H de
hijos e hijas.
Para Manyanet una palabra muy querida es
hijo, hija. El religioso y la religiosa
de su Instituto se reconoce, ante todo, hijo de la Sagrada Familia. En
el libro de La Escuela de Nazaret, Jesús, María y José llaman a Desideria
“hija” como el más bello de los nombres. Y ella se identifica hasta suplicar: Bendecid ahora a vuestra hija y quedará del
todo consolada.
Ser hijo/a de la Sagrada Familia nos
define. Por cuanto Jesús, a quien nos consagramos y seguimos, es Hijo; por
cuanto un hijo debe parecerse a su Padre y “ser santo como Él es santo”. El
hijo es fruto del amor. Manyanet se sabe hijo de un amor de predilección y
también son hijos de este amor los dos Institutos. Pero además el hijo vive en
la intimidad de la familia…de la familia de Jesús, María y José. Por eso, por
ser hijo/a, podemos ser testigos y apóstoles de la Sagrada Familia.
“Este solo calificativo debe llenarnos de
esperanza y alegría santa, a la par que recordarnos constantemente que
hemos sido,llamados a copiar en nosotros
con mayor perfección las virtudes, de las que nos dieron admirable ejemplo nuestros amados padres
Jesús, María y José”.
Es una palabra bonita en su significado.
Viene del latín “filius”, palabra que emparenta con “felix, felicis” que
significa fértil, fecundo y, por extensión, feliz. Por tanto, somos plenamente
hijos/as de la Sagrada Familia si, como tales, somos fecundos en nuestra vida,
si engendramos vida. Porque el hijo, que recibe la vida por definición, está
llamado a ser fértil. Sólo así será feliz.
Manyanet no quiso para sus hijos e hijas
otro nombre que el de hijos. El espíritu de filiación que recibimos en el bautismo
halla su plenitud en la vivencia de Nazaret. Sabernos hijos/as hace florecer en
nosotros las virtudes que caracterizan Nazaret: el abandono, la simplicidad y
sencillez, la acogida, la capacidad de asombro, el afán de conocer – de alcanzar
la auténtica sabiduría- la confianza, la transparencia de corazón…
Dicen que nuestro mundo ha “matado” la
figura del Padre. No lo sé, tan sólo sé que necesitamos ser lo que somos: hijos
Y por supuesto, reconocernos hijos
implica vivir como hermanos, que también tiene H!
[1] MD,I.21ª
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