Mostrando entradas con la etiqueta Día a día. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Día a día. Mostrar todas las entradas

viernes, 9 de abril de 2010

ASI ACABÓ FUNCIONANDO...

PESE A TENER DOS HERMOSOS CHORROS...


SEÑOR DEL LAVAMANOS
Dios habla a través de las cosas más extrañas. Es fácil leerle en una flor, el rostro de un niño o verlo en las arrugas de la sonrisa de un anciano.
Pues no; a mí me ha hablado a través de un feo, un feísimo lavamanos. Esta visto que de todo se sirve el Señor y menos mal que me pilló con las antenas puestas…
Me explicaré: he estado unos días fuera, en una casa sencilla, cuyas habitaciones tenían, tan sólo, lavamanos. Nada de lujos de duchas y baños interiores que, para eso, había que andar lo suyo y hacer cola.

Mi lavamanos – ¿he escrito “mi”? Por Dios, hasta de lo feo nos posesionamos…- tenía dos grifos que funcionaban bien, chorro potente y generoso. Lo que no iba tan fino era el desagüe. Por más que miré e indagué, tenía algo en su interior que lo obstruía. Tragaba el agua, sí, pero muy, muy despacio.
Puesto que me sabía mal molestar por tan poca cosa me acostumbré a abrir un solo grifo y a dejar que saliera de él un chorrito de agua. Aún así debía esperar a que tragase. Cuando me di cuenta llevaba cuatro días lavándome a “ritmo de desagüe obstruido”. Abre, cierra, espera, abre, cierra, espera. Y vuelta a empezar.

Hasta que un día, el lavamanos habló: “Así ocurre en la vida espiritual. Dios quiere dejar caer sobre ti el Agua de su Gracia de forma abundante. Pero necesita que tu corazón no esté obstruido por nada. Debes sacar de ti, no esa caída imprevista, esa debilidad, sino ese impedimento consentido que ha penetrado y se ha instalado en ti. Dios comprende tus caídas pero no acepta que de forma permanente acojas lo que se opone a Él. En esa situación no puedes engullir su Gracia – que no te niega- porque tu corazón, sabiamente, la rechaza. Dios necesita el recipiente adecuado para derramarse. Si tú no lo eres, haces inútil la Gracia de Cristo”

Me he quedado anonadada. ¿Cómo estará mi desagüe? ¿Cómo está mi corazón?
No me queda más que decir: Bendito seas, Señor del Lavamanos…


miércoles, 17 de junio de 2009



Tengo una contractura en las cervicales. Algunos años y una mala caída han hecho que empiecen a chirriar. Al principio, claro, no les hice caso. Hasta que me percaté de que no sólo tenía molestias más o menos llevaderas sino que mi campo de visión también se reducía. ¡No podía mirar el techo! Y no hablemos de mirar hacia atrás por encima del hombro…
Hace dos días que voy a rehabilitación. Todo es muy sencillo. Quince minutos de estimulación muscular eléctrica, calor y ejercicios de lo más simples. Funciona. El estimulador eléctrico desagarrota los músculos que empezaban a atrofiarse y luego, claro, hay que ejercitarlos. Se me ocurre que lo mismo pasa con nuestro corazón. Muchas veces los años, las caídas, decepciones y el no prestarle atención nos va endureciendo por dentro. Y el corazón se contrae, se agarrota...se atrofia.
Resulta fácil poner nuestro corazón quince minutos diarios al calor de la oración y luego, eso sí, volver a ejercitarlo: un poco de paciencia, una sonrisa cuando no se tiene ganas, una palabra callada a tiempo, un gesto de comprensión…
Nada, pequeños ejercicios. Calor y estimulación - oración – y delantal para servir. El corazón volverá a mirar no el techo…sino el cielo!
Ah, y es gratis.