sábado, 25 de enero de 2014

VEN CONMIGO


 Cuando oyó que Juan había sido entregado, se retiró a Galilea.  Y dejando Nazaret, vino a residir en Cafarnaún junto al mar, en el territorio de Zabulón y Neftalí;  para que se cumpliera lo dicho por el profeta Isaías:  ¡Tierra de Zabulón y tierra de Neftalí, camino del mar, allende el Jordán, Galilea de los gentiles!  El pueblo que habitaba en tinieblas ha visto una gran luz; a los que habitaban en paraje de sombras de muerte una luz les ha amanecido.
 Desde entonces comenzó Jesús a predicar y decir: «Convertíos, porque el Reino de los Cielos ha llegado.» 
Caminando por la ribera del mar de Galilea vio a dos hermanos, Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés, echando la red en el mar, pues eran pescadores,  y les dice: «Venid conmigo, y os haré pescadores de hombres.»  Y ellos al instante, dejando las redes, le siguieron.  Caminando adelante, vio a otros dos hermanos, Santiago el de Zebedeo y su hermano Juan, que estaban en la barca con su padre Zebedeo arreglando sus redes; y los llamó.  Y ellos al instante, dejando la barca y a su padre, le siguieron.
Recorría Jesús toda Galilea, enseñando en sus sinagogas, proclamando la Buena Nueva del Reino y curando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo.( Mateo 4,12-23)

 A MODO DE INTRODUCCIÓN


Los primeros versículos parecen no decirnos mucho: nos sitúan temporalmente (después de que Juan fuera apresado) y geográficamente, aludiendo a la “pagana” Galilea como lugar de cumplimiento de las profecías, como lugar de Luz.
Y sin embargo ¡cuánto dicen! Porque nos sitúan al Hijo de Dios encarnado en un tiempo y unos acontecimientos históricos, nos lo sitúan en un espacio, una población concreta. Aluden, en definitiva, a la encarnación: Dios ha aceptado nuestros límites.
Y esos límites, la Galilea de los gentiles, son tierras de penumbra donde amanece la Luz. También nuestros límites pueden alumbrarse, iluminarse. Somos barro, pero somos gloria de Dios. Tenemos, a menudo, el corazón paganizado y, por eso mismo, somos sujetos de evangelización.

EL IMPERATIVO DE JESÚS

La primera palabra de Jesús que el evangelista recoge es un programa de vida: Convertíos.  Y Jesús nos da la razón de esa urgencia: el Reino de los Cielos ha llegado. Todo lo que anhelamos, todo aquello, y sobre todo, Aquel, que nuestro corazón espera está ya entre nosotros. No hace falta buscar más, no hace falta esperar más. Sólo girarse para ver…
Hoy el evangelio hace que nos preguntemos: ¿de qué tengo que convertirme? Y ¿a qué tengo que convertirme? Me parece importante el doble uso  de la preposición de/a. Porque quizá tengo que dejar atrás ciertas actitudes, darle la espalda…y seguramente tengo que ir hacia otras, abrazar nuevos criterios.
Pregúntate: ¿de qué debería despedirme? ¿qué debería abrazar en mi vida?

LOS PRIMEROS DISCÍPULOS

Preciosa la escena de la vocación de los cuatro primeros discípulos, dos parejas de hermanos. De entrada, eso ya dice mucho de las familias respectivas pues fueron capaces de moldear el corazón de sus hijos con anhelos de trascendencia, con altos ideales y corazón generoso. El relato sigue el mismo esquema en las dos llamadas:
Jesús pasa. Y pasa por mi vida también y me mira. “El mirar de Dios es amor” decía San Juan de la Cruz. ¿Siento sobre mi la mirada  amorosa de Jesús? ¿He experimentado que, aún cuando yo no mira a Jesús, que soy mirado amorosamente por Él?
Pasa en mi vida cotidiana. Nazaret es el paso de Dios en el día a día, en la oficina, los hospitales, las ollas y pucheros, las calles que barro…La llamada de Jesús viene en medio de la tarea diaria. Los cuatro hermanos eran pescadores y estaban pescando cuando oyeron la llamada de Jesús. ¿el trabajo me abruma y supone fuente de “ruido” que me impide el silencio interior o sé leer en el día a día los mensajes de Dios?
Venid conmigo. Jesús me llama para estar con Él, para vivir a su lado, para tener una profunda comunión con quien es fuente de vida: Dios. Quiere comunicarme su plenitud, sólo necesita que vaya con Él. Y una vez en Él, me envía a la misión. Porque me llama siempre en bien de la comunidad. Sea cual sea mi vocación, si la vivo desde la fe, es una vida en bien de los otros.  
Al instante. La evangelización necesita ante todo corazones generosos. Nada más alejado de Dios que el “cálculo”. En el momento en que uno siente que es llamado a un servicio, una entrega, una consagración…todo va a depender de la generosidad del corazón. Los apóstoles dejaron las redes, dejaron cuanto les ataba. Quizá yo tenga también que romper alguna red…

LA COLETILLA FINAL

Una vez iniciado el grupo Jesús sigue su tarea. El evangelista la resume con tres verbos: enseñar, proclamar y curar.  Seguir a Jesús es ir por la vida enseñando la felicidad de ser cristiano, proclamando nuestra fe con nuestra vida y curando los corazones doloridos que a veces me encuentro en el camino. Todo un programa de vida.


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