miércoles, 9 de junio de 2010


SE ACERCA LA FIESTA DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS...
Siempre he pensado que el arte no le ha hecho justicia al misterio del Corazón misericordioso de Jesús. Y hoy, al contemplar este abrazo de Jesús a una mujer, sé que el amor que Él me tiene le hace acogerme en mi totalidad, aceptarme y amarme cómo soy. Solemos imaginar el abrazo como el encuentro de dos que vienen de posiciones distintas. Quizá es el primer paso. Porque luego, Jesús te va girando suavemente para hacerte contemplar aquello que Él ve: tu propio pecado...pero con sus ojos. El dolor de los hermanos...con sus ojos. Las miserias y los límites de otros...pero con sus ojos. La misión a la que te llama...con sus ojos.
Esta mujer se apoya totalmente en Jesús. Y resulta curioso que cuando Jesús ya ha cerrado los ojos, ella los mantiene abiertos. Ella continua lo que Él inició, ella ve por Él, ama por Él. Y también Jesús se apoya en ella.
Os dejo con un texto de Sor Isabel de la Trinidad. Que sirva para ir abriendo el corazón a su Amor infinito.


"Tú eres amada extraordinariamente, amada con el amor de predilección que tuvo el Maestro en la tierra hacia algunos y que los llevó tan lejos. El no te dice como a Pedro: ¿Me amas más que éstos? Escucha lo que te dice: ¡Déjate amar más que éstos!, es decir, sin temer que algún obstáculo sea obstáculo, porque Yo soy libre para derramar mi amor en quien me place. ¡Déjate amar más que éstos!, ésa es tu vocación, y siendo fiel a ella me harás feliz porque engrandecerás el poder de mi amor. Este amor sabrá rehacer lo que hubieres deshecho. ¡Déjate amar más que éstos! […] La fidelidad que te pide el Maestro es de permanecer en comunión con el Amor, de derramarte, de enraizarte en este Amor que quiere marcar tu alma con el sello de su potencia y grandeza. No serás superficial si estás despierta en el amor. Pero en las horas en las que no sientas más que el decaimiento, el cansancio, le agradarás todavía si eres fiel en creer que El obra aún, que te ama de todas formas, y más aún: porque quiere engrandecerse en ti. […] (Sor Isabel de la Trinidad)

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