sábado, 23 de noviembre de 2013

REALEZA OCULTA

Estaba el pueblo mirando; los magistrados hacían muecas diciendo: «Ha salvado a otros; que se salve a sí mismo si él es el Cristo de Dios, el Elegido.» También los soldados se burlaban de él y, acercándose, le ofrecían vinagre  y le decían: «Si tú eres el rey de los judíos, ¡sálvate!»  Había encima de él una inscripción: «Este es el rey de los judíos.»
Uno de los malhechores colgados le insultaba: « ¿No eres tú el Cristo? Pues ¡sálvate a ti y a nosotros!» Pero el otro le increpó: « ¿Es que no temes a Dios, tú que sufres la misma condena? Y nosotros con razón, porque nos lo hemos merecido con nuestros hechos; en cambio éste nada malo ha hecho.» Y decía: «Jesús, acuérdate de mí cuando vengas con tu Reino.» Jesús le dijo: «Te aseguro que hoy estarás conmigo en el Paraíso.»  (Lucas 23,35-43)

Termina el año litúrgico. No sabemos lo qué es el tiempo aunque vivamos supeditados e inmersos en él pero toda civilización ha sentido la necesidad de “organizar” su tiempo, fechar los acontecimientos y situarse, aunque sea arbitrariamente, en el espacio temporal que vive. Por eso tenemos varios calendarios: existe el calendario civil, que en Occidente fue instaurado por Julio César y ajustado por el Papa Gregorio XIII en 1582: por él sabemos que estamos en 2013…Existe también el calendario escolar, que suele ir de septiembre a junio en Europa. Y puede haber muchos más. Pero estas divisiones de tiempo son arbitrarias y, sobre todo, vacías de contenido. En cambio el calendario litúrgico que va de adviento a la fiesta de Cristo Rey es un calendario para la reflexión y catequesis, para la vivencia de la fe. Que yo sepa, el único calendario con un sentido interno: seguir en nuestro día a día, la vida de Cristo.