La existencia de Jesús durante estos 30 años no fue menos plena y fecunda para la obra de la Redención. ¿Y de qué se alimentaba esa vida:? Mi alimento es hacer la voluntad del que me ha enviado (Jn. 4, 34).
En Nazaret, por una parte, se valora el rechazo de lo espectacular y de la eficacia inmediata; por otra parte se acepta la ley de la maduración vital: los tiempos de silencio y de “inutilidad” preparan la acción fecunda. Pero esto no se vive sino desde dentro de la fe.
Jean Laplace, S.J., Diez días de Ejercicios,
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