sábado, 31 de enero de 2015

VIVIR EN LA LUZ


Dicen que no había manera de domar el caballo. Pero Carlomagno lo estuvo observando atentamente y descubrió que el caballo vivía asustado de su propia sombra. Lo montó, embridó bien su cabeza de modo que no pudiera agacharla y orientó  la cabeza del caballo hacia el sol, impidiéndole ver su sombra. Según la leyenda en ese momento su padre, Filipo II rey de Macedonia, exclamó:  "Hijo, búscate un reino que se iguale a tu grandeza, porque Macedonia es pequeña para ti."
Desde entonces Bucéfalo sólo se dejaba montar por Alejandro. Y Bucéfalo es, sin duda, el caballo más famoso de la Antigüedad y uno de los pocos que entraron en la historia con nombre propio.

Más graciosa e infinitamente tierna resulta esta niña que llora ante su propia sombra y que descubre, atemorizada, que le persigue. A menudo eso nos pasa al encontrarnos de frente con nuestro pecado, con los defectos, quizá graves, que nos atemorizan. Quisiéramos apartarlos, separarnos de ellos, no tener ningún vínculo con ellos. Y quizá lloramos porque intuimos que siempre estarán ahí, pegaditos a nosotros.
Pese a todo estamos llamados a la santidad. Y esa santidad comienza por escuchar la voz de Dios que, como esa mamá, nos dice: hija, es normal…es el sol que hace la sombra…!
Es normal mi fealdad, mi sombra,  si camino y vivo a pleno sol.
Es normal que el pecado me atemorice.
Pero entonces hay que cantar: El Señor es mi luz y mi salvación…¿a quién temeré?
Muchas veces soy esa niña que se asusta de sí misma. Quizá porque soy una persona valorada, con cierto prestigio, temo al descubrir  en mí el mal. “Si supieran cómo soy en realidad…”
Bastaría levantar la cabeza. Porque Dios ve mi sombra pero no quiere que mi mirada quede enganchada a ella. Dios ve mi pecado pero no quiere sentimientos de culpa, ni vergüenzas ni menosprecios…

Dios quiere que levante la cabeza y lo mire. Consciente de que Él es la Luz y estoy llamada a vivir en la Luz.   

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