sábado, 25 de octubre de 2014

LOS DOS AMORES

Mas los fariseos, al enterarse de que había tapado la boca a los saduceos, se reunieron en grupo, y uno de ellos le preguntó con ánimo de ponerle a prueba: «Maestro, ¿cuál es el mandamiento mayor de la Ley?» Él le dijo: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el mayor y el primer mandamiento. El segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos penden toda la Ley y los Profetas.» Mateo 22, 34-40


EL SHEMÁ

Llevamos unos domingos en que el público de Jesús, gente respetable de Jerusalén, se dedica a ponerle la zancadilla. Le han preguntado si hay que pagar o no al César, si existe la resurrección…Y hoy se le pregunta por el mandamiento mayor.
Los saduceos eran clase alta, formada. Enfrentados a los fariseos – clase media, piadosos y cumplidores rigorosos de la Ley – y estos a ellos. No obstante, parecen unirse para ir contra Jesús. La pregunta de los fariseos responde a una viva discusión entre ellos. En su afán por mantener la pureza de la Ley habían regulado cualquier actividad humana. El árbol de preceptos y prescripciones era una maraña pues se han llegado a contablizar unos 600 mandamientos. Ante esto unos se preguntaban si todos tenían la misma importancia, si no había una jerarquía. Un sector opinaba que no, que todo mandamiento por pequeño que sea, al referirse a Yahvé, es importante, mientras otros opinaban que no todos eran iguales.
Con ironía, trasladan la discusión a Jesús para que decida. Le llaman Maestro pero no lo reconocen como tal. Y Jesús en su respuesta, aunque cierta y profunda, no deja de tomarles el pelo pues los remite a lo que un niño de cinco años sabía perfectamente: la oración del shemà:
Escucha, Israel, Adonai es nuestro Dios, Adonai es Uno. Amarás a Adonai tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma con toda tu fuerza. Y estas palabras que Yo te ordeno hoy estarán sobre tu corazón. Las enseñarás a fondo a tus hijos, y hablarás de ellas al estar sentado en tu casa y al andar por el camino, al acostarte y al levantarte. Las atarás como señal sobre tu mano y serán por recordatorio entre tus ojos. Las escribirás sobre las jambas de tu casa y en tus portones.
Es la oración que equivale a nuestro padrenuestro, la oración seña de identidad.

LA AMPLIACIÓN DE JESÚS

No obstante, Jesús ensancha el mandamiento de amor a Dios y coloca el del amor al prójimo en grado de semejanza. La Ley y los Profetas se sostienen en ese amor a Dios que tiene como consecuencia natural el amor al prójimo. Como la lámpara que ilustra este blog todo es luz para aquel que vive estos dos mandatos; y aunque sus obras fueran inmensas serían oscuridad s no se anclaran en ellos.
Los fariseos eran, en general, ejemplo de vida. Pero Jesús les echa en cara su legalismo que les ha llevado a apoyarse en sus obras, a creer que “cumpliendo” ganan el favor de Dios. Nada más lejos del evangelio donde asoma un Dios que ama especialmente a aquellos que parecen no merecerlo. Jesús no critica lo que predican sino el punto de apoyo de sus obras. Por eso dice: «Haced lo que ellos dicen, no lo que ellos hacen». Mt 23,3

A lo largo de su predicación Jesús aclarará también quién es el prójimo. Porque también esto era motivo de discusión: algunos entendían por prójimo aquellos más cercanos: la familia y los de la misma raza y fe. Otros ampliaban a algunos necesitados. El mensaje de Jesús será claro y rotundo: tu prójimo es también tu enemigo. Algo que ningún judío contemplaba…

No hay comentarios:

Publicar un comentario