domingo, 3 de marzo de 2013

MANYANET DE LA A A LA Z...


G de Gratitud

De la mano de la humildad, virtud fundamental para el camino espiritual según todos los santos, aparece también la gratitud.
Manyanet brilla con luz propia en ese vivir constante y perennemente agradecido. Con aquellos que le hicieron bien pero también con los que, aunque qui´za no quisieran dañarlo, sí fueron un duro obstáculo en su camino.
Conocemos su gratitud para con D. Valentí Lledós, el párroco que lo guió de pequeño y lo trató como a un hijo…
Sabemos también que la aceptación de la petición del obispo Caixal de que asumiese las religiosas fundadas por él cuando Manyanet se dispone a fundar otras, se debe, única y exclusivamente, a la gratitud que Manyanet profesa a Caixal. En efecto, éste se había portado con él como un solícito padre más que como un pastor y le proveyó de todo mientras lo tuvo a su lado, tanto material como espiritualmente. No sólo cuidó de él sino que se fio de él. Cuando le hace la “petición de Vergara”, Manyanet se siente en deuda con su obispo y asume, por gratitud, una empresa que él mismo ve inviable.
Podríamos poner muchos ejemplos pero donde más finamente brilla la gratitud en Manyanet es en su relación con Dios. De hecho, para Manyanet no hay otra definición para el pecado y la mediocridad que la de “ser ingrato”:  Feos y destestables son todos los vicios pero ninguno más reprensible que la ingratitud” (E.N. 3º, 42)  dirá Manyanet por boca de Desideria. Y con curiosa asociación  le pone color a este vicio: es “negra ingratitud”(ibídem)
La vida del creyente no es para nuestro fundador más que un camino de gratitud y correspondencia a tanto bien recibido. Con la clara conciencia de que es imposible corresponder al amor de Dios.
Pero es preciso agradecer no sólo lo que hemos recibido sino aún aquello que esperamos alcanzar. Y la finura de espíritu se refleja en Manyanet en la capacidad para saber agradecer no sólo los beneficios sino también las cosas adversas. Porque no hay que mirar los dones sino la Mano que se nos acerca, la Mano de Dios.
Sólo así, el humor de Manyanet ante su dolor físico, puede entenderse. Las llagas eran gracias. Y él las agradecía porque vivía en gracia. En constante gratitud. 

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