miércoles, 13 de abril de 2011


SE ACERCA

NUESTRA SEÑORA DE LOS DOLORES

De niña, por llevar el nombre de Maria Dolors, me miraba con cierta aprensión la imagen que mi madre me señalaba como patrona. La Dolorosa. Siempre aquellos siete puñales clavados, con el corazón sangrante y la cara de aflicción. No me fascinaba, en una precoz intuición infantil de que Dios es gozo, tener una patrona tan afligida. Por eso me parece mucho más interesante y acertada que la interpretación más popular, la que algunos Santos Padres, entre ellos San Ambrosio y San Basilio de Cesarea, hacen de la profecía de Simeón según la cual esa espada que atraviesa a María es la espada del Espíritu, la espada de la Palabra. Así sí. Porque María vive atravesada hasta las yunturas del alma por esa Palabra que ella acuna y medita en su corazón. En las Sagradas Escrituras la Palabra de Dios, viva y eficaz, es comparada en varias ocasiones con una espada. Y la Palabra penetró de tal manera en María que cobró forma en sus entrañas. Qué duda cabe que una parte de la profecía de Simeón puede aplicarse al dolor que vivirá María al pie de la cruz. Pero la plenitud de la profecía se alcanza en el gozo. Atravesada por la espada de la Palabra, María se pone en camino y canta el Magnificat. Es la suya una herida luminosa que alumbrará los silenciosos y sublimes años de Nazaret. Qué bien captó Lucas el sentido de la profecía al insistir una y otra vez en que, pese a no comprender, María guardaba todas las cosas en su corazón y las meditaba en el crisol de la fe. Vivió herida siempre, con una herida que fue llama de amor viva. Y no es difícil establecer el paralelismo con la lanza que atraviesa el costado de Cristo. Esa herida, prefigurada en la de María, nos abre la puerta del Paraíso. Dentro de tus llagas, oh buen Jesús, escóndeme. Vivir herida de la única herida que da vida, la Palabra, fue el día a día de María. Si pudo acunar en sus brazos al bebé Jesús es porque antes dejó que la Palabra le abriera el corazón y, plantada en él, creció la Semilla del árbol de Vida. Dolorosa. Pero ante todo, Gozosa. Gozosa porque es ella quien con la espada de la Palabra aparta otra espada, la que, tras el pecado de Eva, nos cerraba a todos el Paraíso. Un haz de luz nos guía hacia él. Es María, la traspasada, la herida, la Gozosa.

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