D de Desideria
Desideria es para Manyanet el reflejo
del alma que busca a Dios. Es la protagonista del libro La Escuela de Nazaret. Pero Desideria es mucho más porque
Desideria, lo sepamos o no, somos todos. Y por ello sabemos que Desideria fue,
a medida que se iba volcando sobre papel, el más vivo reflejo del corazón de
Manyanet.
Desideria viene de desear. Hay ya muchos
libros que nos hablan de nuestros deseos más profundos, del deseo de Dios y de
un Dios deseante. En realidad, la Biblia es la historia de un ardiente deseo, a
veces correspondido, a veces desoído y apagado. Pero siempre vivo.
Desideria, esa figura tan manyanetiana, es una mujer y eso me parece interesante. Es verdad que es el trasunto del alma, que propiamente encarna toda alma deseosa de Dios, pero que sea una mujer impone una reflexión.
La mujer es espacio natural de recepción y creación de vida. Nuestros deseos, debidamente atendidos, son los que configuran nuestra vida. Los que nos crean y recrean. Dicen -¿quiénes?- que la mujer es frágil pero sabemos cuán fuerte puede llegar a ser. Nuestros deseos de Dios son, a menudo, muy débiles pero basta atenderlos un poco para transfigurar toda nuestra existencia. El deseo de Dios, seguido y saciado, ha sido la única forja de santidad.
Desideria, esa figura tan manyanetiana, es una mujer y eso me parece interesante. Es verdad que es el trasunto del alma, que propiamente encarna toda alma deseosa de Dios, pero que sea una mujer impone una reflexión.
La mujer es espacio natural de recepción y creación de vida. Nuestros deseos, debidamente atendidos, son los que configuran nuestra vida. Los que nos crean y recrean. Dicen -¿quiénes?- que la mujer es frágil pero sabemos cuán fuerte puede llegar a ser. Nuestros deseos de Dios son, a menudo, muy débiles pero basta atenderlos un poco para transfigurar toda nuestra existencia. El deseo de Dios, seguido y saciado, ha sido la única forja de santidad.
Desideria es el prototipo de alma que
sabe que “la santidad es posible” pero requiere volver una y otra vez al amor
primero. Como Manyanet, que vuelve una y otra vez a Nazaret hasta enamorarse – morar en- de la Santa Casa y vivir en
Nazaret para siempre.
D de Disponibilidad
La disponibilidad de Manyanet, la entrega y el abandono total a Dios es la propia de
los grandes santos. Por ello es capaz de escribir cuando acaba de ser
destituido como Superior General:
“por lo que toca a mi pobre y
humilde persona, que no me tenga el menor respeto y consideración: obre, corte,
disponga, traslade y haga cuanto crea conveniente delante de Dios y para honra
de la Sda. Familia, y esté seguro que siempre me tendrá a su lado obediente y
sumiso, pues no deseo ser estorbo sino apoyo y sostén en cuanto lleguen mis
fuerzas, ni tampoco mandar sino obedecer”.(22-12-1879. Carta
al Obispo Casañas)
Muy interiorizada tiene la virtud de la
abnegación…Manyanet vive des-centrado de sí y la profesión religiosa que ha
hecho le lleva a la “muerte mística” como la llama él. La única que da la vida.