sábado, 5 de octubre de 2013

AUMENTÁNOS LA FE


Dijeron los apóstoles al Señor: «Auméntanos la fe.»  El Señor dijo: «Si tuvierais una fe como un grano de mostaza, habríais dicho a este sicómoro: `Arráncate y plántate en el mar', y os habría obedecido.»
«¿Quién de vosotros que tiene un siervo arando o pastoreando y, cuando regresa del campo, le dice: `Pasa al momento y ponte a la mesa?'  ¿No le dirá más bien: `Prepárame algo para cenar, y cíñete para servirme y luego que yo haya comido y bebido comerás y beberás tú?'  ¿Acaso tiene que dar las gracias al siervo porque hizo lo que le mandaron?  De igual modo vosotros, cuando hayáis hecho todo lo que os mandaron, decid: No somos más que unos pobres siervos; sólo hemos hecho lo que teníamos que hacer.» Lc 17,5-10

viernes, 4 de octubre de 2013

ES UNA VERGÜENZA



                         "PERDÓNALOS PADRE, PORQUE NO SABEN LO QUE HACEN..."

lunes, 30 de septiembre de 2013

NAZARET, PARADOJA DE DIOS



Puesto que la experiencia de Dios es algo absolutamente personal cabe el peligro de hacer un Dios a nuestra medida o, por lo menos, contentarnos con la “parcela” descubierta y vivida de Dios y tender a presentarla como verdad única e irrefutable. Quisiera huir de estos peligros en el momento de hablar de Nazaret. Desde el s. XIX, a través de muchos fundadores, ha comenzado, de forma imparable, a desarrollarse la espiritualidad de Nazaret que es, a la postre, la única espiritualidad que nos legó el Nazareno.
Pero después de subrayar muchos aspectos que nos acercan a ese Nazaret que podemos vivir en nuestra cotidianeidad, es justo que presentemos el aspecto inaprensible de Nazaret. De lo contrario falsearíamos piadosamente el aspecto central, con el misterio pascual,  de nuestra fe.
Nazaret es pura paradoja. Es sí, cercanía, proximidad de un Dios que se hace uno de nosotros; que nace, crece, aprende, sufre y muere. Es día a día, anonimato e irrelevancia. Grandeza de lo ordinario santificado, familia y lazos de amistad. Pero Nazaret es, al mismo tiempo, el Misterio más inalcanzable para mente y corazón humano. Nazaret es Misterio máximo pues es misterio de Encarnación. Es realidad que no podemos captar con los sentidos, es verdad incomprensible.
No hay palabra humana que pueda expresar totalmente a Dios y, por lo mismo, por mucho que escribamos y digamos de Nazaret, nada puede explicar Nazaret. Hablamos de forma analógica de Dios, hablamos de Él por lo que sabemos de nosotros, de nuestra existencia. Pero Dios es siempre “más allá”, es el Inefable (aquel de quien no se puede hablar). Sólo podemos comprenderlo como incomprensible. Vivir en Nazaret supone dar vida a las palabras de San Juan de la Cruz:

“Entréme donde no supe
y quedéme no sabiendo
toda ciencia trascendiendo”

Dios va llamando cada vez más a muchas personas a vivir en Nazaret. Y uno entra sin saber muy bien, sin adivinar qué nos quiere revelar Dios de Él mismo – pues cuanto de él conocemos es don suyo- . Llega un momento en que quizá lo único que sabemos es que estamos en él “no sabiendo” porque trasciende toda ciencia, va más allá de cualquier conocimiento.
No podemos por tanto reducir Nazaret. Nazaret es el espacio en que Dios se manifiesta y pese a ello, no entendemos. No obstante, es importante permanecer. Vivir en Nazaret hasta que vivamos la experiencia de “no entender, entendiendo” como canta San Juan.
Recurriendo a Santa Teresa, tan devota de la humanidad de Jesús, sabemos que Dios “como nos ama se hace a nuestra medida”.

Pero ¡ni esa medida alcanzamos!. Por eso, vivir en Nazaret presupone una actitud básica: la adoración. Sin esa actitud interna estamos creando un dios de caramelo. Un Jesús compañero, amigo y colega, nada más.
Dice J. A. Pagola que no hay tanta crisis de fe como de sentimiento religioso. No es difícil creer cuando las mismas ciencias reclaman el concurso de un Creador para poder explicar la maravilla que nos envuelve y sustenta. Pero es difícil a la persona del s. XXI tener una actitud religiosa, sentir la propia pequeñez y admirar la grandeza de Dios. Siempre me ha resultado difícil aceptar que nuestra capacidad de admiración no haya crecido con nuestro conocimiento. El hombre que escribe el salmo 8 (Qué admirable es tu nombre en toda la tierra…¿qué es el hombre para que te acuerdes de él?) tiene una visión risible para nosotros del mundo que lo envuelve. Y se asombra de los astros, el cielo…la luna y las estrellas, hasta experimentarse pequeño. Nosotros sabemos más del Universo e ignoramos a su Creador.
Adorar es admirar la grandeza de Dios, sentirnos pequeños. Rendir intelecto y sentidos.

Eso es, en el fondo, lo que hace difícil la espiritualidad de Nazaret. Vivir adorando, vivir rendidos a  la grandeza infinita del Dios que ha querido hacerse a nuestra medida.