miércoles, 17 de junio de 2009



Tengo una contractura en las cervicales. Algunos años y una mala caída han hecho que empiecen a chirriar. Al principio, claro, no les hice caso. Hasta que me percaté de que no sólo tenía molestias más o menos llevaderas sino que mi campo de visión también se reducía. ¡No podía mirar el techo! Y no hablemos de mirar hacia atrás por encima del hombro…
Hace dos días que voy a rehabilitación. Todo es muy sencillo. Quince minutos de estimulación muscular eléctrica, calor y ejercicios de lo más simples. Funciona. El estimulador eléctrico desagarrota los músculos que empezaban a atrofiarse y luego, claro, hay que ejercitarlos. Se me ocurre que lo mismo pasa con nuestro corazón. Muchas veces los años, las caídas, decepciones y el no prestarle atención nos va endureciendo por dentro. Y el corazón se contrae, se agarrota...se atrofia.
Resulta fácil poner nuestro corazón quince minutos diarios al calor de la oración y luego, eso sí, volver a ejercitarlo: un poco de paciencia, una sonrisa cuando no se tiene ganas, una palabra callada a tiempo, un gesto de comprensión…
Nada, pequeños ejercicios. Calor y estimulación - oración – y delantal para servir. El corazón volverá a mirar no el techo…sino el cielo!
Ah, y es gratis.




No hay comentarios:

Publicar un comentario