jueves, 8 de octubre de 2009



"Señor Dios mío: estoy en ti como pez en el agua: lávame;

estoy en ti como las aves en el aire: susténtame;

estoy en ti como el niño en el seno materno: guárdame;

estoy en ti como la pupila en el ojo: defiéndeme;

estoy en ti como un carbón apagado en el fuego: enciéndeme.


Pero... Tú también, Dios mío, estás en mí;

estás en mí como maestro en tu escuela: enséñame;

como médico en un hospital: sáname;

como sol en el cielo: ilumíname;

como Dios en su templo: santifícame;

para que te conozca y ame más perfectamente,

para que más sincera y cuidadosamente te siga.


(Mariana Allsopp)

martes, 6 de octubre de 2009



NO OLVIDEN APADRINAR UN SACERDOTE...

domingo, 4 de octubre de 2009

EL CLAMOR DE NAZARET (III)

TERCERA PALABRA: CERCANÍA

“Verdaderamente, ¿qué nación tiene un dios tan cercano como el Señor, nuestro Dios, que está cerca siempre que lo invocamos? (Dt 4,7)

Ya la experiencia del pueblo de Israel es la de gozar de un Dios que, aún en su esplendor y omnipotencia, es un Dios cercano, que oye el gemido de su pueblo y se apresta a socorrerlo. Esta cercanía de Dios se nos narra ya en el Génesis de forma maravillosamente humana: Dios desciende de su ámbito para pasear con sus criaturas y charlar con ellos como amigos. Con certera intuición el pueblo del Antiguo Testamento nos dibuja un Dios cercano y amigo. Así lo proclaman los profetas cuando proclaman que la Salvación ya está cerca (Is 46,13) y cuando invitan al pueblo a no vivir pasivamente esa cercanía sino a salir a la búsqueda de Aquel que se deja encontrar:

Buscad al Señor ahora que se deja encontrar,
Invocadlo ahora que está cerca (Is 55,6)

Con frecuencia, Dios habla por medio de sus escogidos para ratificar esa cercanía:

“Pactaré con ellos una alianza eterna: no me cansaré de estar cerca de ellos para hacerles el bien” (Jr 32,40)

Dios está cerca de todos pero lo está, especialmente, de los afligidos, los tristes, los que sufren. La cercanía de Dios se manifestó en el Antiguo Testamento en la Tienda y en la Ley. Eran dos signos de la presencia cercana de Yahvé.

Pero La Trinidad no se contentó con esos signos sino que envió al Hijo para que esa cercanía presentida fuera realidad.
Nazaret nos habla de la ausencia de todo pecado que es, en definitiva, la única lejanía de Dios. Todo en el hogar de Jesús, José y María es santidad, es cercanía con Dios. Dios ya no sólo está cerca sino que es uno de nosotros. Dios con nosotros, Enmanuel es su nombre. Esa cercanía de Dios la vivieron de tal manera en Nazaret que Jesús lo convertirá en el centro de su mensaje:

“Convertíos que el reino de los cielos está cerca” (Mt 3,2 )

Ya la cercanía se ha convertido en presencia. En Nazaret se cumplen todas las esperanzas que nadie se había atrevido a esperar. Se podía creer que Dios era cercano pero ¿tanto?. Para plantar su tienda entre nosotros se despojó de su condición divina, no hice alarde alguno de su rango. Actuó como cualquier vecino, vivió, creció, sufrió entre nosotros.
Si algo agradecemos en este mundo ajetreado, en este mundo donde tenemos que demostrar a cada instante nuestra valía y nuestra eficacia que no parecen dejar tiempo ni cabida para el detalle humano, para la conversación y la escucha, es encontrarnos a alguien cercano, alguien que está a tu lado sin que tú se lo pidas, alguien que sí que tiene tiempo para escuchar nuestras vidas. Si, encima, quién nos escucha es alguien importante demostramos nuestro asombro diciendo: es una persona muy cercana…
Este elogio explica cuánta necesidad tenemos de sentir compañía en muchos momentos de nuestra vida y constituye el reconocimiento explícito de la importancia de esa persona “cercana”

La Sagrada Familia fue familia cercana al estilo de Dios: con preferencia – así lo demostrará Jesús – por los pobres, los excluidos, los sufrientes. Jesús en su vida adulta no inventa nada que no hubiera vivido en su hogar. Por eso, verlo hablando y comiendo con los pecadores, verlo tocar a los leprosos, acercarse a los ciegos, sentarse a la falda a los niños, llamar a su grupo a mujeres, nos habla de la vocación de justicia social de Nazaret.
Nazaret es cercanía con todo ese mundo marginal; Nazaret es oído sensible y corazón misericordioso ante el clamor de tanta gente que sufre. Si la confianza del cristiano estriba en que “tenemos cerca del Padre un defensor, Jesucristo, que es justo” (1Jn 2,1) la confianza de nuestro mundo debería residir en que Nazaret se erige en defensor de su dolor y Nazaret es un hogar “justo”, donde brilla la santidad. Y por ello mismo, está cerca de Dios.
Esta cercanía de Dios supone gozo alborozado, preparación. Dice el poeta que “la vigilia de la fiesta es ya fiesta en el corazón”. Actitud básica en Nazaret es esperar. Esperar a quien se acerca para salirle al encuentro. En Nazaret siempre es Adviento. Porque cada mañana el clarear del nuevo día nos trae la magnífica noticia:

“El Señor está cerca” (Flp 4,5)

Manyanet hace decir a Jesús que “su delicia es estar entre los hombres” y muchas veces, cuando llega Desideria alguno de los tres personajes reclama: acércate, sientáte cerquita…
Estar cerca es, en Manyanet, sinónimo de intimidad. Entrar en la casa de Nazaret, en la intimidad del hogar es un don que el Padre concede a algunos. Y que Manyanet tenía claro que era concedido a los laicos, no solo a los consagrados. De ahí el nombre que él escogió para su soñada tercera orden: Camareros…como el que entra en la habitación del rey, los laicos están llamados a vivir en profunda intimidad en el hogar de Nazaret.

La espiritualidad de Nazaret actualiza día a día está cercanía que ya es presencia de Dios con la vivencia de la Eucaristía que es, en el fondo, una encarnación diaria y sencilla, sin estridencias ni anuncios de ángeles.
Quizá por ello el apóstol afirma:
“Ahora la salvación está más cerca que cuando abrazamos la fe” (Rm 13,11)

Porque si en el Antiguo Testamento Dios estaba cerca y en el Nuevo esta cercanía se hizo presencia ahora, con la plenitud del Espíritu, el corazón de toda persona es el hogar santo de Nazaret en el que Dios tiene puestas sus complacencias.