miércoles, 9 de marzo de 2011





PAUTAS PARA LA LECTURA DEL MENSAJE DEL PAPA PARA ESTA CUARESMA


A pesar de la crisis económica, en muchos lugares se ha celebrado el carnaval. Esas antiguas celebraciones, anticipaban por contraposición el itinerario cuaresmal que se preveía como un tiempo de penitencia. “Obtener con más abundancia del Misterio de la redención la vida nueva en Cristo Señor”. Ese es el objetivo que Benedicto XVI ha subrayado en su mensaje para la cuaresma de este año 2011.


Este texto, profundo y sencillo a la vez, gira en torno a tres núcleos principales.


El primero se centra en la importancia del bautismo. Según el Papa, “el bautismo no es un rito del pasado sino el encuentro con Cristo que conforma toda la existencia del bautizado, le da la vida divina y lo llama a una conversión sincera, iniciada y sostenida por la gracia, que lo lleve a alcanzar la talla adulta de Cristo”. La cuaresma es una especie de catecumenado que nos prepara para la Vigilia Pascual en la que renovamos la opción por esa nueva vida que el bautismo inicia y consagra.

El segundo núcleo del mensaje resume la riqueza de la Palabra de Dios, que en los domingos de Cuaresma, nos guía a un encuentro especialmente intenso con el Señor. El texto va resumiendo en pocas líneas el sentido de los evangelios que se proclaman en los cinco primeros domingos de la cuaresma: las tentaciones de Jesús en el desierto, la Transfiguración del Señor en el monte, el encuentro de Jesús con la mujer samaritana, la curación del ciego de nacimiento y la resurrección de Lázaro. Relatos bien conocidos que reflejan la condición humana y su vocación a una gloria que calma nuestra sed, da luz a nuestros ojos y vida definitiva a nuestra caducidad.

El tercer núcleo recoge tres prácticas que ya se encuentran en el evangelio. Dejando de lado el Domingo de Ramos, el Papa nos invita a preparar el Triduo Pascual y en particular la Gran Vigilia de la Noche Santa de la Pascua. La preparación cuaresmal incorpora la práctica del ayuno, la limosna y la oración. Esas prácticas nos ayudan a “liberar nuestro corazón del peso de las cosas materiales, de un vínculo egoísta con la «tierra», que nos empobrece y nos impide estar disponibles y abiertos a Dios y al prójimo”. Ayunar de lo otro, compartir nuestros bienes con los otros y unirnos con espíritu creyente al Absolutamente Otro son tareas de toda la vida. Pero han de hacerse más vivas en este tiempo de preparación para la Pascua.
La conversión de nuestra vida no depende sólo de nuestras fuerzas: implica una colaboración de Dios y del hombre. De hecho, significa “dejarnos transformar por la acción del Espíritu Santo; orientar con decisión nuestra existencia según la voluntad de Dios; liberarnos de nuestro egoísmo, superando el instinto de dominio sobre los demás y abriéndonos a la caridad de Cristo”.

Este mensaje papal puede ayudarnos a orientar nuestro itinerario a lo largo del camino cuaresmal. En pocos escritos lo encontramos tan claro.



José-Román Flecha Andrés

Universidad Pontificia de Salamanca

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