domingo, 21 de julio de 2013

IMAGEN DEL HIJO


Me lo contaba con lágrimas en los ojos y, pese a todo, un brillo en ellos que les daba vida. Mi amigo perdió a su hijo hace poco en un trágico accidente. Un padre, me decía, nunca se rehace de un golpe así…pero…
Intuí que me iba a abrir su corazón y me asombró un poco ese pero. Es hombre de familia, tiene cuatro hijos – uno ya en el cielo – y varios nietos. Del hijo fallecido le queda un nieto adolescente, casi joven.
Ahora – me decía- lo miro de manera distinta. No me había dado cuenta pero es el vivo reflejo de su padre. Tiene sus mismos ojos, ¡su misma risa! No sé si me lo imagino pero hasta tiene sus mismas manías en la comida. Es como si lo volviera a tener en casa, otra vez joven…No quiero hacer diferencias con mis nietos pero éste me llega al corazón…es como abrazar a mi hijo otra vez…reñirlo otra vez (el otro día tuve que hacerlo y Dios sabe lo que me costó), enseñarle de nuevo lo que ya enseñé a mi hijo…Mi hijo ha muerto, sí. Pero cuando Jordi entra por la puerta es como si entrara de nuevo mi hijo…
Sin saberlo mi amigo me explicaba qué es ser cristiano. Algo tan simple como vivir de manera que el Padre vea en nosotros a su Hijo Amado. Que le llegue al corazón nuestra fisonomía, nuestra risa, nuestra manera de mirar. Que su Hijo clavado en cruz viva en nosotros porque tenemos sus mismos sentimientos, su estilo de vida, hasta sus mismas “manías”. Que cuando el Padre nos mire, su corazón se sienta consolado porque Jesús vive en nosotros y su sangre no ha sido derramada en vano.

Entiendo a mi amigo, sí. Pero ahora entiendo más cómo debo vivir. Para que cuando yo entre por la puerta sea como si entrara de nuevo Jesús.  

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