Estos días hay
ambiente de inicio y eso suele ser bueno porque aunque, en general, somos
quejicas, todos llegamos con ilusión y ganas de hacerlo bien al nuevo curso
escolar.
Este verano
viví una situación rutinaria de colapso en carretera que me ha quedado como
ejemplo para el curso y quiero transmitiros lo que pensé.
En Barcelona,
un domingo de fiesta y con excursión preparada, tuve que cruzar la ciudad. Iba
con el tiempo justo y tenía dos vías a escoger: o ir por dentro ciudad o coger
la ronda que la rodea. Dudé unos instantes porque el domingo a primera hora no
suele haber tráfico por la ciudad pero en el último instante cogí la ronda que
se supone más rápida.
¡Rápida!.
Aprovechando agosto y domingo, varios tramos de la ronda estaban cortados por obras.
De los tres carriles habituales funcionaba uno y, en algún tramo nos hicieron
salir para volver a entrar, sin posibilidad de escapar. Lo que tenía previsto
como una ruta de 10 o 15 minutos duró más de 45. No cuento cómo estaban mis
nervios…porque además no soporto llegar tarde.
No obstante,
de repente, una idea me golpeó. Más que una idea, una vivencia. Realmente yo
había dudado al escoger la ruta, me gusta cruzar mi ciudad cuando no hay
tráfico, contemplarla, reconocerla. Si aquel día hubiera seguido mi primer
instinto (enfilar Diagonal y Gran Vía) nunca hubiera sido consciente de lo que
me ahorraba, de la facilidad que suponía ir por dentro en lugar de por la
ronda. Y no hubiera agradecido tanta facilidad…
Pensé entonces
que muchas veces las cosas nos salen bien, rutinariamente bien, y no caemos en
la cuenta de que Dios nos está librando de un mal camino, una caída o un
embotellamiento desesperante. Damos por sentado que todo debe ir bien. Y por lo
mismo, a veces somos desagradecidos.
Estoy segura
de que, en este curso, me moveré a veces entre dos posibilidades. Ojalá, cuando
las cosas me salgan medianamente bien, sea consciente de que Alguien me ha
despejado el camino y de que, por otros senderos, quizá me hubiera perdido.
Dar gracias a
Dios por aquel bien del que ni siquiera soy consciente es mi propósito de curso.
¡Gracias a los
que, de nuevo, os habéis asomado a esta ventana!
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