jueves, 21 de marzo de 2013

EN EL MES DE SAN JOSÉ


El Papa, que sorprendentemente aparece mucho en este blog, inició su pontificado el día de San José. En la homilia habló de forma entrañable del Custodio de Nazaret. Léelo:


"Hemos escuchado en el Evangelio que «José hizo lo que el ángel del Señor le había mandado, y recibió a su mujer» (Mt 1,24). En estas palabras se encierra ya la la misión que Dios confía a José, la de ser custos, custodio. Custodio ¿de quién? De María y Jesús; pero es una custodia que se alarga luego a la Iglesia, como ha señalado el beato Juan Pablo II: «Al igual que cuidó amorosamente a María y se dedicó con gozoso empeño a la educación de Jesucristo, también custodia y protege su cuerpo místico, la Iglesia, de la que la Virgen Santa es figura y modelo» (Exhort. ap. Redemptoris Custos, 1).
¿Cómo ejerce José esta custodia? Con discreción, con humildad, en silencio, pero con una presencia constante y una fidelidad total, aun cuando no comprende. Desde su matrimonio con María hasta el episodio de Jesús en el Templo de Jerusalén a los doce años, acompaña en todo momento con esmero y amor. Está junto a María, su esposa, tanto en los momentos serenos de la vida como en los difíciles, en el viaje a Belén para el censo y en las horas temblorosas y gozosas del parto; en el momento dramático de la huida a Egipto y en la afanosa búsqueda de su hijo en el Templo; y después en la vida cotidiana en la casa de Nazaret, en el taller donde enseñó el oficio a Jesús
¿Cómo vive José su vocación como custodio de María, de Jesús, de la Iglesia? Con la atención constante a Dios, abierto a sus signos, disponible a su proyecto, y no tanto al propio; y eso es lo que Dios le pidió a David, como hemos escuchado en la primera Lectura: Dios no quiere una casa construida por el hombre, sino la fidelidad a su palabra, a su designio; y es Dios mismo quien construye la casa, pero de piedras vivas marcadas por su Espíritu. Y José es «custodio» porque sabe escuchar a Dios, se deja guiar por su voluntad, y precisamente por eso es más sensible aún a las personas que se le han confiado, sabe cómo leer con realismo los acontecimientos, está atento a lo que le rodea, y sabe tomar las decisiones más sensatas. En él, queridos amigos, vemos cómo se responde a la llamada de Dios, con disponibilidad, con prontitud; pero vemos también cuál es el centro de la vocación cristiana: Cristo. Guardemos a Cristo en nuestra vida, para guardar a los demás, para salvaguardar la creación.
Pero la vocación de custodiar no sólo nos atañe a nosotros, los cristianos, sino que tiene una dimensión que antecede y que es simplemente humana, corresponde a todos. Es custodiar toda la creación, la belleza de la creación, como se nos dice en el libro del Génesis y como nos muestra san Francisco de Asís: es tener respeto por todas las criaturas de Dios y por el entorno en el que vivimos. Es custodiar a la gente, el preocuparse por todos, por cada uno, con amor, especialmente por los niños, los ancianos, quienes son más frágiles y que a menudo se quedan en la periferia de nuestro corazón. Es preocuparse uno del otro en la familia: los cónyuges se guardan recíprocamente y luego, como padres, cuidan de los hijos, y con el tiempo, también los hijos se convertirán en cuidadores de sus padres. Es vivir con sinceridad las amistades, que son un recíproco protegerse en la confianza, en el respeto y en el bien. En el fondo, todo está confiado a la custodia del hombre, y es una responsabilidad que nos afecta a todos. Sed custodios de los dones de Dios. (...)
Quisiera pedir, por favor, a todos los que ocupan puestos de responsabilidad en el ámbito económico, político o social, a todos los hombres y mujeres de buena voluntad: seamos «custodios» de la creación, del designio de Dios inscrito en la naturaleza, guardianes del otro, del medio ambiente; no dejemos que los signos de destrucción y de muerte acompañen el camino de este mundo nuestro. Pero, para «custodiar», también tenemos que cuidar de nosotros mismos. Recordemos que el odio, la envidia, la soberbia ensucian la vida. Custodiar quiere decir entonces vigilar sobre nuestros sentimientos, nuestro corazón, porque ahí es de donde salen las intenciones buenas y malas: las que construyen y las que destruyen. No debemos tener miedo de la bondad, más aún, ni siquiera de la ternura.
Y aquí añado entonces una ulterior anotación: el preocuparse, el custodiar, requiere bondad, pide ser vivido con ternura. En los Evangelios, san José aparece como un hombre fuerte y valiente, trabajador, pero en su alma se percibe una gran ternura, que no es la virtud de los débiles, sino más bien todo lo contrario: denota fortaleza de ánimo y capacidad de atención, de compasión, de verdadera apertura al otro, de amor. No debemos tener miedo de la bondad, de la ternura.(...)

martes, 19 de marzo de 2013

SAN JOSÉ, FIESTA DE FAMILIA



El Patrocinio de san José sobre la Iglesia y los Papas 
 
En 1870, en unos momentos especialmente difíciles para la Iglesia y por petición expresa de los Padres del Concilio Vaticano I, el Papa Pío IX proclamó a san José Patrono de la Iglesia universal. El Papa Francisco tiene una especial devoción al Custodio de la Sagrada Familia, en cuya solemnidad, hoy, celebrará la Misa de inicio de su pontificado.  
San José, cuida de la Iglesia.
Por Teófanes Egido director del Centro Josefino Español
 
La misión de san José en la Iglesia tardó en ser reconocida oficialmente. Y, si bien es cierto que tarde, el reconocimiento eclesial de san José llegó de forma estupenda con la proclamación solemne de su patrocinio sobre la Iglesia universal. La verdad es que la concesión del título singular y expresivo se debió sobre todo a un Papa y a las circunstancias tan especiales, casi trágicas, de la Iglesia por aquel año de 1870. El Papa, ferviente devoto de san José, era Pío IX; y el momento eclesial, uno de los más críticos de su historia: justamente en el segundo semestre del año, el Concilio Vaticano I tenía que ser aplazado para no reanudarse ya. Y es que, por avatares de la guerra entre Francia y Prusia, y por el proceso de la unidad de Italia, el Papa se había quedado sin dominios territoriales, sin su mermado ejército, sin la Urbe y, como decía él mismo, prisionero en el mermado reducto romano.
En aquel clima de temores y de miedos apocalípticos, Pío IX se hizo eco de las peticiones de los fieles, de las elevadas por los Padres conciliares, y, justamente en la fiesta de la Inmaculada de 1870, declaró a san José Patrono y abogado de la Iglesia, para que cuidara de ella, en aquellos tristísimos tiempos, como cuidó de su familia de Nazaret, verdadera y primera Iglesia naciente.
La decisión pontificia tuvo efectos inmediatos y permanentes. Comenzaron a abundar Congregaciones religiosas llamadas de san José y de la Sagrada Familia; fueron más frecuentes aún los nombres de José impuestos en los bautismos; se dedicaron al santo cofradías, asociaciones, parroquias e iglesias; se escribieron libros de alta teología y de piadosa devoción en un movimiento creciente hasta el Concilio Vaticano II.
Los Papas, todos, manifestaron su devoción con gestos eclesiales. León XIII, en la fiesta de la Asunción de 1889, publicaría la primera (y única hasta ahora) encíclica josefina, la Quamquam pluries, con la oración más popular: A vos, bienaventurado san José, y con clara intención social, al igual que la autorización de la fiesta de la Sagrada Familia. Pío XII, también con sentido social, instituyó la fiesta de San José Obrero en 1955.
Juan XXIII no sólo incluyó el nombre de san José en la misa (en el Canon, en 1962), sino que también se atrevió a declarar al santo como Patrono del Concilio. Lo hacía poco antes de su inauguración en un documento cálido y, con palabras sencillas y profundas a la vez, lo llamaba «cabeza augusta de la Familia de Nazaret y protector de la Santa Iglesia». Y oraba: ¡Oh, san José, invocado y venerado como protector del Concilio Ecuménico Vaticano II!
En el centenario de la encíclica de León XIII, Juan Pablo II publicaba, en agosto de 1989, su Exhortación apostólica Redemptoris custos -Custodio del Redentor-. Es, indudablemente, el documento pontificio más extenso y más profundo, rebosante de Evangelio, de teología, de sensibilidad, en el que se expone la misión de san José en la Iglesia en consonancia con la que tuvo como cuidador de Jesús.
En cuanto a la dedicación de templos al protector de la Iglesia como efecto inmediato de la proclamación de su patrocinio, el más hermoso de todos ellos quizá sea el de Antonio Gaudí a la Sagrada Familia. En noviembre de 2010, Benedicto XVI lo consagraba en persona en unas jornadas inolvidables. Y confesaba que «la alegría que siento de poder presidir esta ceremonia se ha visto incrementada cuando he sabido que este templo, desde sus orígenes, ha estado muy vinculado a la figura de san José. Me ha conmovido especialmente la seguridad con la que Gaudí, ante las innumerables dificultades que tuvo que afrontar, exclamaba lleno de confianza en la divina Providencia: San José acabará el templo».
En estos días, la Iglesia ha vivido la situación singular de un Cónclave celebrado no por la muerte del Papa, sino por la renuncia de este gran devoto de san José: Benedicto XVI. Es seguro que la mirada buena del protector cuidará también del nuevo Papa Francisco.
El Papa Francisco tiene gran devoción por san José. Que los Laicos de Nazaret vivamos hoy con gozo su fiesta.
 

domingo, 17 de marzo de 2013

LAS DEVOCIONES Y EL HABLA DEL PAPA


DEVOCIÓN A SAN JOSÉ  Y A NTRA. SRA DESATANUDOS
 


Qué ilusión leer que el Papa tiene una gran devoción por San José. Y será “entronizado” – qué palabra fea, por Dios- el día de la solemnidad del Patrono de la Iglesia. Todo un signo.
Y, por supuesto,  es gran devoto de María. Pero tiene particular devoción por La Virgen Dasatanudos, un nombre casi desconocido en España. María se representa en esta devoción, como aquella que desata los nudos del pecado y, en menor escala, de cualquier dificultad que a Ella se encomiende. Dicen que la devoción nació de alguien que hizo pintar a María desatando unos nudos para representar que María había quitado los obstáculos que amenazaban su matrimonio. A partir de ahí, gozó de enorme popularidad. Parece que la advocación es originaria de Alemania y que el Papa Francisco la introdujo en Argentina. Sea como sea, es muy conocida en Latinoamérica.  Que María le desate todos los nudos que encontrará…
QUÉ LINDO EL PORTEÑO, CHE.
DIOS TE PRIMEREA
"La experiencia religiosa es el estupor de encontrarse con Alguien que te está esperando. Desde ese momento sabes que Dios te primerea. Uno lo está buscando, pero Él te busca primero. Uno quiere encontrarlo pero Él nos encuentra primero".  (Papa Francisco hablando de su vocación)

MADRE Y ADÚLTERA



No se fue. No huyó de Él. Y la vida le cambió.
Esa mujer anónima, conocida sólo por la fea etiqueta de su pecado, adúltera, fue arrastrada con violencia hasta Jesús. Pero en el momento en que todos, comenzando por los más viejos, se fueron, ella, en un estallido de libertad, se quedó:
“Quedó solo Jesús, con la mujer, en medio, que seguía allí delante”
Jesús, agachado, no la hubiera retenido si ella, al marchar el último de sus acusadores, hubiera emprendido la carrera. Pero ella es mujer y actúa escuchando su corazón. Aquel hombre no la ha mirado aún pero ya sabe que es su salvador. La gratitud la retiene, sí. Pero no sólo eso. Si yo hubiera estado en lugar de esa mujer también hubiera esperado una mirada…
Y Jesús la mira. Y al mirarla, la embellece. La llama “Mujer”. ¡Como a su madre María!. Su dignidad ha sido restablecida por la mirada de Jesús.
Se adivina cierta sorna en la pregunta de Jesús. ¿Dónde están los que hace un momento armaban tanto alboroto?. A partir de ahí, surge la más bella palabra:
“Tampoco yo te condeno. Anda y en adelante, no peques más”.
Escribo estas líneas pensando que mañana, nuestro flamante Papa Francisco vive su primer domingo como Papa. Dicen que ha escogido el nombre de Francisco no sólo por su amor a la pobreza y sencillez, sino porque tiene muy presente el mensaje de Dios a Francisco en la ermita de San Damián: “Francisco, repara mi iglesia”
No sé qué dirá el Papa sobre este evangelio. Pero es fácil ver en esta mujer pecadora el vivo reflejo de la Iglesia. Es fácil percibir en esta adúltera la imagen de nuestra madre Iglesia. Salpicada por escándalos y pecados, apedreada por los medios de comunicación, el Señor sigue mirándola con infinita ternura y amor. Y lo único que debe hacer la comunidad cristiana es mirar a su Señor. Y dejarse mirar por Él. También el Papa tendrá que aprender a mirar con ternura cosas, y quizá personas y hechos,  que no le gustarán. Y exhortar sin condenar a la persona.
La Iglesia debe escuchar cada día a Cristo que nos dice “vete y en adelante no peques más” . Que el Espíritu nos ayude a ello. Para que toda la comunidad eclesial pase del adulterio a la plenitud de amor  esponsal.