viernes, 17 de enero de 2014

CORDERO DE DIOS


Al día siguiente ve a Jesús venir hacia él y dice: «He ahí el cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Este es por quien yo dije: Detrás de mí viene un hombre, que se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo. «Yo no le conocía, pero he venido a bautizar en agua para que él sea manifestado a Israel.» Y Juan dio testimonio diciendo: «He visto al Espíritu que bajaba como una paloma del cielo y se quedaba sobre él. Y yo no le conocía pero el que me envió a bautizar con agua, me dijo: `Aquel sobre quien veas que baja el Espíritu y se queda sobre él, ése es el que bautiza con Espíritu Santo'. Y yo le he visto y doy testimonio de que ése es el Elegido de Dios.»  (Jn 1,29-34)

JUAN Y JESÚS ¿QUIÉN EL MAYOR?

Para los que hemos nacido en la cultura cristiana la figura de Juan el Bautista es, con toda su grandeza, la del Precursor que preludia y anuncia la llegada esperada del Mesías e Hijo de Dios. No obstante, la escuela del Bautista tuvo numerosos seguidores  y por ello el evangelista Juan parece tener interés en dedicar todo el primer capítulo de su libro a contraponer las figuras de Juan y Jesús dejando muy claro quién es el mayor, algo que los judíos de la época no acababan de ver. Desde el prólogo el evangelista afirma
de Juan Bautista: No era él la luz, sino el testimonio de la Luz (Jn 1,8). A continuación nos presenta a Juan reconociendo la superioridad de Jesús: Yo no soy digno de desatarle la correa de las sandalias (Jn 1,27). En la escena de hoy  se pone en boca de Juan Bautista la fe de la Iglesia: este es el Hijo de Dios. (Jn 1,34)
El evangelio de Juan está escrito  para cristianos conocedores del judaísmo pero inmersos también en el mundo griego.  La cuestión de si Juan Bautista era mayor que Jesús de Nazaret no era una cuestión trivial. Juan sigue teniendo hoy en día sus seguidores…Pero el evangelista Juan deja claro que el mismo Juan Bautista reconoce reiteradamente la superioridad de Jesús. Es más: le entrega sus mejores discípulos. Porque él es sólo la voz que clama, que anuncia.

EL CORDERO DE DIOS
En la misa repetimos cuatro veces esta expresión. Una expresión que tiene raíces profundas que es preciso conocer pues la afirmación de Juan el Bautista ha generado un gran debate.
El cordero pascual
El mundo judío tenía un claro sentido de la expiación de los pecados. Cada día se ofrecían en el Templo dos corderos, uno por la mañana y otro por la tarde, para reparar y expiar toda culpa. En este sentido, la afirmación de Juan dejaría claro que ningún sacrificio de animales puede redimirnos del pecado. Sólo Alguien capaz de tomar sobre sí todo el mal del mundo podría hacerlo. Pero esa es una tarea imposible para todos. Por eso Juan señala que Jesús se ofrecerá, como se ofrecen los corderos, por el pecado del mundo. Él sí puede.
Por otra parte la misma palabra hebrea que significaba cordero quería decir también “siervo”. Y Siervo es un título de gloria, como vemos en la primera lectura del profeta Isaias. En sus escritos,  Isaias (53,4.12)  habla del Siervo doliente que carga sobre sí nuestro mal. Así que cabe interpretar que Juan el Bautista podría usar la palabra en este sentido…
Tenemos, además una clara alusión al cordero pascual, cuya sangre roció los dinteles de las puertas salvando así de la muerte a sus habitantes, según relata el Éxodo. De hecho Juan relata la pasión de Jesús en clave de cordero pascual inmolado.
Finalmente hay que aludir al Cordero Victorioso del Apocalipsis, vencedor sobre la muerte y el pecado.

YO LO HE VISTO Y DOY TESTIMONIO. Ver, en la biblia, significa experimentar. “Ver la muerte” es morir. Por eso Moisés no puede ver a Dios cuando se lo pide…”A Dios nadie le ha visto jamás”. Pero Juan, como profeta, sí lo ha experimentado. Y eso es lo que nos pide el evangelio de hoy: no sólo Juan debe abrir caminos a Jesús, también yo. No sólo Juan debe bautizar con agua, también yo (lo del fuego queda para Dios); no sólo Juan debe ser voz que clama en el desierto, también yo. No sólo Juan debe retirarse ante la llegada del “novio” también yo; no sólo Juan debe ser antorcha encendida que da luz y calor, también yo.
Y no puedo ser testimonio si no vivo, si no experimento a Dios.

Para eso tengo la eucaristía y el poder decir: Cordero de Dios… 

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