sábado, 1 de marzo de 2014

MIRAD LOS LIRIOS DEL CAMPO...


En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Nadie puede estar al servicio de dos amos. Porque despreciará a uno y querrá al otro; o, al contrario, se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero. Por eso os digo: No estéis agobiados por la vida, pensando qué vais a comer o beber, ni por el cuerpo, pensando con qué os vais a vestir. ¿No vale más la vida que el alimento, y el cuerpo que el vestido? Mirad a los pájaros: ni siembran, ni siegan, ni almacenan y, sin embargo, vuestro Padre celestial los alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellos? ¿Quién de vosotros, a fuerza de agobiarse, podrá añadir una hora al tiempo de su vida? ¿Por qué os agobiáis por el vestido? Fijaos cómo crecen los lirios del campo: ni trabajan ni hilan. Y os digo que ni Salomón, en todo su fasto, estaba vestido como uno de ellos. Pues, si a la hierba, que hoy está en el campo y mañana se quema en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más por vosotros, gente de poca fe? No andéis agobiados, pensando qué vais a comer, o qué vais a beber, o con qué os vais a vestir. Los gentiles se afanan por esas cosas. Ya sabe vuestro Padre del cielo que tenéis necesidad de todo eso. Sobre todo buscad el reino de Dios y su justicia; lo demás se os dará por añadidura. Por tanto, no os agobiéis por el mañana, porque el mañana traerá su propio agobio. A cada día le bastan sus disgustos.» (Mateo 6,24-34)

El evangelio de este domingo nos exhorta a la felicidad. Una felicidad que todos deseamos pero que para Jesús tiene su fuente en algunas actitudes vitales.

miércoles, 26 de febrero de 2014

FIEL AL NIÑO QUE HAY EN MÍ


CUERDAS

Acaba de ganar el Goya al mejor Corto. Se llama “Cuerdas” y la verdad es que es una delicia. Por su simplicidad narrativa, por su finura humana, por los valores. Consigue una emoción contenida que es como me gusta a mí. No me satisfacen los lloriqueos sino aquello que consigue tocarte el alma hasta hacerte guardar silencio.
Ese silencio es siempre fecundo.
En ese silencio estaba yo cuando “volví a ver” (con el corazón)  la escena final en la cual María apoya sobre una mesa de profesora su muñeca con cuerdas. Los críticos dicen que la clave de una película suele estar en la escena final. Y la escena final nos presenta una mujer adulta que es lo que es por una cuerda (en este caso visible) que la lleva a su infancia.
Todos tenemos cuerdas que nos llevan a la infancia. Es una especie de cordón umbilical…Los que han tenido la suerte de tener, como María, una infancia luminosa y no han matado al niño que todos llevamos dentro, suelen ser grandes personas. Los que quizá han tenido una infancia dura deberán quizá cuidar al niño herido que llevan pero, si lo hacen, quizá serán, además de grandes personas, magnánimos y comprensivos.
Creo que más allá de mostrarnos la bondad connatural de la niña María, el corto nos reta a ser adultos fieles a nuestra niñez. Decía un escritor, que de mayor sufrió lo suyo,  que la luminosidad que empapó su infancia le privó de amargarse. La biblia nos invita a “beber en nuestro propio pozo”. Esta María de “Cuerdas” vive atada a la niña que fue. Desde ahí va a vivir su profesión, su opción…

Si olvidamos al niño que llevamos podremos ser adultos eficaces. Nunca tiernos.