sábado, 11 de mayo de 2013

FIESTA DE CIELO


LA ASCENSIÓN

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto. Yo os enviaré lo que mi Padre ha prometido; vosotros quedaos en la ciudad, hasta que os revistáis de la fuerza de lo alto.»
Después los sacó hacia Betania y, levantando las manos, los bendijo. Y mientras los bendecía se separó de ellos, subiendo hacia el cielo. Ellos se postraron ante él y se volvieron a Jerusalén con gran alegría; y estaban siempre en el templo bendiciendo a Dios. (Lc 24,46-53)

La fiesta de la Ascensión llega en un momento en que mi corazón está lleno de nombres de personas que, por diversas causas, se hallan pasando su noche oscura. Alguna de ellas me confiesa que ha perdido las ganas de vivir y otras que no saben qué hacer ni cómo buscarle el sentido a lo que le ocurre. Enfermedad, problemas, limitaciones, incertidumbres…A veces la condición humana nos cerca y aprieta pero en esos momentos también la liturgia, la gran maestra de la vida, viene en nuestro auxilio.

Esta es una fiesta que me encanta. Me gusta oír repetir en la misa que “donde llegó la Cabeza, Cristo, también tiene esperanza el Cuerpo, la Iglesia, de llegar”. Y cada vez imagino la escalada, la ascensión  a la cumbre, amarrados todos con gruesas cuerdas que evitan el peligro y nos hacen vivir en comunión. Y por fin, el cabeza de grupo, lanza el grito de triunfo: Llegué!  Y toda la cadena humana se alegra exultante porque la cumbre ya es una certeza.

Desde la resurrección de Cristo, la cumbre es una certeza. Estamos llamados a testimoniar que Cristo ha hecho el camino sin ahorrarse sinsabores ni sufrimiento. Pero estamos llamados a ser testigos de la alegría porque Él ya ha entrado “en los cielos”, ya ha entrado en esa otra dimensión que mi corazón anhela y no encuentro aquí, “en la tierra”.
Aquí sólo encuentro pedazos de cielo, noticias vagas y confusas. Y quizá encuentro dolor, mucho dolor. Porque hay personas que parecen tener una mayor parte en la cruz… En las islas Canarias hay una palabra guanche que me gusta mucho: Mayantigo. Significa “pedazo de cielo”. Hoy la liturgia es Mayantigo, un retazo de cielo. Y cualquier persona puede ser hoy mi Mayantigo, mi cielo, mi descanso. Y yo debo ser Mayantigo…cielo para los otros.
Hoy es un día muy alegre.
Hoy la liturgia habla de ascenso, de cumbre.
Y habla de comunidad, de ir juntos, unidos en el camino.
Hoy nos dicen que la cumbre es posible y que Jesús sólo quiere, sólo, que nos amarremos a Él.
Hoy sabemos también que Él nos bendice, dice bien de nosotros. Aún cuando yo no gustara a nadie, le gusto a Dios. Soy del agrado de Dios. Y por eso, su Hijo levanta sus manos y me bendice. Deberíamos meditar con mayor frecuencia qué significa que Dios me bendiga. Porque aún cuando yo errara mi vida Él no retira su bendición de mí. 
Hoy se nos habla de cielo. Hoy es preciso ser cielo.  Y aunque pesen los pies, que nuestros ojos no se aparten de la cumbre.

martes, 7 de mayo de 2013

MES DE MARÍA



MARÍA, MUJER

Te doy gracias, María, por ser una mujer.
Gracias por haber sido mujer como mi madre
y por haberlo sido en un tiempo en el que
ser mujer era como no ser nada.
Gracias porque cuando todos te consideraban una mujer de nada
tú fuiste todo,
todo lo que un ser humano puede ser y mucho más,
la plenitud del hombre, una vida completa.
Gracias por haber sido una mujer libre y liberada,
la mujer más libre y liberada de la Historia,
la única mujer liberada y libre de la Historia,
porque tú fuiste la única no atada al pecado,
la única no uncida a la vulgaridad,
la única que nunca fue mediocre,
la única verdaderamente llena de gracia y de vida.
Te doy gracias porque estuviste llena de gracia
porque estabas precisamente llena de vida;
porque estuviste llena de vida
porque te habían verdaderamente llenado de gracia.
Te doy gracias porque supiste encontrar la libertad siendo esclava,
aceptando la única esclavitud que libera, la esclavitud de Dios,
y nunca te enzarzaste en todas las otras
esclavitudes que a nosotros nos atan.
Te doy gracias porque te atreviste a tomar
la vida con las dos manos.
Porque al llegar el ángel
te atreviste a preferir tu misión a tu comodidad,
porque aceptaste tu misión sabiendo que era cuesta arriba,
en una cuesta arriba que acababa en un Calvario.
Gracias porque fuiste valiente, gracias por no tener miedo,
gracias por fiarte del Dios que te estaba llenando
del Dios que venía, no a quitarte nada, sino a hacerte más mujer.
Gracias por tu libertad de palabra cuando hablaste a Isabel.
Gracias por atreverte a decir que Dios derribaría a los poderosos,
sin preocuparte por lo que pensaría Herodes.
Gracias por haber sabido que eras pobre
y que Dios te había elegido precisamente por ser pobre.
Gracias porque supiste hablar de los ricos
sin rencor, pero poniéndolos en su sitio: el vacío.
Gracias porque supiste ser la más maternal de las vírgenes,
la más virginal de las madres.
Gracias porque entendiste la maternidad
como un servicio a la vida ¡y qué Vida!
Gracias porque entendiste la virginidad
como una entrega ¡y qué entrega!
Gracias por ser alegre en un tiempo de tristes,
por ser valiente en un tiempo de cobardes.
Gracias por atreverte a ir embarazada hasta Belén,
gracias por dar a luz donde cualquier otra
mujer se hubiera avergonzado.
Gracias por haber sabido ser luego una mujer de pueblo,
por no haber necesitado ni ángeles, ni criadas
que te amasaran el pan y te hicieran la comida,
gracias por haber sabido que estar llena
no era estarlo de títulos y honores, sino de amor.
Gracias por haber aceptado el exilio,
por asumir serena la muerte del esposo querido.
Gracias por haber respetado la vocación de
tu Hijo cuando se fue hacia su locura,
por no haberle dado consejitos prudentes,
gracias por haberle dejado crecer y por
sentirte orgullosa de que Él te superase.
Gracias por haber sabido quedarte en
silencio y en la sombra durante su
misión, pero sosteniendo de lejos el
grupo de mujeres que seguían a tu Hijo.
Gracias por haber subido al Calvario
cuando pudiste quedarte alejada del llanto,
por aguantar al lado del sufriente.
Gracias por aceptar la soledad de los años vacíos.
Gracias por haber sido la mujer más entera que ha existido nunca
y gracias, sobre todo, por haber sido la
única mujer de toda la Historia que
volvió entera a los brazos de Dios.
Gracias por seguir siendo madre y mujer en el cielo,
por no cansarte de amamantar a tus hijos de ahora.
Gracias por no haber reclamado nunca con
palabras vacías tu derecho de mujer en
la Iglesia, pero al mismo tiempo haber
sido de hecho el miembro más eminente de la Iglesia,
la primera redimida, por ser entre los hombres y mujeres todos
de la tierra la que más se ha parecido a tu Hijo,
la que más cerca ha estado y está aún de Dios».
José Luis Martín Descalzo 


domingo, 5 de mayo de 2013

MES DE MARÍA



"¿Por qué he de preocuparme? No es asunto mío pensar en mí. Asunto mío es pensar en Dios. Es cosa de Dios pensar en mí". (Simone Weil)

NAZARET Y LA EUCARISTÍA (III)


                                                 EL LAVATORIO DE LOS PIES


La fina sensibilidad de Juan rescató del olvido un gesto de Jesús que los sinópticos no relatan. El último acto libre de Jesús es un acto de servicio, una acción que sintetiza cómo debe vivir un cristiano.
En el marco de la institución de la Eucaristía, Jesús se levanta de la mesa que preside, se despoja de su manto – ese que luego sortearán- se pone un delantal y comienza a lavar los pies de los discípulos. Este gesto nos remite a la Encarnación por la cual el Hijo de Dios no se aferra a su dignidad, deja su manto de la divinidad y desciende, se agacha para lavarnos a todos del pecado. Si en vida fue un humilde artesano ahora, de forma intrínsecamente unida a la Eucaristía, nos ama hasta el extremo y toma la condición de esclavo. Porque lavar los pies era el servicio de un esclavo y Pedro, que pese a su amor por Jesús, comulga con el pecado estructural de la desigualdad, se indigna. Para Pedro todavía hay amos y siervos, tareas dignas e indignas.
El icono del lavatorio de los pies ha sido identificado por la comunidad cristiana como una llamada al servicio sin límites. San Ignacio dirá que es preciso “ en todo  amar y servir”. Y un hijo de San Ignacio, pero sobre todo un hombre evangélico,  ha escandalizado hace poco a ciertos sectores por agacharse a lavar los pies sin distinción de credo ni sexo…
Nazaret es escuela de servicio. José despierta del sueño en que el ángel le indica lo que debe hacer y se desposa con María para hacer de su vida servicio a ésta y al hijo que lleva en sus entrañas. Y María, tras recibir el anuncio angélico, sale diligente a servir a su prima Isabel. El camino que hace de Nazaret a Ain-Karem, con el Hijo en su seno, es la primera y más bella procesión de Corpus de la historia de la Iglesia. Si José es el Custodio, María es la Custodia que lleva a Cristo a los otros. Aquellos que vivimos en Nazaret debemos llevar siempre Cristo a los otros…
Las almas nazarenas son almas eucarísticas. Jesús se convierte en el centro que las des-centra de sí mismas y salen siempre de sí para vivir en servicio de.  Servicio viene de servus. El Siervo de Dios es un título de enorme prestigio en el Antiguo Testamento. Para el hombre bíblico no hay mayor honor que servir a Dios. Pero Dios siempre nos pregunta dónde está nuestro hermano…
Jesús, fiel al misterio de la Encarnación, deja claro que para servir a Dios no hay otro camino que servir a la persona. Quien quiera vivir a lo divino será siempre enviado a servir. Porque Dios ha querido encarnarse no sólo en Jesús de Nazaret. Dios, en Jesús, ha prolongado y ampliado su Encarnación al identificarse totalmente con cualquier persona: a mí me lo hacéis, dice en su evangelio.
Si Jesús adulto es capaz de lavar los pies a sus discípulos es porque en Nazaret aprendió a centrar la vida en lo único necesario, a amar hasta el extremo y a dar la vida como respuesta a las necesidades de las personas y como respuesta personal al infinito amor de Dios que lo reconoció como Hijo.  La liturgia del Jueves Santo ha dignificado el gesto del lavatorio. Me gustaría poder devolverle por un momento su crudeza original. Quizá nos baste pensar que besar los pies tiene, en sí mismo, un punto de “fealdad” que hemos cubierto al sacralizar el gesto. Pies sucios…¿a quién le apetece besarlos?. Puedo besar el rostro, los labios, las manos…pero ¿los pies? Sólo se me ocurre un contexto en el que pueda una persona querer besar los pies: el contexto de una pareja que se ama tanto que se entrega en totalidad. El contexto en el que no hay una parte de cuerpo que no se desee acariciar para expresar ese amor total. El contexto esponsal.
Cristo se ha desposado con la humanidad. Y besa con amor tierno esa parte mía que puede humillarme. Pero luego me sonríe y me pide que me despose con el mundo. Y que bese el mal para redimirlo. Eso es Nazaret: el beso que redime y limpia.