que podemos entender. Y es el tema de nuestro examen final:
el amor traducido en obras.
El reino
que se nos ha prometido desde toda la eternidad gira en torno a dos verbos:
venid, apartaos. La definición de aquello que en lenguaje catequético hemos
llamado cielo no es otra cosa que la cercanía total y para siempre con Cristo:
hoy estarás conmigo en el paraíso.
El castigo
eterno es lejanía de Dios…
UN DIOS QUE
VIVE EN LOS PEQUEÑOS
El Jesús
del Juicio final es muy distinto al que nos pinta Miguel Ángel. Él nos habla de
todas las carencias del mundo (comida, techo, salud…) y hace un repaso a la
realidad que hemos configurado.
El examen
va a girar no en torno a lo que hemos hecho mal sino en torno al pecado de
omisión ante la injusticia del mundo, ante la necesidad del hermano.
¿Cómo
reacciono yo? Unos y otros son valorados por tener – o no – un corazón
misericordioso como el del Padre. El juicio será si me parezco o no a Dios, si
soy su imagen.
Ni los
salvados ni los condenados se han percatado de que estaban atendiendo a Dios
mismo. Los dos grupos quedan desconcertados y preguntan lo visto: ¿Cuándo fue
eso?
Resulta
pues un juicio simplemente ético. Es la respuesta positiva a la pregunta de
Caín: ¿Acaso soy yo guardián de mi hermano?
En esta
parábola Jesús deja claro que sí, que todos somos responsables de los otros y
que de eso se nos va a pedir cuentas. Es un juicio “laico” en el que no se
pregunta por la fe (por otra parte impensable en tiempos de Jesús no tener fe)
sino por el amor.
Si sabemos
las preguntas del “examen”…¿por qué no prepararnos?
“Al
atardecer de la vida se nos examinará del amor” (San Juan de la Cruz)
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