jueves, 6 de octubre de 2011



UNA BUENA CATEQUESIS




miércoles, 7 de septiembre de 2011





UNA PARÁBOLA DE NUESTRA ORACIÓN


Entre tantas cosas que recibe una por correo, sólo alguna me hace pensar, me conmueve o me hace reír. La primera vez que visioné este video de un bebé leyendo me reí con tanats ganas como lo hace - sin que se le vea- su padre. La niña no sabe lo que hace, ni mucho menos lo que dice pero sabe que complace a su padre y vuelve a la carga una y otra vez con gran seriedad.


Lo vi, me reí...y debió quedar en mi inconsciente porque al día siguiente en el rato que guardo para el Señor, sentada en un banco de la capilla, supe de pronto que yo era como ese bebé. A veces no sé lo que me digo, no sé lo que hago, ni mucho menos entiendo qué me dice la Palabra de Dios. Pero me bastaría con que mi oración hiciera reír a carcajadas a Dios, le alegrara la mañana y, encima, presumiera de hija como hace el papá de esta bebé.


Y creo que muchas veces Dios se debe divertir con nuestras oraciones, con nuestras peticiones, con nuestra vaga idea de que hemos hecho oración. Me gusta pensar que Dios pueda reírse de mí con tanto amor. Yo no voy a dejar de "leer" para Él lo que deseo, lo que me preocupa, o que me encanta...bla bla bla...bla..bla...bla...Voy a seguir con mi oración sabiendo que todo da igual. Todo excepto una cosa: alegrarle el día a Dios.



jueves, 21 de julio de 2011



LOS DEFECTOS DE JESÚS, MARÍA Y JOSÉ


Durante muchos años hemos vivido, creo, de un cliché estático de las tres figuras de Nazaret. Aunque parezca sorprendente quizá el que ha escapado más al cliché es Jesús: lo vemos gozoso, lo vemos llorar la muerte de un amigo, enfurecerse con los vendedores del Templo, acariciar niños...En cambio a María, la Llena de Gracia, la concebimos así, siempre llena, siempre en plenitud. Como si se hubiera quedado en el momento de la Anunciación, ese que podríamos llamar su “momento fundante”. O la vemos en la cruz, dolorosa y fiel. A José lo llamamos – cuando nos acordamos- el varón “justo”. Y ya.
Leí recientemente un artículo que me hizo mucho bien porque desmontaba paso a paso una idea que tenemos muy arraigada: la santidad equivale a perfección. Y parece, decía el autor, que ser santo es algo tan simple como dejar pasar la Luz de Dios a través de tu vida, con la psicología que tengas. De la misma manera que un vino excelente puede beberse en una copa de cristal de bohemia o en una copa comprada en un bazar, Dios se sirve de toda persona para manifestarse. Ha habido santos impacientes, con mal genio, tozudos...ha habido santas que somatizaban sus angustias, hipersensibles o excesivamente temerosas o audaces. Y murieron con esas particularidades, con esos defectos que eran propios de su psicología. Pero fueron santos.
Imaginar que José, María y Jesús no tienen sus fallos humanos, sus “defectos” es negarles, en cierto modo, la posibilidad de ser humanos. Si el verbo de Nazaret es “crecer” y ya desde el principio son “perfectos”...¿no nos estamos alejando de entender radicalmente que Dios se hizo carne? ¿que Dios acepta ser sujeto de perfección, que María y José tienen un camino que andar? Tener defectos es propio de la naturaleza humana y es, también, camino de santidad. Asumir los propios y los ajenos nos hace semejantes a Dios, nos acerca a su corazón misericordioso.
Me impresionó que Rita Levi-Strauss, premio Nobel de medicina, hiciera, hace muchos años, un serio y científico elogio de la imperfección. Según ella, sólo las especies que nacieron casi perfectas no han evolucionado. El escarabajo de hoy día es un organismo igual al del escarabajo de hace millones de años. En cambio, continua la científica, la persona ha evolucionado muchísimo desde su aparición en la tierra. Porque no era perfecta. Así que, con todos los respetos, como no pienso tratar a la Sagrada Familia como una especie casi perfecta incapaz de evolución he reflexionado sobre sus defectos. No es incompatible con la concepción inmaculada de María y José el pensar que la Virgen pudiera ser impaciente, que José pudiera estallar a veces y que el Niño Jesús, tres veces santo, pudiera ser tozudo como una mula. ¡Qué poco respeto, dirán algunos! Pero imaginarlos asumiendo también su fragilidad humana me reconcilia con la mía y aleja de mí la tentación, tan frecuente, de calibrar si voy mejorando o no, si supero o no ciertos límites, defectos o debilidades.
Hace muchos años me dijo un sacerdote: moriremos inmaduros. Me pareció un afrase bonita. Hoy, cada vez la descubro, la sé más cierta.
Pero lo importante es que aún con defectos, ni José ni María ni Jesús obstruyeron nunca la Luz. Ellos fueron el ventanal por el cual entró Dios a raudales. Y, siguiendo la imagend e ese artículo que tanto me gustó, la Luz puso de relieve sus desconchones humanos. Por algo, y no sólo por temor santo de Dios, habla María de su pequeñez.
Es posible imaginar pues que María pudiera ponerse nerviosa con lo que le costaba a José cobrar un encargo, un trabajo realizado. La vemos enfadada cuando el niño desobedece y se queda en el Templo. Cabe pensar que José se pelearía alguna vez con Dios, que tan complicada carga le había encargado custodiar.
El evangelio dice muy claro que Jesús crecía. Maduraba, vencía defectos y límites. Pulsiones, tendencias y sombras. Dice también que María no entendía y meditaba esas cosas en su corazón. ¿Pediría alguna vez cuentas a Dios?
Lo cierto es que nada de esto está reñido con la santidad. La santidad se acerca al concepto de plenitud; tanto da, decía Teresa de Lisieux, si eres un vaso como un dedal. Los tres son personas plenificadas. Se saben tierra sagrada de Dios y, por lo mismo, se aman y aceptan tal cual son.
Los tres dicen habitualmente, como Jesús en Getsemaní: no mi voluntad sino la tuya.
¡Qué buena noticia pues la de Nazaret!
No tengo que ser un vaso perfecto, una ventana nueva, una tierra sin un pedrusco...Basta que me deje llenar de Dios, que deje pasar su Luz, que me deje sembrar por Él.
Que no me pide la perfección sino la santidad.

martes, 19 de julio de 2011



IMÁGENES DE NAZARET: LA LEVADURA



En las casas se ve poco la levadura. Antes, cuando el pan se amasaba en cada hogar era de uso frecuente. María lo usó en muchas ocasiones ante los ojos asombrados del niño Jesús que pareció aprender para siempre la lección de la enorme capacidad que tiene lo pequeño para transformar lo grande.
Nazaret es levadura del mundo, sí. Pero si nos fijamos en el aspecto externo de la levadura no podemos decir que revista especial belleza. Es algo insignificante y de hecho son hongos microscópicos unicelulares, aunque eso, desde luego, no lo sabía Jesús. Esos pequeños hongos tienen una enorme fuerza interior para fermentar; pero ese proceso ocurre al descomponerse, al “morir”. La idea de morir para dar fruto, para resucitar, para nacer a nueva vida la aprendió Jesús en su hogar desde muy pequeño y con cosas y hechos muy simples que él leyó como Palabra de su Padre. En efecto, ante los ojos de Jesús niño ocurría el milagro diario: su madre hacía una masa e introducía un poquito de levadura. En realidad, había dos milagros:el del fermento de la masa y el hecho de que Jesús niño se percatara de un milagro tan chiquito y aprendiera así, para siempre, cual es el estilo del Padre. Pareciera que, definitivamente, Jesús se enamoró en Nazaret de lo pequeño.
Lo pequeño, lo anónimo, lo irrelevante – los niños, la sal, el grano de mostaza, la levadura...- le sirve a Jesús, en su vida adulta, para explicar la grandeza del Reino. Un Reino que, sin lugar a dudas, es hogar.
El hogar de Nazaret es hogar de pequeños. María lo proclama en su Magnificat: ha mirado la pequeñez de su sierva. De estas palabras se hará eco Jesús en lo que conocemos también como su Magnificat: el Padre ha escondido estas cosas – las de Dios- a los sabios y las revela a los pequeños, a los humildes. José, simplemente, actuará como niño que se abandona en su Padre.
El hogar de Nazaret es levadura del mundo.La levadura no es fea, es común, anodina. Su enorme fuerza está en lo interior. Y para que esa fuerza se revele hay una condición: debe ocultarse. Oculta pero no inactiva. Así es la vida de Nazaret.
Normalmente vivimos buscando el protagonismo, alejándonos de Nazaret al pretender que nuestra opinión sea valorada, que nuestros hechos sean aceptados y aplaudidos. Desde ese paradigma nuestra vida se convierte en la semilla que cae en terreno pedregoso: estéril y destinada a la muerte.
Ser de Nazaret es reconocer que Dios es levadura, potencia omnipotente. Él es quien transforma el mundo, quien acrecienta el bien, sostiene la espernaza, anima al decaído, fortalece al débil, apaga la sed el caminante. Él está haciendo germinar, Él fermenta nuestro corazón hasta ensancharlo, acrecentarlo, expandirlo.
¿Tenemos la mirada limpia de Jesús para darnos cuenta del milagro diario que sucede en nuestras vidas y en nuestro mundo?
Si el hogar de Nazaret se convirtió en levadura del mundo que aún hoy sigue actuando es porque los Tres dejaron que Dios introdujera en su ser la levadura de la divinidad. Y así, los Tres se convirtieron en la más viva imagen de la Trinidad del Cielo.
Es eso lo que ocurre: Dios no se impone, no fuerza. Pero una vez se le abren de par en par las puertas del corazón...nada vuelve a ser igual.
La Belleza, esplendor de la Verdad, empapa las vidas de quienes van por el mundo, como Jesús, María y José, con Dios en su corazón. Son vidas luminosas en las que Dios, oculto pero no inactivo, actúa incluso cuando no se percibe.
Vayamos a Nazaret. Allí se aprende el valor infinito de lo pequeño, de lo anónimo, de lo común.

lunes, 13 de junio de 2011


LLEVA TUS SENTIDOS A NAZARET (II)

OÍR



Si será importante este sentido que es aquel por el cual recibimos la fe. Se nos ha explicado, se nos ha hablado de Jesús, de las verdades reveladas. María escuchó lo que el ángel le decía, José lo oyó también en sueños. Sólo después vino el “Hágase” que cambió el mundo. Ambos, judios de raza y corazón, se habían forjado en la oración judia por excelencia, el Shemá:
Escucha Israel
El Señor es tu único Dios...

Oír no siempre nos lleva a escuchar. Vivimos inmersos en el ruido y hemos aprendido a defendernos. Tanto, que ha nacido un serio problema: hoy son muchos los jóvenes que tienen miedo al silencio. Y si Jesús “crecía” es porque vivía inmerso en un silencio que acabó siendo sonoro. De hecho, Jesús es la Palabra porque fue engendrado y creció en el Silencio. Sin él no hay posibilidad de trasmisión.
En Nazaret, dijo Pablo VI, se aprende una lección de silencio. El silencio es

“esta condición admirable e indispensable del espíritu, cuando nos encontramos envueltos en tantos clamores y gritos provenientes de esta ruidosa e hipersensibilizada vida moderna. Silencio de Nazaret, enséñanos el recogimiento, la interioridad, la disposición para escuchar las inspiraciones y las palabras de los verdaderos maestros; enséñanos la necesidad y el valor de las preparaciones, del estudio, de la meditación, de la vida personal e interior, de la plegaria que Dios ve en lo secreto.”(Homilía del Papa Pablo VI en la Iglesia de la Anunciación. Nazaret, 5-1-64.)

Sólo las obras preñadas de silencio, las engendradas en el silencio pueden alcanzar valor. Silencio precisa un artista para componer. Y silencio necesita la persona humana para componerse. Sólo el silencio permite preguntarse, explorar respuestas. Sólo el silencio nos equilibra.
Por eso Nazaret es silencio que enseña a escuchar. Con el oído físico, con los oídos del alma. Jesús niño escuchó en silencio todo aquello que de mayor convirtió en palabra.
El silencio, que debería ser un don, se convierte en una conquista que muchos no desean alcanzar. Y no obstante, todo niño, como Jesús, debería tener derecho a su “rincón” para pensar, para estar solo, para leer. Con frecuencia esa intimidad es avasallada por mil artilugios – juguetes, música estridente- que consiguen que el niño no aprenda, no experimente su propia interioridad. El resultado es que vamo sedientos y sedientos de ser escuchados pero hay pocas personas que sepan escuchar. Y esas son las que no sólo no huyen del silencio sino que lo preservan como el tesoro que es.
De José, el hombre que escuchó la voz del ángel, el silencio del misterio del cual participaba, el niño del cual era custodio, no tenemos ni una sola palabra. Su clima habitual es un silencio tan rico que es un continuo monólogo interior con Dios. Por eso, hasta cuando sus sentidos duermen, su corazón vela, escucha a Dios. Como dijo Pablo VI, hombre de silencio y palabra certera “el silencio es la actividad profunda del amor que escucha”.
De María el evangelista repite una y otra vez que “guardaba todas estas cosas en su corazón”. Posiblemente no entendía cómo tenía entre sus brazos la zarza ardiente, cómo la tenía en casa. Pero con respeto sagrado – y eso implica silencio- meditaba cuánto vivía porque Dios se iba manifestando día a día y era preciso estar atento.
De Jesús no se nos dice nada. Pero se nos dice mucho porque se nos dice que “crecía en edad, sabiduría y gracia” y ese es el fruto directo del silencio. Sólo el silencio alimenta el alma y la hace crecer.
Por eso es preciso ir a la escuela de Nazaret para aprender esa lección de silencio. Hay que acallar las preguntas que nos invaden y convierten el corazón en un mercado – qué hay que hacer, adónde voy ahora, a quién tenía que llamar...- para permitir que emerjan las auténticas preguntas del corazón, aquellas que toda persona, por el hecho de serlo, lleva sembradas en lo más hondo. Preguntas por el sentidod e la vida, la misión, la Voluntad del Padre. Preguntas por la felicidad, la vida, la muerte, el amor...
Sólo así podemos colaborar con Dios en nuestra propia felicidad. El gran escultor vasco Eduardo Chillida dice “Es estando “a la escucha” de lo que quiere salir que sale algo. No sale lo que yo quiero”
Dios, cuando nos habla, tiene para cada uno un “tono” especial. Por ese tono le reconoce María, que llora junto al sepulcro: ¡María! Y la vida de esa mujer que no había visto en Jesús más que un hortelano cambia cuando escucha su nombre en boca de Jesús.
Es preciso acudir al silencio del Sagrario, forja de grandes apóstoles. Allí está el Maestro y nos llama. “Mira, estoy a la puerta y llamo. Si alguien me escucha y abre la puerta entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo” (Ap 3,20)
Nuestro oído interno se afina con horas de silencio.Si queremos ser de Nazaret, si queremos ser de la familia de Jesús, es preciso escuchar: Mi madre y mis hermanos son los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen (Lc 8,21)
Resulta claramente significativo que cuando una mujer alaba espontáneamente a María por ser la madre de tal Hijo, Jesús corrija y resitúe la importancia de María que no le viene de haber engendrado a Jesús sino de haber escuchado siempre la Palabra de Dios (Lc 11,28). Algo que todos estamos llamados a hacer.

sábado, 7 de mayo de 2011


RECORDAR MÁS A JESÚS


El relato de los discípulos de Emaús nos describe la experiencia vivida por dos seguidores de Jesús mientras caminan desde Jerusalén hacia la pequeña aldea de Emaús, a ocho kilómetros de distancia de la capital. El narrador lo hace con tal maestría que nos ayuda a reavivar también hoy nuestra fe en Cristo resucitado. Dos discípulos de Jesús se alejan de Jerusalén abandonando el grupo de seguidores que se ha ido formando en torno a él. Muerto Jesús, el grupo se va deshaciendo. Sin él, no tiene sentido seguir reunidos. El sueño se ha desvanecido. Al morir Jesús, muere también la esperanza que había despertado en sus corazones. ¿No está sucediendo algo de esto en nuestras comunidades? ¿No estamos dejando morir la fe en Jesús?
Sin embargo, estos discípulos siguen hablando de Jesús. No lo pueden olvidar. Comentan lo sucedido. Tratan de buscarle algún sentido a lo que han vivido junto a él. «Mientras conversan, Jesús se acerca y se pone a caminar con ellos». Es el primer gesto del Resucitado. Los discípulos no son capaces de reconocerlo, pero Jesús ya está presente caminando junto a ellos, ¿No camina hoy Jesús veladamente junto a tantos creyentes que abandonan la Iglesia pero lo siguen recordando?
La intención del narrador es clara: Jesús se acerca cuando los discípulos lo recuerdan y hablan de él. Se hace presente allí donde se comenta su evangelio, donde hay interés por su mensaje, donde se conversa sobre su estilo de vida y su proyecto. ¿No está Jesús tan ausente entre nosotros porque hablamos poco de él?
Jesús está interesado en conversar con ellos: «¿Qué conversación es ésa que traéis mientras vais de camino?» No se impone revelándoles su identidad. Les pide que sigan contando su experiencia. Conversando con él, irán descubriendo su ceguera. Se les abrirán los ojos cuando, guiados por su palabra, hagan un recorrido interior. Es así. Si en la Iglesia hablamos más de Jesús y conversamos más con él, nuestra fe revivirá.
Los discípulos le hablan de sus expectativas y decepciones; Jesús les ayuda a ahondar en la identidad del Mesías crucificado. El corazón de los discípulos comienza a arder; sienten necesidad de que aquel “desconocido” se quede con ellos. Al celebrar la cena eucarística, se les abren los ojos y lo reconocen: ¡Jesús está con ellos!
Los cristianos hemos de recordar más a Jesús: citar sus palabras, comentar su estilo de vida, ahondar en su proyecto. Hemos de abrir más los ojos de nuestra fe y descubrirlo lleno de vida en nuestras eucaristías. Nadie ha de estar más presente. Jesús camina junto a nosotros.

José Antonio Pagola

lunes, 2 de mayo de 2011




LLEVA TUS SENTIDOS A NAZARET



Si el conocimiento humano se alcanza a través de los sentidos, qué duda cabe que el conocimiento de Dios recorre otros caminos por los que, sin embargo, deben peregrinar nuestros sentidos. Ellos se muestran pobres, deficientes para alcanzar la sabiduría divina pero, paradojicamente, sólo si los conducimos por el camino del Misterio se purifican, transfiguran y nos alcanzan otra mirada: la de la fe.

“Dudan los sentidos
y el entendimiento,
que la fe lo supla”

Es el maravilloso "Tantum ergo" que cantamos mirando un pan que ya no es pan sino Presencia.
Para quien vive en Nazaret es preciso dejar que Jesús María y José eduquen los propios sentidos. En ese hogar santo se entra con alma de discípulo, corazón de enamorado, respeto de hijo y libertad que se entrega. Ellos, los Tres, mirarán mis huesos resecos, y me preguntarán como en la visión de Ezequiel:
- “¿podrán revivir estos huesos?” (Ez 37,3)
Y si me abandono, si dejo que los Tres reeduquen mi mirada torcida, mi paladar hastiado, mi oído endurecido, mi tacto insensible, mi olfato deficiente, si me entrego como Desideria, si doy mis sentidos, seré recreada. Y nacerá una nueva persona
Sólo entonces podremos decir:
“Os anunciamos a Aquel que existía desde el principio, a Aquel que hemos oídos, a Aquel que nuestros ojos han visto, que hemos contemplado y tocado con nuestras manos. Os hablamos del que es la Palabra de vida” (1Jn 1,1)


VER

¡Cuánto miramos y qué poco vemos! Nuestros ojos necesitan colirio (Ap 3,18) para poder ver, contemplar, atisbar el Misterio que se desgrana día a día en nuestras vidas. Lo primero, lo esencial, lo que se aprende con tan solo curzar el umbral de Nazaret es que Dios nos mira. Y esa mirada nos da conocimiento interno, aceptación, gozo desbordante. María es la primera en cantar: “Ha mirado la pequeñez de su esclava” Tantos complejos, tantos corazones heridos, encontrarían su sanación si se sintieran mirados por Dios. Porque el mirar de Dios es amor. Y cuando nos miran con amor la vida se fortalece en nosotros, nos sentimos amados y somos capaces de amar. Es más: aprendemos a mirar como Él que es lo que José y María hicieron siempre.
En los relatos evangélicos aparece con frecuencia el tema de la mirada.Los apóstoles tienen los ojos cansados en momentos de crucial importancia: en el Tabor, en Getsemaní. Se duermen. Dan ganas de sacudirlos si no fuera porque son nuestro vivo reflejo. También nosotros andamos adormilados, mirando sin ver. Nazaret es mirada atenta a la pequeñez que revela la Gloria del Padre. Es saber ver los lirios del campo, las aves del cielo, el caminante que necesita un vaso de agua, el leproso que pasa.
Y sólo ve, quien vive en la Luz. Esa Luz que no se ve pero nos envuelve – lo queramos o no- se levanta vencedora sobre las tinieblas. Cuando abrimos el periódico, cuando vemos las noticias, parece mucho el poder de las tinieblas. Ante tanto poder un hogar, el de Nazaret, se convierte en faro ético para todo el mundo, también para los no creyentes.
Los evangelistas también nos hablan de ojos cerrados, los de los ciegos. Imagino que Jesús pasaría ante muchos ciegos. Pero sólo alguno gritó con fuerza: ¡Señor, que vea!
Esa es la pregunta que me hará José, que me hará María o Jesús: ¿deseas realmente ver? Porque ver no es cómodo y menos ver “desde Nazaret”. Porque en Nazaret se aprende a mirar lo que es invisible para el mundo, se aprende a ver a los que no aparecen, no cuentan, no existen. Nazaret, qué duda cabe, complica la vida si te lo tomas en serio. No es una devoción más. Es encarnación, redención.
En Nazaret no valen los ojos cerrados ni cansados. La voz de Jesús es exigente: velad. No durmáis porque no se puede dormir ante este mundo. El juicio final que relata Mateo es un juicio a nuestra mirada sobre el mundo: ¿cuándo te vimos hambriento, desnudo, enfermo, en la cárcel, sediento, forastero...y no hicimos nada? (Mt 25, 1)
Fijémonos en quiénes saben ver a Jesús: unos pastores, gente maleante y de poco fiar. Unos sabios extranjeros, gentiles despreciados por el pueblo elegido. Unos ancianos, Simeón y Ana. Y pocos más. Ni autoridades religiosas, ni grandes personajes, con alguna gloriosa excepción: Nicodemo que va “de noche” a “ver”. En estos personajes se hace vida la frase de Gregorio de Niza: “La verdadera visión de Dios consiste en esto: que quien levanta los ojos hacia Él nunca más deja de desearlo porque su Ser es inaccesible”. Todos nuestros sentidos están comunicados y “ver” a Dios nos produce una sed que no se apaga. Y que nos cambia porque nos hace ya eternos buscadores.
No importa si nuestra oración es reseca, si nuestra vida se mueve en la rutina. No importa si creemos estar ciegos y vivir en perenne noche. Basta que aliente en nosotros el deseo de verle:
“Veante mis ojos...pues sólo para ti quiero tenellos”
Fijos los ojos en Jesús descubrimos a su lado a José y María. Si los fijamos en María, descubrimos a Jesús y José. Si los fijamos en José, descubrimos a Jesús y María.
Y, sobre todo, descubrimos con cuanto amor me miran a mí, nueva Desideria.

miércoles, 27 de abril de 2011





FELICES PASCUAS A TODOS!! QUE LA GLORIA DEL RESUCITADO ILUMINE NUESTRO QUEHACER PORQUE..."DESDE LA RESURRECCIÓN DE CRISTO, EL CORAZÓN DEL MUNDO YA ESTÁ SANO"!





NAZARET, DÍA TERCERO



Todas las culturas tienen sus números simbólicos, números que indican más de lo que en realidad dicen. Entre nosotros, decir “mil” indica reiteración, multiplicidad y hasta un poquito de cansancio: “¡te lo he dicho mil veces”! decimos asombrados a quien se sorprende por algo o no hace caso de una indicación clara y evidente.
La cultura semítica tiene varios números simbólicos: el cuarenta, por ejemplo. Indica una larga temporada si se refiere a tiempo: el pueblo de Isarael peregrinó cuarenta años por el desierto, Jesús estuvo en el desierto cuarenta días.
También el doce y el siete están cargados de significación.
Pero un número especialmente fascinador es el tres. Y es que nuestra fe se fundamenta en el tercer día, en el día de la Resurrección. Pero ese tercer día se había iniciado mucho antes...

Entre las numerosísimas citas aburridas de la Biblia, las que legislan hasta el más mínimo detalle, se repite hasta la saciedad que para creer y validar un hecho importante se precisan dos testigos y, preferiblemente, tres. (Dt 17 ) De hecho, Jesús tiene tres testigos en el Tabor y tres en Getsemaní.
Desde ese prisma, el testimonial, me parece de gran belleza, por su veraz contundencia, mirar y contemplar la Sagrada Familia, formada por Jesús, María y José, como testigo de la Trinidad, sí, pero de forma especial como testigo de la Nueva Alianza. Ya María, con su estancia de tres meses en casa de su prima Isabel, es un claro eco del Arca de la Alianza que acompañaba a los israelitas a lo largo del desierto. Ella tiene la excepcional vocación de ser arca y testigo; José, a su lado, es testigo que acompaña. Su presencia es necesaria para hacer creíble el Misterio. No siempre se pide al testigo que hable sino que, simplemente, esté cuando se firma el pacto. Y José está “con todo su ser, con toda su alma, con todo su corazón”. Porque ha escuchado lo que Yahvé decía cuando se disponía a iniciar un nuevo Israel.
El Nuevo Israel se llamará Nazaret. Dicen algunos que el Paraíso que se describe en el Génesis no es punto de partida sino un ideal, una meta. Pues bien, lo mismo ocurre con Nazaret : es la casa a la que nos dirigimos, el hogar de toda la humanidad.
En ese hogar hay una Mujer que pone levadura en tres medidas de harina hasta que fermenta toda la masa.(Mt 13,33) Es María que entrega a su hijo al mundo.
En ese hogar se cumple la expectación de todo el Antiguo Testamento: “estén preparados porque al tercer día el Señor bajará a la montaña del Sinaí a la vista de todo el pueblo” (Ex 19,11)
Un tercer día que se inició de forma muy distinta a las teofanias veterotestamentarias: ni truenos ni relámpagos. Un anonimato total, un espeso silencio rodea el momento de la Encarnación. Y el Misterio no se da en la montaña, lugar bíblico de encuentro con Dios, sino en una aldea. Porque Dios se hace de los nuestros y usa sandalias.

El acontecimiento salvífico más importante tiene sus preludios en el Antiguo Testamento. Los tres misteriosos personajes a quienes Abraham hospeda (Gn 18,2) dejan a su paso, tras compartir la mesa, una estela de vida. Las resecas entrañas de Sara son capaces de generar vida. Jesús, María y José se sentaron a la misma mesa durante años. Compartieron, sí, pan y risa, preocupaciones y conversación amena. Pero por encima de todo, allí se estaba generando vida y vida en abundancia. Los buenos recuerdos de la mesa compartida justifican que Jesús ponga la imagen del Banquete para hablarnos del Reino. Él no había “dejado” su Reino en el cielo, lo había vivido en Nazaret.
Otro icono de la Sagrada Familia son “los tres jóvenes que pasean entre llamas cantando himnos a Dios y bendiciendo al Señor” (Dn 3,24) José y María pasearon muy pronto entre llamas. Su vida y su amor fueron acrisolado al Fuego del Espíritu y tanto en la prueba como en el gozo cantaron himnos y alabaron a Dios. De hecho, no salieron nunca del Fuego, los Tres vivieron en Él y fueron habitados por Él. Nazaret fue nueva zarza ardiente (Ex 3,2 ) ante la cual hay que descalzarse porque es tierra sagrada. Es ahí donde yo oigo mi nombre como antaño Moisés el suyo. Dios me llama a vivir en Nazaret y sólo en la medida en que mi corazón arda con su Palabra me acerco al dintel. Esta vez va a ser Dios mismo quien me ruegue que no pase de largo: Quédate con nosotros que el día ya comienza a declinar.

Son ellos, los de Emaús, los que exclaman: Nosotros esperábamos que Él sería quien liberaría Israel. Pero ya estamos en el tercer día desde que todo esto ocurrió! (Lc 24,21)
Y el que tienen al lado, ese caminante, está prefigurado en la Reina Ester, que acaba con Vasti, su predecesora, e intercede por su pueblo orando hasta que “al tercer día se quitó sus vestidos de suplicante se lavó, se ungió, se vistió de fiesta y se engalanó” (Est VL 5,1). Y es Judit, paradigma de Israel, que tras permanecer tres días en el campamento de Holofernes, lo hiere de muerte (Jdt 12,7). Estas dos mujeres preludian, en su belleza y su amor, en su defensa de su pueblo y en su lucha contra el mal, al Resucitado.
Pero Juan, gran teólogo, usa la expresión “tercer día”, habitual en los sinópticos para referirse a la Resurrección, para enmarcar el milagro de Caná. “El tercer día se celebraron unas bodas en Caná de Galilea. Estaba allí la madre de Jesús (Jn 2,1) Dos días se mueven en torno a Juan el Bautista, último profeta del Antiguo Testamento. Con el tercero se inicia una nueva etapa que cambiará el agua en Vino.
Nazaret ha sido y es el odre nuevo que recibe el vino nuevo. Un vino nuevo que sólo en Pascua alcanza su sazón.

miércoles, 13 de abril de 2011


SE ACERCA

NUESTRA SEÑORA DE LOS DOLORES

De niña, por llevar el nombre de Maria Dolors, me miraba con cierta aprensión la imagen que mi madre me señalaba como patrona. La Dolorosa. Siempre aquellos siete puñales clavados, con el corazón sangrante y la cara de aflicción. No me fascinaba, en una precoz intuición infantil de que Dios es gozo, tener una patrona tan afligida. Por eso me parece mucho más interesante y acertada que la interpretación más popular, la que algunos Santos Padres, entre ellos San Ambrosio y San Basilio de Cesarea, hacen de la profecía de Simeón según la cual esa espada que atraviesa a María es la espada del Espíritu, la espada de la Palabra. Así sí. Porque María vive atravesada hasta las yunturas del alma por esa Palabra que ella acuna y medita en su corazón. En las Sagradas Escrituras la Palabra de Dios, viva y eficaz, es comparada en varias ocasiones con una espada. Y la Palabra penetró de tal manera en María que cobró forma en sus entrañas. Qué duda cabe que una parte de la profecía de Simeón puede aplicarse al dolor que vivirá María al pie de la cruz. Pero la plenitud de la profecía se alcanza en el gozo. Atravesada por la espada de la Palabra, María se pone en camino y canta el Magnificat. Es la suya una herida luminosa que alumbrará los silenciosos y sublimes años de Nazaret. Qué bien captó Lucas el sentido de la profecía al insistir una y otra vez en que, pese a no comprender, María guardaba todas las cosas en su corazón y las meditaba en el crisol de la fe. Vivió herida siempre, con una herida que fue llama de amor viva. Y no es difícil establecer el paralelismo con la lanza que atraviesa el costado de Cristo. Esa herida, prefigurada en la de María, nos abre la puerta del Paraíso. Dentro de tus llagas, oh buen Jesús, escóndeme. Vivir herida de la única herida que da vida, la Palabra, fue el día a día de María. Si pudo acunar en sus brazos al bebé Jesús es porque antes dejó que la Palabra le abriera el corazón y, plantada en él, creció la Semilla del árbol de Vida. Dolorosa. Pero ante todo, Gozosa. Gozosa porque es ella quien con la espada de la Palabra aparta otra espada, la que, tras el pecado de Eva, nos cerraba a todos el Paraíso. Un haz de luz nos guía hacia él. Es María, la traspasada, la herida, la Gozosa.

jueves, 31 de marzo de 2011

COMULGAR DE LA MANO DE JOSÉ

“Dos hombres, ambos de nombre José, se cercioran de que el cuerpo de Jesús reciba cuidadosamente las atenciones necesarias; el primero en la cueva de su nacimiento, el segundo, de Arimatea, en la cueva del sepulcro” (San Efrén de Nisibi)


Estas bellas palabras de Efrén de Nisibi – doctor de la Iglesia, santo del s. IV, que fue llamado la cítara del Espíritu Santo porque escribió, junto a San Juan de la Cruz, la mejor poesía teológica de la Iglesia- me han hecho pensar en nuestra actitud cuando vamos a comulgar, cuando se nos da el Cuerpo de Cristo para que también reciba todo el amor que ambos hombres le dieron. José de Nazaret debió tomar con temor y temblor, y con inmensa alegría, aquel cuerpecito que se le confiaba para que lo cuidase y le diera lo necesario para crecer. En una cueva nació el Sol que venía de lo alto y José tomó en sus brazos al Sol, que halló en él todo su cielo. Un famosísimo soneto de Lope de Vega se inicia con los sentimientos del sacerdote al levantar a Cristo hecho pan entre sus manos:

Cuando en mis manos, Rey eterno, os miro,

y la cándida víctima levanto,

de mi atrevida indignidad me espanto

y la piedad de vuestro pecho admiro.

Para concluir diciendo:


no sean tantas las miserias nuestras

que a quien os tuvo en sus indignas manos

vos le dejéis de las divinas vuestras.

Y José, que no recitaría el poema de Lope, sí vería el sueño de éste cumplido: porque por haberle sostenido en sus brazos, Dios siempre le sostuvo a él y en sus brazos murió. La Eucaristía es la actualización de la Encarnación. Al acercarme a comulgar me convierto en otro Cristo y la cueva de mi vida queda transfigurada tal como canta San Juan de la Cruz.


¡Oh lámparas de fuego

en cuyos resplandores

las profundas cavernas del sentido,

que estaba oscuro y ciego,

con extraños primores

calor y luz dan junto a su querido!


Mi vida es a veces esa caverna que la Lámpara eucarística alumbra “con extraños primores” Pero convendría que como José de Arimatea depositara el cuerpo de Jesús en una cueva, un sepulcro nuevo. Si Jesús se encarnó en un seno virginal y virgen era la tierra que lo recibió, virgen debe ser mi corazón para que Encarnación y Resurrección se manifiesten en mí. Vayamos a comulgar con la misma devoción y unción con que José de Nazaret y José de Arimatea tomaron en sus brazos el Cuerpo santo de Jesús.

martes, 29 de marzo de 2011

LA ALEGRÍA DE LAS COSAS PEQUEÑAS




¿CUÁNTO HACE QUE NO TE RÍES ASÍ POR NADA?

viernes, 25 de marzo de 2011


EN EL DÍA DE LA ENCARNACIÓN DEL VERBO



"Te doy gracias, María, por ser una mujer.
Gracias por haber sido mujer como mi madre y por haberlo sido en un tiempo en el que ser mujer era como no ser nada.

Gracias por haber sido una mujer libre y liberada, la mujer más libre y liberada de la Historia, la única mujer liberada y libre de la Historia, porque tú fuiste la única no atada al pecado, la única no uncida a la vulgaridad, la única que nunca fue mediocre, la única verdaderamente llena de gracia y de vida.

Te doy gracias porque supiste encontrar la libertad siendo esclava, aceptando la única esclavitud que libera, la esclavitud de Dios, y nunca te enzarzaste en todas las otras esclavitudes que a nosotros nos atan.
Te doy gracias porque te atreviste a tomar la vida con las dos manos, porque al llegar el ángel te atreviste a preferir tu misión a tu comodidad, porque aceptaste tu misión sabiendo que era cuesta arriba, en una cuesta arriba que acababa en un Calvario. (...)

Gracias por tu libertad de palabra cuando hablaste a Isabel.
Gracias por atreverte a decir que Dios derribaría a los poderosos, sin preocuparte por lo que pensaría Herodes.
Gracias por haber sabido que eras pobre y que Dios te había elegido precisamente por ser pobre.
Gracias porque supiste hablar de los ricos sin rencor, pero poniéndolos en su sitio: el vacío.
Gracias porque supiste ser la más maternal de las vírgenes, la más virginal de las madres.
Gracias porque entendiste la maternidad como un servicio a la vida ¡y qué Vida! (...)
Gracias por haber sabido ser luego una mujer de pueblo, por no haber necesitado ni ángeles, ni criadas que te amasaran el pan y te hicieran la comida,
Gracias por haber sabido vivir sin milagros ni prodigios.
Gracias por haber sabido que estar llena no era estarlo de títulos y honores, sino de amor. (...)

Gracias por haber respetado la vocación de tu Hijo cuando se fue hacia su locura, por no haberle dado consejitos prudentes. (...)
Gracias por haber sabido quedarte en silencio y en la sombra durante su misión, pero sosteniendo de lejos el grupo de mujeres que seguían a tu Hijo. (...)
Gracias por haber sido la mujer más entera que ha existido nunca y gracias, sobre todo, por haber sido la única mujer de toda la Historia que volvió entera a los brazos de Dios.

Gracias por seguir siendo madre y mujer en el cielo, por no cansarte de amamantar a tus hijos de ahora.

José Luis Martín Descalzo

sábado, 19 de marzo de 2011

GLORIA Y HONOR A SAN JOSÉ,
CUSTODIO DE NAZARET.



viernes, 18 de marzo de 2011


DÍA A DÍA CON SAN JOSÉ (VII)



Séptimo día

San José protector de la Iglesia

« Cuando se marcharon, un ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: Levántate, toma al niño y a su madre, huye a Egipto. » (Mt 2,13a)
A la muerte de Herodes, el ángel del Señor se apareció en sueños a José en Egipto y le dijo:”Levántate, toma al niño y a su madre y regresa a Israel, pues han muerto los que atentaban contra la vida del niño. » (Mt 2,19b . 20a)
Cuando el velo de María se levantó a l soplo del Espíritu, ella supo reconocer la voz de Dios. Y ya en el momento de su sí, la Virgen tomó a su abrigo, al primer consagrado de Nazaret: San José. Cuando José sintió el soplo del Espíritu, todos sus sentidos fueron solicitados. Reconoció en su interior la voz, el perfume y el color del Espíritu. Así San José, custodio del Cordero, protector de la Sagrada Familia, se convirtió por la gracia del Padre, en guardián de la Iglesia:
« lo que ha sido engendrada en ella, es obra del Espíritu Santo, tendrá un hijo al que tú le darás el nombre de Jesús ».
A San José le fue dado el reconocimiento del hecho. María pasa por José para confirmarle el misterio de la virginidad y de la Encarnación. José al tomar a María y a Jesús bajo su protección, es el primero en entrar en contacto con el misterio. José permanece en pie ante el “sí”. José se mantiene de pie ante la Iglesia. Y José, declarado patrono de la Iglesia, sigue guiándola como guió los pasos de su bebé.
San José, enséñanos a respetar a la Iglesa, a serle siempre obediente y a vivir la Eucaristía y la oración fiel.

jueves, 17 de marzo de 2011


DÍA A DÍA CON SAN JOSÉ (VI)


Sexto día

San José protector en la enfermedad


« Ya lo tenía decidido, cuando un ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: ---José, hijo de David, no tengas reparo en acoger a María como esposa tuya, pues lo que ha concebido es obra del Espíritu Santo. » (Mt 1,20b)
Toda afección física o psicológica puede dificultar nuestra marcha. Todo estado de dolor o de sufrimiento puede despertar en nosotros despecho, rechazo e incluso deseo de muerte. Todo lo que nos parece adquirido, logrado, en definitiva “nuestro”, puede de repente tambalearse, desaparecer, desvanecerse, volverse vacío total. San José al presentar a Jesús en el Templo, con María, llenó ese vacío causado por la revelación de Ana y Simeón. Dio al mundo el nombre de Jesús. Más allá de su propio sufrimiento, San José nos presenta al Salvador. Nos muestra en él mismo al Padre del cual es personificación.. San José dice sí y se deja cubrir por el Espíritu y reconoce el nombre de Dios al dárselo.
San José en la prueba, ayúdanos a no replegarnos en nosotros mismos ; danos el coraje necesario para abrirnos a la voluntad de Dios.
(No deja de ser emocionante comprobar cómo otras culturas se han abierto ya al Misterio de Nazaret y lo reflejan en su arte. La pintura de hoy es de un artista hindú, Wesley)

miércoles, 16 de marzo de 2011


DÍA A DÍA CON JOSÉ (V)



Quinto día
San José luz en nuestras noches

« Cuando los ángeles se marcharon al cielo, los pastores se decían: ---Crucemos hacia Belén, a ver lo que ha sucedido y nos ha comunicado el Señor.[16]Fueron aprisa y encontraron a María, a José y al niño acostado en el pesebre. » (Lc 2, 15a et 16)
Cuando deseamos con todas nuestras fuerzas algo y no lo obtenemos, el sufrimiento hace su aparición. Cuando la noche oculta nuestros pensamientos y nuestras decisiones, caemos en el desasosiego que, a veces nos conduce a la desesperanza. San José ante la inquietud sinsentido de no poder ofrecer a su familia un lugar para el nacimiento, ante la negación del mundo y ante la noche de los corazones de los hombres, recibe en obediencia y en la confianza, el lugar del olvido total : un pesebre, un hostal para pobres.Y es éste el lugar del cumplimiento de la promesa, donde la inquietud y la oscuridad recibirá la claridad más dulce, la luz más fuerte : la estrella de la Redención. Más allá de nuestras noches, San José nos enseña a adorar, a tomar a Jesús contra nuestro corazón. Por el fuego que tú alimentas para guardar la lámpara siempre encendida en el exilio, en Belén, en Nazaret: gracias te sean dadas San José.
San José, pastor del Cordero, condúcenos a lo largo de nuestras noches al pesebre de nuestras vidas.

martes, 15 de marzo de 2011



DÍA A DÍA CON SAN JOSÉ (IV)

Cuarto día
San José modelo de la Encarnación

«José, su esposo, que era un hombre justo y no quería denunciarla públicamente, decidió repudiarla en secreto. » ( Mt 1,19b )
San José ante la Anunciación se inscribe en la escuela de la aceptación, de la soledad humana para unirse finalmente a María. Con La Santa Virgen, nos presenta la Fe, la Esperanza y la Caridad como elección de comunión fraterna en la encarnación diaria. San José nos explica lo importante que es no romper los lazos afectivos y conyugales ante la dificultad, la decepción, cuando el sentimiento de soledad nos invade. Porque ante el sufrimiento, la rebelión, se nos presenta muy a menudo la elección entre la humildad y el orgullo, la elección entre el amor y el odio, entre la vida y la muerte. Estemos pues atentos a los diferentes mensajes de la fe. Permanezcamos atentos a los anuncios del Señor que viene siempre para sanarnos, para hacernos crecer en la prueba. El Señor espera de nosotros una Encarnación en lo cotidiano, en los acontecimientos del vivir de todos los días: « Que cuando el Señor venga no nos encuentre dormidos.» (secuencia de una oración al arcángel San Gabriel). San José ayúdanos a vencer en la soledad, en la rebelión, en la separación.

domingo, 13 de marzo de 2011

DÍA A DÍA CON SAN JOSÉ (III)


Tercer día

San José y la casa familiar.


« Cumplidos todos los preceptos de la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret» (Lc 2,39b)

Tras el tiempo del exilio, de desierto, de incertidumbre, San José nos muestra el camino de Nazaret. Nazaret es escuela de silencio, de paciencia y de aprendizaje en la pobreza. Nazaret es un taller en el que se entreteje el tejido más noble, el manto real. Nazaret es el taller en el que se construye el tabernáculo de más noble madera. Es un templo familiar en el que se amplifica la memoria del Padre. Es anillo cerrado en torno a la Alianza.
José, como Yahvé, es la Roca sobre la cual se sostiene el hogar del Hijo. Él es la Roca que no se ve pero sobre la cual se construye con solidez. Como sobre tantas otras familias, sobre el hogar de Nazaret se abatieron tempestades pero no cayó porque tenía buenos cimientos.
No tengamos miedo de acoger a la Sagrada Familia en nuestra casa.
San José protector de la familia ayúdanos a comprender el sentido de la verdadera paternidad.

sábado, 12 de marzo de 2011


DÍA DÍA CON SAN JOSÉ (II)


Segundo día

San José, guía para el hombre de hoy

« El nacimiento de Jesucristo sucedió así: su madre, María, estaba prometida a José, y antes del matrimonio, resultó que estaba encinta por obra del Espíritu Santo.» (Mt 1,18)
José desposado, futuro esposo, ve en María, aquella con la que construirá una vida de familia, una madre. Él le prepara un estatus social: « José subió de Nazaret, ciudad de Galilea, a la Ciudad de David en Judea, llamada Belén --pues pertenecía a la Casa y familia de David--,]a inscribirse con María, su esposa, que estaba encinta.» ( Lc 2,4 y 5a) Cada mañana José trabaja duramente. Proporciona a su familia el pan cotidiano y enseña a Jesús la tradición. Prepara y danza en el Shabbat, va al templo y asegura a su familia una vida social en Nazaret. Podemos llamar a San José “ el santo de la Encarnación”. Es el hombre que hace de Nazaret Templo – allí crece Dios- hogar, escuela y taller. Es el custodio, con su silencio, de la Palabra. Pero, como hombre protector será durante su retiro en Nazaret el discípulo del Padre. Fiel y justo San José aceptó forjar el hogar de Dios Padre en la tierra.
No dudemos de pedirle a San José que permanezca en nosotros, como el modelo de hombre y padre justo y responsable que el mundo de hoy necesita para salvar a la familia.

viernes, 11 de marzo de 2011

DÍA A DÍA CON SAN JOSÉ


Primer día


San José, personalización del Padre


«Cuando José se despertó, hizo lo que el Ángel del Señor le había ordenado y tomó consigo a su esposa. » (Mt 1,24)
Todo árbol tiene sus propias raíces y cada árbol da su propio fruto. Pero el árbol no se desarrolla a su aire. Cada tierra tiene una consistencia propia, una composición más rica que otra. Así sucede con nuestra filiación : « Genealogía de Jesucristo, Hijo de David, hijo de Abraham » (Mt 1,1)…… « Jacob engendró a José, el esposo de María de la cual nació Jesús, el Cristo. » (Mt 1,16) Hijo e hija de hombre y mujer, nosotros nos reconocemos hijos de Dios por Jesucristo: « Jesús, Hijo de Dios, ten piedad de mí. José es personalización del Padre, reconoce la voz de Dios, se levanta por la noche, se retira a Egipto(« De Egipto yo he llamado a mi Hijo » Os 11,1), después regresa a Israel («Pero tú, Belén de Efrata, pequeña entre las aldeas de Judá, de ti sacaré el que ha de ser jefe de Israel » Mi 5,1). José permite que se cumplan las profecías de los profetas: « Cumplidos todos los preceptos de la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. » (Lc 2,39a) y « Por las fiestas de Pascua iban sus padres todos los años a Jerusalén. » (Lc 2,41).
José es quien teje la experiencia humana de Jesús de sentirse hijo para que pueda desarrollar su filiación divina. “Vengo de parte de mi padre” diría un Jesús adolescente al entrar en una casa a devolver un yugo arreglado o cualquier apero de labranza. Esas mismas palabras dirá en su vida pública. Jesús es el Hijo. Y alguien le enseñó lo que es serlo.
Hoy tengamos presentes a nuestros padres de la tierra y recemos por aquellos amigos que lo son.

(La imagen que ilustra esta entrada se llama "Los primeros pasos" y me parece muy significativa porque Jesús tuvo para su crecimiento personal una espléndida y rica imagen de hombre a su lado. Es de Arístides Artal)

miércoles, 9 de marzo de 2011



ORA...

Si nadie me ama, tu alegría es amarme.
Si lloro, tu deseo es consolarme.
Si soy débil, Tú eres mi fuerza y mi energía.
Si nadie me necesita, Tú me buscas.
Si estoy vacio, tu plenitud me colma.
Si quiero caminar, Tú vienes conmigo.
Si te llamo, Tú siempre vienes.
Si me pierdo, Tú me buscas sin cesar.
Si estoy cansado, Tú eres mi descanso.
Si peco, Tú eres mi perdón.
Si te pido, Tú eres don para mí.
Si te necesito, me dices: aquí estoy, dentro de ti.
Si estoy a oscuras, Tú eres luz para mis pasos.
Si tengo hambre, Tú eres pan de vida para mí.
Si soy infiel, Tú me eres fiel.
Si quiero conversar, me escuchas siempre.
Si te miro, descubro la Verdad en mi corazón.
Si todos me olvidan, tus entrañas se estremecen por mí.
Si no tengo a nadie, te tengo a Ti.
Si soy silencio, tu Palabra habitará en mi corazón.




PAUTAS PARA LA LECTURA DEL MENSAJE DEL PAPA PARA ESTA CUARESMA


A pesar de la crisis económica, en muchos lugares se ha celebrado el carnaval. Esas antiguas celebraciones, anticipaban por contraposición el itinerario cuaresmal que se preveía como un tiempo de penitencia. “Obtener con más abundancia del Misterio de la redención la vida nueva en Cristo Señor”. Ese es el objetivo que Benedicto XVI ha subrayado en su mensaje para la cuaresma de este año 2011.


Este texto, profundo y sencillo a la vez, gira en torno a tres núcleos principales.


El primero se centra en la importancia del bautismo. Según el Papa, “el bautismo no es un rito del pasado sino el encuentro con Cristo que conforma toda la existencia del bautizado, le da la vida divina y lo llama a una conversión sincera, iniciada y sostenida por la gracia, que lo lleve a alcanzar la talla adulta de Cristo”. La cuaresma es una especie de catecumenado que nos prepara para la Vigilia Pascual en la que renovamos la opción por esa nueva vida que el bautismo inicia y consagra.

El segundo núcleo del mensaje resume la riqueza de la Palabra de Dios, que en los domingos de Cuaresma, nos guía a un encuentro especialmente intenso con el Señor. El texto va resumiendo en pocas líneas el sentido de los evangelios que se proclaman en los cinco primeros domingos de la cuaresma: las tentaciones de Jesús en el desierto, la Transfiguración del Señor en el monte, el encuentro de Jesús con la mujer samaritana, la curación del ciego de nacimiento y la resurrección de Lázaro. Relatos bien conocidos que reflejan la condición humana y su vocación a una gloria que calma nuestra sed, da luz a nuestros ojos y vida definitiva a nuestra caducidad.

El tercer núcleo recoge tres prácticas que ya se encuentran en el evangelio. Dejando de lado el Domingo de Ramos, el Papa nos invita a preparar el Triduo Pascual y en particular la Gran Vigilia de la Noche Santa de la Pascua. La preparación cuaresmal incorpora la práctica del ayuno, la limosna y la oración. Esas prácticas nos ayudan a “liberar nuestro corazón del peso de las cosas materiales, de un vínculo egoísta con la «tierra», que nos empobrece y nos impide estar disponibles y abiertos a Dios y al prójimo”. Ayunar de lo otro, compartir nuestros bienes con los otros y unirnos con espíritu creyente al Absolutamente Otro son tareas de toda la vida. Pero han de hacerse más vivas en este tiempo de preparación para la Pascua.
La conversión de nuestra vida no depende sólo de nuestras fuerzas: implica una colaboración de Dios y del hombre. De hecho, significa “dejarnos transformar por la acción del Espíritu Santo; orientar con decisión nuestra existencia según la voluntad de Dios; liberarnos de nuestro egoísmo, superando el instinto de dominio sobre los demás y abriéndonos a la caridad de Cristo”.

Este mensaje papal puede ayudarnos a orientar nuestro itinerario a lo largo del camino cuaresmal. En pocos escritos lo encontramos tan claro.



José-Román Flecha Andrés

Universidad Pontificia de Salamanca

martes, 1 de marzo de 2011


COMIENZA EL MES DEDICADO A SAN JOSÉ


Dios te salve, José, Imagen de Dios Padre.
Dios te salve, José, Padre de Dios Hijo.
Dios te salve, José, Santuario del Espíritu
Dios te salve, José, Hijo Amado de la Trinidad.
Dios te salve, José, digno esposo de María
Dios te salve, José, Padre de todos los fieles
Dios te salve, José, Custodio de la Iglesia
Dios te salve, José, Hombre de Silencio que cuidó la Palabra.
Dios te salve, José, espejo de humildad y obediencia

Bendito tú entre todos los hombres
Benditos tus ojos que han visto al Salvador.
Benditos tus oídos que han escuchado al Verbo balbucear.
Benditas tus manos que han acunado la Palabra hecha carne.

Benditos tus brazos que levantaron en alto al Altísimo.
Bendito sea tu pecho, sobre el cual el hijo de Dios se durmió.
Bendito tu corazón, zarza ardiente y callada.

Y bendito sea el Padre Eterno que te eligió,
Bendito sea el Hijo que te obedeció.
y bendito sea el Espíritu Santo que te santificó antes de nacer. Amén

domingo, 6 de febrero de 2011



NAZARET, VINO DE SALVACIÓN


A lo largo de todo el Antiguo Testamento encontramos textos preciosos en los que se nos dice que Israel es la Viña del Señor. Los profetas se sirven de la imagen para echar en cara al pueblo de Dios haber defraudado a su Señor. Isaias entona un terrible lamento:
“Mi amigo tenía una viña en una fértil colina. La cavó, la despedregó, plantó cepas selectas, levantó en medio una torre y excavó también un lagar. Esperaba que diera uvas pero dio agrazones” (Is 5,1-2)
La antigua viña, el viñedo amado y cuidado por Yavhé ha resultado su gran decepción. El vino que le ofrecían los israelitas en sus libaciones cultuales (Gn 35,14) ha resultado vino aguado cuando estaba llamado a ser vino selecto ( Is 1,22).
Por eso Dios buscó odres nuevos que contuvieran el vino nuevo que estaba por llegar. Porque Dios es aquel que nunca se rinde y que en su segundo intento siempre logra el nuevo y definitivo fruto. María será el viñedo, la parra fecunda que, plantada en la tierra de José, tierra de Dios, dará al mundo el vino que éste necesita.
La Sagrada Familia es la Nueva Viña, la cepa selecta que responde a los cuidados amorosos del Padre, el amo de la Viña. José y María serán torre y lagar de un nuevo cántico, de una nueva historia que forja la personalidad humana de Jesús, Vino de Salvación y Redención.
Dice un místico sufí que “las religiones son la copa donde se escancia el vino de la divinidad”. Dios se escanció, se derramó en libación en Nazaret. Es Él quien se ofrece para que la humanidad sea un banquete de fiesta. María y José son copa preciosa que recibe la mejor cosecha del Padre.
Ciertamente, cuando uno bebe un buen vino pocas veces repara en la copa que lo contiene. Del mismo modo, a lo largo de los siglos, poco hemos reparado en José y María como familia que contiene al mismo Dios. Siguiendo el símil de la copa María sería la parte superior de ésta:ella recibe y da forma – gesta- al Vino de Dios, ella lo retiene y permite así que la humanidad beba. José, en cambio, es el pie de la copa pues él da a María la estabilidad necesaria para formar el hogar que el Vino de la Nueva Alianza precisa. Por otra parte, solemos coger la copa por su pie y José, con su larga genealogía, enraiza a Jesús en la humanidad, una humanidad que sostiene la copa y, aunque sus ojos vayan directamente al vino e incluso a la parte superior de la copa, sabe que Jesús es uno de los nuestros, nacido de mujer en una familia con antepasados ilustres y antepasados ignominiosos.
Desde que Dios vino al mundo en la viña de Nazaret, la fiesta se celebra y estamos a ella invitados. No nos cansaremos de decir que la espiritualidad de Nazaret no es una “devoción” más sino algo consustancial a nuestra fe. Podemos saberlo o no, sentirlo o no pero lo cierto es que en medio de tanto dolor y tanta injusticia ya está puesta la mesa del banquete y la copa rebosa. Sólo en la medida en que bebamos el Vino de Salvación el mundo será reparado.
Porque el vino se usa también para sanar heridas. Así nos lo narra la parábola del buen samaritano. (Lc10,34) Los santos Pasdres han visto en ese hombre que baja de Jerusalén y es malherido a la humanidad, representada en Adán, que baja del Paraíso y es profundamente dañada. Jesús, cual buen samaritano se acerca a nosotros para sanar nuestras heridas con vino, con Él mismo. Y nos lleva a la posada, que es la Iglesia, donde le aguardamos hasta que vuelva. Los denarios administrados para nuestra sanación son los sacramentos que la Iglesia administra.
Jesús habló con frecuencia del vino. Tiene numerosas parábolas sobre viñas y viñadores e incluso recrea el texto de Isaias. De hecho su primer signo fue convertr el agua en vino bajo la solícita presencia de María. Muchas veces he oído comentar este milagro como signo de la gratuidad de Dios porque, para algunos, es un milagro casi “innecesario”. Parece que no tiene el mismo rango que curar a un ciego o a un paralítico. Dios es así, dicen algunos, sencillamente no quería que una pareja quedara mal en la fiesta de su boda. Es pues, un “detalle” de Jesús.
Creo que no. Me parece uno de los milagros clave o, quizá, el milagro clave. Por algo Juan, el Águila, lo pone en el frontispicio de la vida de Jesús. La presencia de Jesús convierte el agua de la humanidad en vino de divinidad. Ese es el milagro. La Alianza, la boda entre un agua que al entrar en contacto con el Vino no consigue aguarlo sino que, al contrario, se diviniza, es convertida en vino.
Cuando Jesús se sentó a la mesa en la última cena tomó una copa de vino. Y la convirtió en emblema de la Nueva Alianza. Como nuevo Melquisedec (Gn 14,18) ofreció pan y vino y creó un nuevo pueblo, una nueva familia que bebe el cáliz de Salvación cada domingo. Jesús moriría fuera de la Viña (Mt 21,39) después de probar vino y hiel y rechazarlo (Mt 27,34) porque ya el Antiguo Testamento había caducado.
Y según sus palabras el Reino del Padre será un banquete en el que beberemos todos un vino nuevo que Él también espera beber.
Mientras llega ese día, acerquémonos a Nazaret para permanecer en Él, que es la Vid verdadera. Porque sin Él nada podemos. (Jn 15, 1-8)

PARA LOS QUE NO PUDIERON ASISTIR A LA REUNIÓN DE LAICOS NAZARET DE ESTE VIERNES


domingo, 30 de enero de 2011

NAZARET, ESPEJO DEL INVISIBLE


De pequeña circulaban por mi casa unos tebeos llamados “Vidas ejemplares”. Podían ser de un inventor, un explorador o un santo y me hicieron un gran bien. Recuerdo perfectamente las viñetas de la vida de Edison y siempre me ha acompañado la escena en que, siendo él pequeño, su madre enfermó de gravedad y el médico decidió practicarle una intervención en el mismo hogar. Pero no se decidía porque no había luz suficiente. El pequeño Thomas, viendo que su madre corría peligro, salió de su casa y rompió los cristales de una sastrería cercana de la cual sustrajo dos grandes espejos que colocó al lado de la cama de su madre para luego buscar todos los quinqués posibles. La luz aumentó al reflejarse y el médico, deshaciéndose en alabanzas del niño, pudo sanar a la madre.
La Luz es el misterio inefable que todo lo envuelve y a todo da vida. Ella da identidad, hermosea y transfigura sin destruir nada. Jesús se definió a sí mismo como Luz del mundo (Jn8,12). Pero esa Luz nació en un hogar que reflejaba “como en un espejo, la Gloria del Señor” (2 Co 3,18). Nos parezca o no posible, Jesús creció en Nazaret y al crecer, creció y se expandió la fuerza de su Luz. Y esa es nuestra vocación: ser espejo de la Luz.
Nazaret supone vivir en clave de Magnificat y al cantar el Magnificat, María afirma con rotundidad que su alma engrandece a Dios. ¿Podemos engrandecer a Dios que es el Creador de todo? ¿Puedo yo, criatura, hacer más grande a mi Creador?
José y María así lo hicieron. Sus corazones fueron tan límpidos y transparentes que reflejaron la Luz de Dios y la multiplicaron ante nuestros ojos, poco avezados a ver al Invisible. Dios se proyectó sobre Nazaret, sobre esa pareja originaria de una Nueva Creación y recreó la faz de la tierra. Tengo para mí que el dogma de la concepción inmaculada de María y de José ( el de José no es aún dogma pero sí verdad sencilla en la que muchos ya creemos. Porque si Dios se escogió una madre sin pecado, ¿iba a escoger un padre pecador? Sólo es posible responder afirmativamente a eso si creemos que la maternidad física de María es lo más importante. Algo que Jesús mismo desmiente cuando elogian a su madre y Él reconduce el elogio para incluir a José: Felices lo que escuchan y creen...) tiene mucho que ver con ese reflejar y multiplicar la Luz. En efecto un alma rota por el pecado es como un espejo que se hace añicos: refleja fragmentos de Luz, fragmentos de Dios. Cada vez que pecamos “empequeñecemos a Dios” porque nos rompemos y así rompemos la imagen del Dios Invisible que es Luz y Amor. Dios no se empequeñece, lo que se empequeñece es la imagen que de Él transmitimos. José y María no hacen “más grande a Dios” pero al vivir la unicidad de corazón, al ser un magnífico espejo sin fisura alguna, al ser grandes ellos, reflejaron como nadie la Luz de Dios que, desde Nazaret, sigue llegando a nosotros.
Porque el Misterio de Nazaret es como el nacimiento de una nueva estrella cuya luz nos va llegando millones de años después de nacer.
No obstante, Nazaret es tan solo preludio del cielo. “Ahora vemos como en un espejo, después veremos cara a cara...y conoceremos todo tal como Dios nos conoce” (1Co 13,12)
Si Jesús es Imagen del Dios invisible, ser de Nazaret significa ser Imagen del Cristo. Para ello es preciso “despojarse de las obras de las tinieblas y revestirnos de la armadura de la Luz” ( Rm13,12). Ser de Nazaret significa engendrar cada día a Dios y eso sólo es posible si vivimos en el Espíritu. Porque si el Espíritu hizo brotar la vida en un seno virginal y en las entrañas estériles de Isabel puede sin duda reunificarnos por dentro. Para Dios nada hay imposible, basta que dejemos nuestros fragmentos rotos en sus manos y le pidamos que sople su hálito divino, el único que nos devolverá la unidad que rompe el pecado.
Dios viene a nosotros por caminos distintos de los que nosotros frecuentamos para “alcanzarle”. La humildad y el abandono son sus senderos preferidos.
Senderos propios de Nazaret desde que José y María los frecuentaron y desbrozaron para nosotros.



lunes, 24 de enero de 2011



«Tú no tienes que elegir nada, has sido elegido. Se te dará la vocación como tarea a desarrollar. No necesitas nada, se te necesita a ti. No tienes que hacer planes, eres una piedrecita de un mosaico ya existente. Todo lo que yo tenía que hacer era simplemente dejarlo todo y seguirle, sin hacer planes, sin el deseo de experimentar intuiciones particulares. Sólo debía estar allí, sencillamente quedarme quieto para que Él me tomara» ( H. Urs von Balthasar explicando su vocación)

miércoles, 19 de enero de 2011

martes, 11 de enero de 2011




PEQUEÑAS MANERAS DE AMAR

• Aprenderse los nombres de la gente que trabaja con nosotros o de los que nos cruzamos en el ascensor y tratarles luego por su nombre.
• Estudiar los gustos ajenos y tratar de complacerles.
• Pensar, por principio, bien de todo el mundo.
• Tener la manía de hacer el bien, sobre todo a los que no se la merecerían teóricamente.
• Sonreír. Sonreír a todas horas. Con ganas o sin ellas.
• Multiplicar el saludo, incluso a los semiconocidos.
• Visitar a los enfermos, sobre todo sin son crónicos.
• Prestar libros aunque te pierdan alguno. Devolverlos tú.
• Hacer favores. Y concederlos antes de que terminen de pedírtelos.
• Olvidar ofensas. Y sonreír especialmente a los ofensores.
• Aguantar a los pesados. No poner cara de vinagre escuchándolos.
• Tratar con antipáticos. Conversar con los sordos sin ponerte nervioso.
• Contestar, si te es posible, a todas las cartas.
• Entretener a los niños chiquitines. No pensar que con ellos pierdes el tiempo.
• Animar a los viejos. No engañarles como chiquillos, peros subrayar todo lo positivo que encuentres en ellos.
• Recordar las fechas de los santos y cumpleaños de los conocidos y amigos.
• Hacer regalos muy pequeños, que demuestren el cariño pero no crean obligación de ser compensados con otro regalo.
• Acudir puntualmente a las citas, aunque tengas que esperar tú.
• Contarle a la gente cosas buenas que alguien ha dicho de ellos.
• Dar buenas noticias.
• No contradecir por sistema a todos los que hablan con nosotros.
• Exponer nuestras razones en las discusiones, pero sin tratar de aplastar.
• Mandar con tono suave. No gritar nunca.
• Corregir de modo que se note que te duele el hacerlo.

(Martín Descalzo)

viernes, 7 de enero de 2011





LAS FIGURITAS DEL BELÉN

Esta mañana he guardado los múltiples belenes que habíamos puesto en casa. Tanto que me gusta montarlos y qué poco me apetece guardar, envolver, etiquetar…
Mientras iba guardando, se han impuesto dos reflexiones: me gusta sacar las figuritas de sus cajas porque es como si todo estuviera por estrenar, como si sacara de las cajas la ilusión, el deseo de acercarme a Dios, de ofrecerle algo…en cambio cuando las guardo hasta el año que viene es como si se cerrara ese paréntesis que la Navidad abre: tiempo de Gracia, de amor, de buenos propósitos… las figuritas de belén despiertan en mí lo mejor de mí misma, por eso no me gusta guardarlas. Quiero caminar siempre hacía Él.
Caminar…esa es la segunda reflexión. Las figuras del belén no caminan, permanecen hieráticas. Llevan en sus manos dones y ofrendas, si son buenas tienen una sonrisa entrañable en la cara pero…no caminan. Una peana, cubierta muchas veces con el musgo o la tierra, les impide avanzar. La necesitan para sostenerse pero a la vez les impide llegar a dónde están llamados: al portal.
Pienso que muchas veces en la vida somos como esas figuras. Tenemos mil cosas para ofrecer a Jesús, incluso las queremos dar con gozo…pero muchas peanas nos paralizan. Y nos quedamos así, lejos del pesebre, mirándolo sin llegar nunca a él. Con nuestros frutos, el cordero o la cesta de huevos que nunca llegamos a dar porque nuestros pies están clavados en una peana.
Peana del prestigio, del activismo, de los afectos, de la mediocridad…Puede que sean incluso peanas buenas: familia, trabajo, familia religiosa, parroquia…Pero al absolutizarlas nos retienen, nos poseen. Y nos paralizan.
No sé cómo puede ser un pastorcillo sin peana. Seguro que se cae más de una vez. Pero le pido a Dios, al comenzar el 2011, que me quite la peana. Y aunque quede algo inestable y caiga muchas veces…que me pille la Navidad futura ante el portal. Ofreciéndole todo lo que soy y tengo. Especialmente mis caídas al caminar hacia Él.

lunes, 3 de enero de 2011

Piano stairs - TheFunTheory.com - Rolighetsteorin.se



CREATIVIDAD

¿ Y si fuéramos creativos para hacer de la vida ordinaria algo divertido? Los "hijos del mundo" saben serlo, no les quedemos atrás en este año: creativos en la familia, en el trabajo, en el día a día...No vayamos siempre por las escaleras ya trazadas...

Christmas Food Court Flash Mob, Hallelujah Chorus - Must See!





CUANDO LA BELLEZA ESTÁ EN LA CALLE…

No, no es un Liceo, ni un gran teatro. Pasó en un centro comercial, donde el trajín iba unido al descanso breve de tomar algo para seguir con las compras. De repente, comenzó a sonar “El Mesias” de Haendel. Y un coro oculto se fue levantando para interpretar tan magnífica pieza. Pero lo bonito es ver cómo cambian las caras, cómo afloran las sonrisas y cómo alguno se suma a los momentos más célebres y populares.
En nuestra vida cotidiana existe ese “coro oculto”. La música, espléndida, es del Espíritu, y todos nuestros talentos, nuestras habilidades, nuestras virtudes pueden sonar magistralmente si seguimos el tono del Espíritu. Como lo sigue la chica que inicia el canto y no suelta el móvil por donde le llegaba la música…
Cantemos con nuestra vida. En la cocina, en la oficina, en un centro comercial, en la escuela o en el tren. Podemos cambiar los rostros de quienes se crucen con nosotros…