1 En el principio ya existía el Verbo
y el Verbo estaba vuelto hacia DIOS
y el Verbo era DIOS.
2 El estaba en el principio vuelto hacia DIOS.
3. Todo llega a suceder mediante él
y al margen de él no sucede cosa alguna.
4 Él era la vida de cuanto llega a
suceder en él.
y la vida era la luz de los
hombres
y la luz brilla en las tinieblas
6 Hubo un hombre enviado de parte de Dios cuyo
nombre era Juan.
7. Éste vino como testigo para dar testimonio
de la luz, para que todos
creyesen por él.
8. No
era él la luz; vino sólo para dar testimonio de la luz.
9. La luz verdadera era aquella
que ilumina a todo hombre con su
venida al mundo.
10. En el mundo
estaba
y el mundo había sido hecho por él,
pero el mundo no le conoció.
11. Vino a los suyos
y los suyos no lo acogieron.
12. Pero a cuantos lo acogieron
les dio poder para hacerse hijos de
DIOS, a los que creen en su nombre,
13. que no han nacido de sangre ni de deseo de
la carne, ni de voluntad de varón,
sino de DIOS.
14. Y el Verbo
se hizo carne
y acampó entre nosotros
y hemos visto su Gloria
Gloria que recibe del PADRE como HIJO
único,
la plenitud de la gracia de la verdad.
15. Juan da
testimonio de él y sigue gritando:
“Éste es de quien dije: ‘El que viene detrás de mí se pone delante de mí
porque ya existía antes que yo.
16. Pues
de su plenitud hemos recibido todos
una gracia en lugar de la otra gracia.
17. Pues si la Ley fue dada por Moisés,
la gracia de la verdad nos ha llegado por Jesucristo.
18. A DIOS nunca lo ha visto nadie.
El HIJO único vuelto hacia el seno
del PADRE, él lo ha contado.
Para acercarnos al evangelio de este
domingo es preciso cambiar el chip. No se nos va a narrar ninguna parábola, no
se nos va a explicar ningún hecho de Jesús. Se nos va a invitar a cantar, con
los primeros cristianos, nuestra fe en Jesús.
Lo que se llama “prólogo de Juan” pues
está al comienzo de su evangelio es un himno antiquísimo de la primera comunidad
cristiana. Dice Bouyer: El prólogo de san Juan es el más bello de los himnos
cristianos primitivos. Una belleza que no es sino el resplandor de la verdad;
una belleza que une el tiempo con la eternidad, porque nos muestra en una sola
visión el estado eterno del Verbo y el hecho temporal de su venida.
Este precioso himno se rezaba sobre
enfermos y recién bautizados y muchos llevaban un fragmento del texto en su
pecho, a modo de filacteria judía. Es un texto amado por los cristianos. Amado
y cantado, sentido y vivido. Resume solemnemente toda la teología pues se alude
al Génesis, a las etapas de la Revelación y a la plenitud de los tiempos, que
llega con Jesús.
ETERNIDAD
E HISTORIA SE ENTRELAZAN. Una de las
características que más llaman la atención es la capacidad de “mezclar”
conceptos sublimes con hechos cronológicos. Tras situarnos en el principio, en
el origen, se contrapone luz y tinieblas y, a continuación, se aterriza en la
historia humana: hubo un hombre, llamado Juan…
En mi vida cotidiana se derrama también
la más alta teología. Me bastaría saborear cada día este evangelio para vivir
mi oficina, mi aula o mi hospital como un nuevo Sinaí al que La Palabra viene
constantemente.
NUESTRA
MISIÓN: DAR TESTIMONIO. Como Juan, los cristianos vivimos a diario la
sorpresa de Dios. Es tarea nuestra no creernos luz sino mecha. La grandeza de
Dios ha querido necesitar mi debilidad para poder encenderse y brillar. Un
niño, que había visto vitrales que representaban santos, definió los santos
como “hombres luminosos”. Hoy se me llama a ser testimonio de la luz, persona
luminosa…
ACOGER/
RECHAZAR. La experiencia de los primeros
cristianos cuando cantan este himno es que la Luz, poderosa e invencible, ha
sido rechazada por muchos y acogida por pocos. Quizá porque para que la Luz
empape las tinieblas y las ahuyente tengo que reconocer primero mis tinieblas.
Sólo esa actitud abre la puerta a la Luz.
ANGELUS. Es costumbre cristiana hacer memoria cada día, tres
veces de la Encarnación. Lo conocemos con el nombre de Angelus y repetimos las
palabras de hoy: El verbo se hizo carne//
Y acampó entre nosotros
Nada hay más contrapuesto que la palabra
Verbo (Logos en griego) y carne. Como diría San Agustín es como encerrar en un
hoyo hecho en la arena toda la inmensidad del mar…
Pero ese es el gran misterio que hoy
canta toda la Iglesia. Este evangelio no debería leerse sino cantarse y danzarse.
A falta de esa “liturgia” sería bueno que después de misa no nos fuéramos
rapiditos a casa sino que nos quedáramos en la iglesia y, ante el Santísimo, lo
volviéramos a saborear. Hasta que sea música en nuestro corazón.
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