viernes, 19 de junio de 2009

EN LA FIESTA DEL SAGRADO CORAZÓN...




¡PONLE UN TRONO EN TU CORAZÓN!

Mi Cristo, Tú no puedes

cicatrizar la llaga del costado:

un Corazón tras ella

noche y día me está esperando.

(Jorge Blajot)

jueves, 18 de junio de 2009

ACTITUDES DE NAZARET (IV)

Cuarta actitud: El asombro

Dice el evangelio que María se turbó. No de la presencia del ángel sino de lo que éste le decía. Turbarse no dice mucho a la gente de hoy en día. Es quizá asombro la palabra que más refleja lo que vive María. Ese mismo asombro le hará estallar en cántico, en Magnificat.
Nazaret es el hogar del asombro. Asombro por un Dios que se hace pequeño, por un Dios que cuenta conmigo, que me llama. En Nazaret nunca se vivió acostumbrados a Dios. El Dios de Nazaret no es el que se puede dar por sentado; es el Dios que te sale por la calle que no esperas, el que no viene por donde tú vas, el que te arranca de tu comodidad, el que rompe tus sueños y te regala otros sin explicártelos; es el Dios desconcertante, es el Dios que hay que aceptar porque es un poco “raro”, no responde a los esquemas. Nazaret es sorpresa, asombro, pasmo. Porque a Dios se le encuentra donde uno no espera y cuándo uno no lo busca y cuando no lo ve, brilla de repente.
No es fácil vivir en el asombro. Asombrarse un ratito, unos días, alguna vez al año...lo entendemos. Pero estrenar cada día la vida como regalo, no dar por sentado que mañana amaneceremos...¡qué nerviosos nos pone! Porque al asombro ante Dios corresponde el sentimiento de pequeñez. Yo soy ese cuerpo opaco en el cual se refleja la gloria de Dios. María, la mujer más cantada, pintada y loada de toda la historia, canta su pequeñez. Porque sabe cuál es el referente. Y al lado de Dios, todos, hasta María, somos como un granito de arena. Del asombro nace la pequeñez y de la pequeñez, la gratitud.

miércoles, 17 de junio de 2009



Tengo una contractura en las cervicales. Algunos años y una mala caída han hecho que empiecen a chirriar. Al principio, claro, no les hice caso. Hasta que me percaté de que no sólo tenía molestias más o menos llevaderas sino que mi campo de visión también se reducía. ¡No podía mirar el techo! Y no hablemos de mirar hacia atrás por encima del hombro…
Hace dos días que voy a rehabilitación. Todo es muy sencillo. Quince minutos de estimulación muscular eléctrica, calor y ejercicios de lo más simples. Funciona. El estimulador eléctrico desagarrota los músculos que empezaban a atrofiarse y luego, claro, hay que ejercitarlos. Se me ocurre que lo mismo pasa con nuestro corazón. Muchas veces los años, las caídas, decepciones y el no prestarle atención nos va endureciendo por dentro. Y el corazón se contrae, se agarrota...se atrofia.
Resulta fácil poner nuestro corazón quince minutos diarios al calor de la oración y luego, eso sí, volver a ejercitarlo: un poco de paciencia, una sonrisa cuando no se tiene ganas, una palabra callada a tiempo, un gesto de comprensión…
Nada, pequeños ejercicios. Calor y estimulación - oración – y delantal para servir. El corazón volverá a mirar no el techo…sino el cielo!
Ah, y es gratis.






MIREMOS CON ATENCIÓN....
Conocer el Corazón de Jesús es beber en las mismas fuentes que lo nutrieron a Él y ahí, indudablemente, encontramos a José y María. No podemos parecernos a Jesús si no buscamos el mismo alimento. La humanidad de Jesús, excelsa por definición, se forjó bajo la guía de sus padres y creció en la cotidianidad de Nazaret. En esa escuela nació un Corazón que es misericordia y amor.
También Dios necesita canales para hablar al mundo… y su “estructura” más perfecta es el corazón de Jesús.
¿Dónde vemos hoy, dónde encontramos su Corazón misericordioso? No olvidemos que es un soldado romano – un extranjero – quien abre el costado de Cristo y un pagano – Poncio Pilato – quien entrega el Cuerpo de Cristo al mundo.
¿Estamos atentos a los alejados de la iglesia, los no creyentes, los que confiesan otra fe, los escépticos, los…?
Quizá ellos nos muestren y nos entreguen, hoy, a Cristo.

ACTITUDES DE NAZARET (III)

Tercera actitud: en ruta.

Los seguidores de Jesús fueron conocidos como los del Camino antes de recibir el nombre de cristianos. Jesús recorre pueblos, ciudades; siempre vive desinstalado y desinstalando. Una actitud que, sin duda, vivieron sus padres. Porque ser de Nazaret supone estar en ruta, caminar.
José caminó de su casa a la de María: fue éste el mejor camino, el de los inicios. Lo podemos imaginar con el corazón alborozado, iba a buscar a su esposa para iniciar la vida en común. Joven, enamorado y expectante ante el misterio. Con actitud humilde, pues sabe que María lleva ya el Misterio. José va a la búsqueda del Dios oculto en un vientre humano.
María camina de su casa a la de José. Es camino alegre también, pero doloroso. Deja la casa paterna, los suyos, para aventurarse en el camino de Dios. Es camino, ya, de docilidad.
José y María caminan de Nazaret a Belén. Camino de incertidumbre y preocupación pues el parto está cerca. Camino también alegre, que amenizarían con su conversación, con ratos de silencio, con cantos de salmos. Al final del camino, el Misterio hecho debilidad.
José y María caminan de Belén a Egipto. Huida para proteger al Niño, camino de dolor. Exilio, búsqueda de trabajo, adaptación a nuevas costumbres. Son los sin papeles de Dios.
José y María caminan de Egipto a Nazaret. Regreso a la patria pero para esconder al niño lejos de Arquelao. También Dios necesita raíces y Jesús va a Nazaret enraizándose en la historia de un pueblo que vive el menosprecio social. Va a Nazaret a crecer. Verbo definitivo y lema de todo Nazaret: crecer. En sabiduría y gracia.

Nazaret supone camino. Y camino es, sobre todo, proceso interior. Sea dolor o gozo lo que vivimos, si somos de Nazaret debe ser dolor y gozo en el Señor.

lunes, 15 de junio de 2009



ESTA SEMANA CELEBRAMOS LA FIESTA DEL SAGRADO CORAZÓN


Para celebrar el corazón - el amor - de Jesús - hay que echarle una ojeada al nuestro. Porque nuestra experiencia de Dios se nutre también de nuestras experiencias vitales. Algunas de las que vivimos:


1) Experiencias de dejarse querer y ser querido .

Vivir la benevolencia divina a través de la experiencia concreta de ser querido intensamente por diversas personas. Desde la experiencia de dejarse querer y sentirse querido, nos capacitamos para querer y sembrar cariño. Al reconocer que nos quieren bien, nos capacitamos para querer bien, más y mejor.

2) Experiencias de transmitir, contagiar y comunicar cariño a muchísimas personas;

de quitar miedos, infundir ánimos, transmitir calor humano acogedor y encarnar la benevolencia divina.

3) Experiencia de detectar dónde hay odios que desactivar y agresividades que desarraigar:

conjugar la máxima tolerancia con la denuncia de lo intolerable. Experiencia de hacerse voz profética de las personas sin voz aunque sea en pequeña escala.

4) Experiencia de sentirse capacitado para sonreir a pesar de los pesares.

Aquí hay que bajar la cabeza muchas veces ante el mal que no entendemos, insoluble racionalmente y solamente asumible en la “esperanza contra toda esperanza”, sobre todo cuando el mal y la violencia se imponen hasta en el interior mismo de las iglesias...

Repasa cómo estás en estas experiencias porque son, entre otras, las que Jesús vivió...Y si tu corazón está dañado Él es el reparador. ¡Ponte en sus manos!

(basado en uno de tantos textos que llegan...)





VISITA ESPIRITUAL A NAZARET

domingo, 14 de junio de 2009

ACTITUDES DE NAZARET (II)

Segunda actitud: la oración constante

Los dos, José y María, saben orar porque los dos escuchan. Orar es atender la vibración mínima que produce la brisa de Dios en mi espíritu. José ora en sueños, ni siquiera la necesidad humana de dormir le priva de su actividad interior. Está invadido, habitado por Dios. Es la casa encendida dispuesta siempre a acoger al Dueño; José es el centinela que espera su regreso. Dormido o despierto vive en diálogo interior con aquel que es su Dueño.
Tiene tres sueños: en el primero se le pida que acoja el Misterio en su vida. No es fácil, debe desasirse de todo, proyectos y prejuicios...
En el segundo se le pide que proteja el Misterio. Y en el último que lo haga crecer.
Puede muy bien ser nuestro programa: acoger, proteger y hacer crecer. Podemos vivirlo en la escuela – acogiendo a los niños con todo su misterio, protegiéndolos a veces de ellos mismos o sus familias, haciéndolos crecer – en la comunidad, en la familia...
Claro que el ángel también le dice varias veces: “Levántate”.

Levántate, tú que duermes
resucita de entre los muertos
y Cristo será tu Luz ( Ef 5, 14)

José se levanta y camina “sin otra Luz ni guía sino la que en el corazón le ardía”. Porque el corazón de José es zarza incandescente, tierra sagrada. Él, como Moisés, se adentró en la oscuridad de un Dios escondido en la carne y bajó con el rostro iluminado. Pero como Moisés también, se cubrió con un velo y fue, sencillamente, el carpintero.

De José no hay palabras, sólo acción. Lo que Dios le decía, eso hacía. Nada más. Ni nada menos. La grandeza de José está en cómo hace la obra de Dios. Con naturalidad, como si fuera lo más normal. Sin aspaviento alguno, sin aparente esfuerzo.

María ora a su aire, de manera distinta, quizá más femenina. Como mujer sabe acoger y escuchar lo extraño porque ya nada humano – ni divino – le es extraño. Ella no duerme, está en vela, pertenece al grupo de las vírgenes prudentes cuya lámpara siempre tiene aceite. Escucha el mensaje del ángel y pregunta. Establece un diálogo con Dios. Creo que tras la pregunta del no conocer varón se esconde su preocupación por José. No es por ella, no es por cómo se hará; ella sabe que Dios lo puede todo. Ese varón al que no conoce es una clara referencia a José y ella no ve otro camino que no pase por él. ¡Qué bonita la visión de María y qué poco la compartimos! José es ya el cabeza de la casa, José es para ella todo y todo depende de él. ¿Cómo pues va a ocurrir el Misterio sin que José dé su asentimiento? María ya no se considera sola, María está desposada. Son ya familia.
Su oración culmina con las palabras más bellas. No son pasivas, ninguna oración es pasiva. La esclava del Todopoderoso se pondrá en camino hacia Ain-Karem. Porque esa es otra actitud de Nazaret.