sábado, 6 de septiembre de 2014

RECOMENZAR




Estos días hay ambiente de inicio y eso suele ser bueno porque aunque, en general, somos quejicas, todos llegamos con ilusión y ganas de hacerlo bien al nuevo curso escolar.
Este verano viví una situación rutinaria de colapso en carretera que me ha quedado como ejemplo para el curso y quiero transmitiros lo que pensé.
En Barcelona, un domingo de fiesta y con excursión preparada, tuve que cruzar la ciudad. Iba con el tiempo justo y tenía dos vías a escoger: o ir por dentro ciudad o coger la ronda que la rodea. Dudé unos instantes porque el domingo a primera hora no suele haber tráfico por la ciudad pero en el último instante cogí la ronda que se supone más rápida.

¡Rápida!. Aprovechando agosto y domingo, varios tramos de la ronda estaban cortados por obras. De los tres carriles habituales funcionaba uno y, en algún tramo nos hicieron salir para volver a entrar, sin posibilidad de escapar. Lo que tenía previsto como una ruta de 10 o 15 minutos duró más de 45. No cuento cómo estaban mis nervios…porque además no soporto llegar tarde.

No obstante, de repente, una idea me golpeó. Más que una idea, una vivencia. Realmente yo había dudado al escoger la ruta, me gusta cruzar mi ciudad cuando no hay tráfico, contemplarla, reconocerla. Si aquel día hubiera seguido mi primer instinto (enfilar Diagonal y Gran Vía) nunca hubiera sido consciente de lo que me ahorraba, de la facilidad que suponía ir por dentro en lugar de por la ronda. Y no hubiera agradecido tanta facilidad…
Pensé entonces que muchas veces las cosas nos salen bien, rutinariamente bien, y no caemos en la cuenta de que Dios nos está librando de un mal camino, una caída o un embotellamiento desesperante. Damos por sentado que todo debe ir bien. Y por lo mismo, a veces somos desagradecidos.
Estoy segura de que, en este curso, me moveré a veces entre dos posibilidades. Ojalá, cuando las cosas me salgan medianamente bien, sea consciente de que Alguien me ha despejado el camino y de que, por otros senderos, quizá me hubiera perdido.
Dar gracias a Dios por aquel bien del que ni siquiera soy consciente es mi propósito de curso.

¡Gracias a los que, de nuevo, os habéis asomado a esta ventana! 

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