lunes, 14 de septiembre de 2015

IMÁGENES DEL DIOS DE NAZARET


Acostumbrada desde niña a contemplar el Pantocrátor de Taüll, una de las mejores joyas del románico catalán, a embelesarme, cuando comencé a viajar, con los mosaicos de San Marcos o el políptico de Van Eyck, donde  Dios lleva una solemne tiara, la imagen que pone Jesús de una mujer barriendo para encontrar una dracma me ha golpeado al leer por causalidad que, un grupo de docentes de la Universidad de Uruguay rinden tributo a la mujer uruguaya “invisible” que trabaja en el servicio doméstico. Una de cada cuatro mujeres barre, friega y limpia  procurando, además, ser invisibles. La exposición se llama “Barriendo la invisibilidad” y tiene fotografías magnificas. Pero la de esta anciana que barre unas gradas con una escoba artesanal se ha levantado en mi corazón con las palabras de Jesús:

¿O qué mujer que tiene diez dracmas, si pierde una dracma, no enciende la lámpara, y barre la casa, y busca con diligencia hasta encontrarla?
Y cuando la encuentra, reúne a sus amigas y vecinas, diciendo: Gozaos conmigo, porque he encontrado la dracma  que había perdido. Así os digo que hay gozo delante de los ángeles de Dios por un pecador que se arrepiente. (Lc 15,8-10)
La verdad que Jesús tenía que estar un poco loco para poner como imagen de Dios a una pobre mujer barriendo. Una mujer invisible…
Me doy cuenta de que por mucho que me guste el Pantocrátor esa fotografía está más cerca de parecerse al Dios de Jesús de Nazaret que ese Dios con el dedo alzado a punto de juzgar. Por no hablar de la tiara de van Eyck. Claro que lo que vino a hacer Jesús es eso: decirnos que el Dios que nos hemos ido forjando no se parece a su Dios. El Dios de Jesús no necesita procesiones ni sacrificios ni holocaustos. Quiere misericordia.
Imprimí la fotografía de la mujer y la colgué en mi habitación. La descargué también en mi tablet y la he mirado en momentos de oración.
Y algo ha cambiado en mí. Porque pensando en que yo soy muchas veces esa dracma perdida y que esa pobre mujer me anda buscando…me han nacido unas enormes  ganas de dejarme encontrar, de decirle dónde estoy para que se pueda alegrar y sentar. Y dan ganas de ayudarla si ha perdido algo más. Y ese sentimiento me ha dejado anonadada. Nunca se me hubiera ocurrido ayudar a la Majestad románica ni al Cristo de van Eyck. Y puestos a ser sincera dan ganas de que no se fije en ti, de salir corriendo para no enfrentarte al juicio.
Lleva una botella vacía en la mano; alguien la ha tirado en las gradas y ella no parece dispuesta a soltarla. Lo más probable es que la recicle. He visto asombrada en el mercado de Yaoundé puestos en los que vendían botellas vacías. ¿Para qué? Para miles de cosas, por ejemplo para llenar de manises y otros frutos. Y he visto en casitas de Latinoamérica infinidad de botellas convertidas en floreros y maceteros.
Me gusta pensar que Dios, este Dios que barre, no desecha nada ni nadie. Y que va a sacar de mí un partido oculto que desconozco. Porque lo de reciclar lo inventó Él con Adán y Eva, con Noé, con…

Con esta mujer dan ganas de sentarse a conversar y, sobre todo, me nace pensar en ella, abandonar mi oración pedigüeña y preguntarle en qué puedo ayudarla.
Pero me ha asaltado  una terrible duda: ¿se sentiría cómoda esa mujer de pueblo conmigo? Me la he imaginado perfectamente hablando con mujeres de dudosa reputación, riéndole las gracias a un niño…pero ¿conmigo? Yo, que tengo mis esquemas, mis rutinas, mis prejuicios…yo, que tiendo a racionalizar los sentimientos…incluso mi manera de vestir, sentarme a la mesa y distinguir entre cuchillo de pescado y de carne (valiente ridiculez)…¿lograría no incomodar a esta mujer? ¿me trataría como una mujer más, una de las suyas…¿o se vería en la necesidad de ser protocolaria conmigo? Por   experiencia sé que, a veces, al visitar casas muy humildes haces nacer los nervios en lugar de la alegría. Aunque una no lo quiera ni lo desee pero eso pasa cuando, sencillamente, “no eres de los suyos”
Y pienso: ¿se siente cómodo conmigo Dios? ¿me reconoce como suya?.
Me imagino ahora que si Jesús pudiera contemplar la imagen que de Él pintó Van Eyck le daría un ataque de risa…o de tristeza, no sé. Quizá nuestras catequesis, nuestras maneras de hablar de Dios provocan a veces reacciones lejanas al evangelio.
Habrá que volver al evangelio intensamente. Y dejarse desmontar. Por un Dios que es como esa pobre mujer que barre.


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