jueves, 9 de enero de 2014

MANYANET DE LA A...A LA Z.


H de hijos e hijas.

Para Manyanet una palabra muy querida es hijo, hija. El religioso y la religiosa  de su Instituto se reconoce, ante todo, hijo de la Sagrada Familia. En el libro de La Escuela de Nazaret, Jesús, María y José llaman a Desideria “hija” como el más bello de los nombres. Y ella se identifica hasta suplicar: Bendecid ahora a vuestra hija y quedará del todo consolada.

Ser hijo/a de la Sagrada Familia nos define. Por cuanto Jesús, a quien nos consagramos y seguimos, es Hijo; por cuanto un hijo debe parecerse a su Padre y “ser santo como Él es santo”. El hijo es fruto del amor. Manyanet se sabe hijo de un amor de predilección y también son hijos de este amor los dos Institutos. Pero además el hijo vive en la intimidad de la familia…de la familia de Jesús, María y José. Por eso, por ser hijo/a, podemos ser testigos y apóstoles de la Sagrada Familia.  

“Este solo calificativo debe llenarnos  de  esperanza y alegría santa, a la par que recordarnos constantemente que hemos sido,llamados a  copiar en nosotros con mayor perfección las virtudes, de las que nos dieron  admirable ejemplo nuestros amados padres Jesús, María y José”.


Es una palabra bonita en su significado. Viene del latín “filius”, palabra que emparenta con “felix, felicis” que significa fértil, fecundo y, por extensión, feliz. Por tanto, somos plenamente hijos/as de la Sagrada Familia si, como tales, somos fecundos en nuestra vida, si engendramos vida. Porque el hijo, que recibe la vida por definición, está llamado a ser fértil. Sólo así será feliz. 

Manyanet no quiso para sus hijos e hijas otro nombre que el de hijos. El espíritu de filiación que recibimos en el bautismo halla su plenitud en la vivencia de Nazaret. Sabernos hijos/as hace florecer en nosotros las virtudes que caracterizan Nazaret: el abandono, la simplicidad y sencillez, la acogida, la capacidad de asombro, el afán de conocer – de alcanzar la auténtica sabiduría- la confianza, la transparencia de corazón…
Dicen que nuestro mundo ha “matado” la figura del Padre. No lo sé, tan sólo sé que necesitamos ser lo que somos: hijos
Y por supuesto, reconocernos hijos implica vivir como hermanos, que también tiene H!

[1] MD,I.21ª

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