sábado, 25 de julio de 2009

La multiplicación de los panes...hoy.
Prosigue este domingo el Evangelio del domingo pasado cómo Jesús percibió otro tipo de carencia, más elemental quizás pero igualmente evidente, entre aquella multitud que le seguía: no sólo no tenían pastor y por lo tanto había que enseñarles, sino que tampoco tenían pan, y entonces, igualmente había que alimentarles: "Jesús, al ver que acudía mucha gente dijo a Felipe: ¿con qué compraremos panes para que coman éstos?". En medio de la extrañeza de Felipe llega Andrés y apunta un conato de solución: aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces, ¿pero qué es eso para tantos?
La evidente provocación estaba servida, y ante la desmedida empresa de tener que alimentar a tantos con tan poco, era lógica aquella reacción de los discípulos: nos supera, no sabemos qué hacer ni por dónde empezar. Como dice el Evangelio de Marcos: "vamos nosotros a comprar doscientos denarios de pan para darles de comer?".
Jesús hizo ese milagro ante todos, y quedó manifiesta la grandeza de Dios... pero a través de la pequeñez humana: fue realizado con la ayuda humilde del muchacho que encontró Andrés: con sus cinco panes y sus dos peces. Es un impresionante testimonio de cómo Jesús no ha querido mostrarnos un rostro de Dios autosuficiente y despectivo respecto de sus hijos, sino que -por así decirlo-
ha querido tener necesidad de nuestra pequeña colaboración humana para que su grandeza divina pueda ser manifestada.
Otras hambres de otros panes tiene planteadas nuestra querida humanidad: la paz, el trabajo, la justicia, el amor, el respeto, la esperanza, la fe, la verdad... y un largo etcétera tan inmenso como grande es la humanidad. Son muchas las hambres de los hombres. Quizás haya quien espere de Dios un milagro sonoro y tumbativo, un milagro de Dios y a lo divino. Mientras que Jesús nos seguirá diciendo como entonces: dadles vosotros de comer, buscad el pan adecuado para esas hambres concretas. Entonces sentiremos el mismo estupor y desbordamiento que sintieron los discípulos en el lago de Galilea. Jesús sigue haciendo milagros, pero éstos pasan por nuestras manos, nuestro corazón, nuestros ojos, nuestros labios: Él necesita también hoy nuestros panes y nuestros peces, para dar de comer a la multitud de tan diversas hambres. El milagro somos nosotros, que ofreciendo nuestra pequeñez, Dios convierte en grandeza, en signo. Y también hoy la gente quedará saciada. ¿No vemos el hambre? ¿No nos vemos como el pan que las manos de Jesús reparten? Dejémonos tomar, partir y repartir, dejémonos ser milagro para los demás.


Jesús Sanz Obispo de Jaca y Huesca

2 comentarios:

  1. Si,Dios a través de la pequeñez del ser humano hace su obra. Cuenta con nosotros,con nuestras manos,nuestros ojos,nuestros pies,con todo lo que somos y sigue actuando y haciendo milagros. Pero necesitamos dejarnos amasar como el pan,disponernos y decirle aquí tienes lo que soy y tu haras tu obra a través de mí. El,no quiere hacerlo solo,cuenta con cada uno de nosotros sus hijos.

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  2. La verdad es que es importante caer en la cuenta de que es preciso ese "dejarnos amasar"...casi nunca Dios nos da la forma que soñábamos ( la consigue mejor, claro) y cada vez me parece más obvio que la espiritualidad de Nazaret es la del abandono.
    Con Él todo es posible. Tanto que hablan ahora del trabajo cooperativo...y es algo que Dios tiene en su "ADN"...!

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