viernes, 26 de julio de 2013

XVII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO



Estaba él orando en cierto lugar y cuando terminó, le dijo uno de sus discípulos: «Señor, enséñanos a orar, como enseñó Juan a sus discípulos.» Él les dijo: «Cuando oréis, decid:
Padre, santificado sea tu Nombre, venga tu Reino, danos cada día nuestro pan cotidiano, y perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe, y no nos dejes caer en tentación.»
Les dijo también: «Si uno de vosotros tiene un amigo y, acudiendo a él a medianoche, le dice: `Amigo, préstame tres panes, porque ha llegado de viaje a mi casa un amigo mío y no tengo qué ofrecerle', y aquél, desde dentro, le responde: `No me molestes; la puerta ya está cerrada, y mis hijos y yo estamos acostados; no puedo levantarme a dártelos', os aseguro que si no se levanta a dárselos por ser su amigo, se levantará para que deje de molestarle y le dará cuanto necesite.
«Yo os digo: Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá. Porque todo el que pide, recibe; el que busca, halla; y al que llama, le abrirán. ¿Qué padre hay entre vosotros que, si su hijo le pide un pez, en lugar de un pez le da una culebra; o, si pide un huevo, le da un escorpión? Si, pues, vosotros, aun siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan!»
Lucas 11, 1-13

El evangelio de este domingo forma una unidad con el del domingo pasado: en la escena de Marta y María se nos enseña a escuchar a Dios. Hoy se nos urge a hablar con Él. Escucharle y hablarle es orar. Y la oración es el centro nuclear del creyente. Si no hay oración no puede hablarse de fe.
En el trasfondo del fragmento de este domingo, la Trinidad. Jesús señala al Padre (nunca a sí mismo) y el Padre nos regala el Espíritu. La Iglesia debería mejorar su catequesis sobre la vida Trinitaria pues Jesús es el Camino que lleva a la Verdad (la Trinidad) que es la única que puede darnos Vida. Nos hemos enamorado del Camino (Jesús) pero hay que saber que conduce a una mayor plenitud.  

JESÚS, TESTIMONIO.

Lo que se admira se imita. Si algo convence, atrae y llama es el testimonio. Y la oración de Jesús despierta en sus amigos la sed de orar. Estas líneas del evangelista sirven para subrayar la única metodología pastoral que Jesús avala: el ejemplo de vida. Lo demás es estéril.

LA ORACIÓN

Comentar el padrenuestro es como explicar una obra de arte: lo puedes intentar pero sabes que nada puede definir la belleza. Me amparo en Tertuliano: “El padrenuestro es el resumen de todo el Evangelio”. O si lo leemos del revés, para intuir el padrenuestro hay que recorrer una y otra vez todas y cada una de las páginas del evangelio, que son su glosa.    
¿Y qué nos dice ese evangelio? Jesús nos da la buena noticia de que Dios es nuestro Abba, palabra que mal traducimos por el solemne “Padre” cuando en realidad es algo así como “papi, papito”.
En la primera parte de esta oración, que es seña de identidad del cristiano, se nos sumerge en el ámbito divino: la santificación del Nombre de Dios, su Reino, la Voluntad divina…¡Menos mal que, ante el misterio – pues nada entendemos de eso- vamos de la mano de “papito”!. Y de la mano de todos los hermanos…
La segunda parte mira la condición humana. Y sabemos que debemos pedir el pan, fuerzas para perdonar y no caer en tentación y que Dios, que nos lleva de la mano, aparte con su mano poderosa, al Malo cuando se cruza en nuestro camino.  
Rezar el padrenuestro implica tener corazón de hijo y hermano. Implica conocer nuestra pequeñez. Pero en definitiva, rezar el padrenuestro significa lanzar un ancla al cielo: voy rezando ahora,  lo que ahora no entiendo y celebraré en esa Vida que se nos ha prometido.
Obviamente, Jesús no enseñó el padrenuestro como una fórmula (algo a lo que con frecuencia lo reducimos…) ni lo enseñó en un día. La “construcción” de esa oración es obra de los evangelistas. Jesús enseñó lentamente qué significa tener a Dios por Padre, qué implica saberse hermanos, qué debemos conocer de nosotros mismos…
Sólo si vivimos en verdad nuestra oración es auténtica.   


UNA PARÁBOLA Y UNA COMPARACIÓN

Además de enseñar la actitud precisa para orar, Jesús señala el poder de la oración “insistente”. Qué bien decía San Agustín que “la oración es la debilidad de Dios y la omnipotencia de la persona”…
Jesús enseña mediante parábolas y comparaciones. Aquí nos presenta la del amigo inoportuno pero tenaz y la del padre que, por serlo, es incapaz de dar a su hijo nada que no le sea bueno. 
Fijémonos en la parábola que, tras los tres panes, esconde también tres personas: el que pide, el que duerme y el (invisible) que ha llegado a casa de quien no tiene panes. Todo un juego de relaciones en el que podemos ver al Espíritu en ese que clama al Abbá golpeando a la puerta, al padre, único Dador y Señor de la casa, y a Jesús pobre que nos pide ser acogido.  Una preciosa imagen de la Trinidad…

Con estas dos realidades humanas – de amistad y paternidad-Jesús nos enfrenta a la oración. Y por si no lo “pillamos” nos lanza varias “logion” o sentencias: Pedid, buscad, llamad…
Tres imperativos de Jesús que nos señalan como “seres carenciales”, seres necesitados. La referencia oculta a Dios (“se os dará” es una manera respetuosa del mundo hebreo de decir “Dios os dará”) nos prepara para el final de este fragmento.

LA IMAGEN DEL ARQUERO

Cada vez que rezo el padrenuestro lanzo una flecha incendiada al cielo.  Es pequeño el fuego pero basta para inflamar la antorcha e inaugurar la fiesta del Reino.
Cada vez que rezo el padrenuestro intento que mi corazón acompañe la flecha para clavarme en el Misterio de Dios: quiero conocer su Nombre – aspiración siempre insatisfecha- participar en su reino, hacer su Voluntad…
Cada vez que rezo el padrenuestro miro mi propia fragilidad y suplico pan, perdón y protección. ¿Qué debe pedir mi fragilidad? ¿Qué debemos pedir a Dios? ¿Qué debemos buscar? ¿Un trabajo? ¿Salud? ¿La paz familiar? Todo eso se puede pedir pero es la “añadidura”, la propina que Dios nos regala a quienes buscan el Reino.
Lo que realmente quiere dejarnos Dios es su Espíritu. Y ese es el fin último de la vida espiritual: la vida según el Espíritu.
La imagen del arquero me remite de nuevo a la Trinidad: persona, arco y flecha inflamada forman un todo.
Que mi oración me ayude a vivir la Olimpiada del Espíritu.


domingo, 21 de julio de 2013

IMAGEN DEL HIJO


Me lo contaba con lágrimas en los ojos y, pese a todo, un brillo en ellos que les daba vida. Mi amigo perdió a su hijo hace poco en un trágico accidente. Un padre, me decía, nunca se rehace de un golpe así…pero…
Intuí que me iba a abrir su corazón y me asombró un poco ese pero. Es hombre de familia, tiene cuatro hijos – uno ya en el cielo – y varios nietos. Del hijo fallecido le queda un nieto adolescente, casi joven.
Ahora – me decía- lo miro de manera distinta. No me había dado cuenta pero es el vivo reflejo de su padre. Tiene sus mismos ojos, ¡su misma risa! No sé si me lo imagino pero hasta tiene sus mismas manías en la comida. Es como si lo volviera a tener en casa, otra vez joven…No quiero hacer diferencias con mis nietos pero éste me llega al corazón…es como abrazar a mi hijo otra vez…reñirlo otra vez (el otro día tuve que hacerlo y Dios sabe lo que me costó), enseñarle de nuevo lo que ya enseñé a mi hijo…Mi hijo ha muerto, sí. Pero cuando Jordi entra por la puerta es como si entrara de nuevo mi hijo…
Sin saberlo mi amigo me explicaba qué es ser cristiano. Algo tan simple como vivir de manera que el Padre vea en nosotros a su Hijo Amado. Que le llegue al corazón nuestra fisonomía, nuestra risa, nuestra manera de mirar. Que su Hijo clavado en cruz viva en nosotros porque tenemos sus mismos sentimientos, su estilo de vida, hasta sus mismas “manías”. Que cuando el Padre nos mire, su corazón se sienta consolado porque Jesús vive en nosotros y su sangre no ha sido derramada en vano.

Entiendo a mi amigo, sí. Pero ahora entiendo más cómo debo vivir. Para que cuando yo entre por la puerta sea como si entrara de nuevo Jesús.