sábado, 26 de enero de 2013

NAZARET Y LA EUCARISTÍA (I)


He tenido la inmensa suerte de que, desde pequeña, el capellán de mi colegio me grabara a fuego una frase: “La Eucaristía es la universalización de la Encarnación”. La puerta del sagrario de la Cova (Manresa) reproduce un bello esmalte del nacimiento de Jesús. Ante él se me dijo, muchas veces, esa frase que, a muchos años de distancia, sigue resonando en mi interior; por eso sé que acercarme a comulgar es, en cierto modo, acercarme al hogar de Nazaret para vivir, yo también, en Nazaret, para ser yo misma encarnación de amor para el mundo actual. Hoy quisiera comenzar esta reflexión con algunas ideas. Aunque no sé si es muy preciso llamar “idea” a aquello que, lentamente, va surgiendo en la oración hasta convertirse en luz que ilumina de forma sorprendente una realidad... que llevabas viviendo toda la vida.
¿Qué conexión hay entre Nazaret y la Eucaristía?
Un silencio que es levadura. A menudo seguimos sorprendiéndonos por los 30 años de Jesús en Nazaret. ¿Y los siglos de silencio encerrado en un pequeño sagrario?  El anonimato de Nazaret casi es “de poca monta” frente a tantos sagrarios callados, ignorados, silenciados. ¿Nos hemos parado a pensar alguna vez, cuando sobrevolamos en avión alguna ciudad, los sagrarios que puede haber esparcidos por ella? O cuando viajamos y vamos pasando pueblito tras pueblito…¿contamos alguna vez los campanarios que ocultan la grandeza del Oculto? Dios sigue ahí, en este Nazaret actualizado. Y si Dios creció en Nazaret es normal que las almas crezcan bajo el manto de silencio del sagrario que siempre fue la forja de los grandes santos. Nazaret es el hogar más santo y la Eucaristía es la prolongación de esa presencia entre nosotros de Aquel que llamamos Altísimo; un nombre que, dicho sea de paso, no le hace favor. Porque Él es el que se ha abajado, el Bajísimo, el cercanísimo, el vecino…el hermano.    

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