JUDAS
Judas es un nombre maldito. Nadie pone a su hijo Judas y “ser un Judas”
constituye una ofensa. Pobre Judas, por quien un niño sensible- Georges Bernanos- mandaba decir misas ocultando el
nombre y las encargaba “por un alma en pena”…
Pero Judas tiene una trayectoria muy parecida a la de Pedro, el gran santo,
el primer Papa, el nombre que tantos niños llevan…
Judas tenía grandes ideales, grandes anhelos espirituales. Por eso, él
también fue capaz de dejarlo todo y seguir a Jesús. Dejó trabajo, familia, tierra,
comodidades…Era pues generoso, entusiasta…eso no cuadra con la imagen que nos
ha dado un evangelista de él: amante del dinero. Tendría la bolsa y la usó mal
pero nadie, cuyo único valor sea el dinero, hace lo que hizo Judas: dejarlo
todo por un ideal.
Jesús quiso a Judas con amor de predilección. Lo llamó para ser de los
íntimos, lo creyó capaz de comprender el secreto del Reino…era de los doce. Y
le dio su confianza, gestionaba lo poco que el grupo tenía.
Judas quiso a Jesús. Por él aceptó incomodidades sin cuento, lo siguió aún
sin entenderlo, aguantó por él a sus compañeros…puso su capacidad organizativa
al servicio de todos. Quería a Jesús.
Habrá que quitarle la etiqueta con la que los evangelistas nos presentan a
Judas desde el momento de ser elegido, cuando nos dan el nombre de los Doce:
Judas. Y se añade siempre: el traidor. Pero no se dice: Pedro, el Cobarde. Felipe, el
temeroso. Mateo, el que abandonó a Jesús. Los evangelistas sólo etiquetan a
Judas porque les impactó enormemente la consecuencia y el final de Judas.
¿Y qué pasó con Judas? ¿En qué momento se torció?
Los exegetas apuntan a la desilusión de Judas. Quizá lo siguió convencido
de que tarde o temprano se manifestaría como Mesias. Y el domingo de Ramos se
convenció de que Jesús nunca respondería a sus expectativas. A partir de ahí la
frustración de haber perdido tres años, el resentimiento por haberse dejado “engañar”
debieron hacer nacer en Judas las ganas de desenmascarar a Jesús. Un conflicto
con el Sanedrín, unos días de cárcel, quizá una paliza…evitarían que otros se
engañaran como él. Judas no quiso nunca la muerte de Jesús…porque lo seguía
queriendo. Podemos entender que aún cuando una persona nos haya decepcionado no
se deja de querer. Duele más. A Judas le dolía Jesús.
Pero cuando ve que su traición no lleva a “un escarmiento” sino a la muerte
a Jesús, renace el afecto que por él aún siente. Y se expone a las burlas del
Sanedrín al querer devolver el dinero. Y rechaza el dinero (señal que no era su
prioridad ni lo vendió por dinero porque si así era…¿para qué devolverlo?).
La auténtica traición de Judas no fue venderlo. También vendió a Jesús Pedro
y Mateo, Bartolomé y Santiago, Felipe y Judas Tadeo…todos… La traición de Judas
fue no confiar en el perdón de Jesús. Y creer que el amor de Jesús no alcanzaba
para perdonarle.
Su final me parece trágico…y lleno de amor: no quiere vivir sin el perdón
de Jesús. Pero su traición, la que debió doler a Jesús, fue no confiar en él.
Colgarse de un árbol en lugar de colgarse del cuello de Jesús y suplicar con
lágrimas- como el gran y débil Pedro- el perdón.
PONCIO PILATOS
Pilatos vive para preservar su cargo. Y eso le va a quitar la libertad que
se necesita muchas veces cuando se quiere ser justo. Son muchos los mensajes
que le llegan de que Jesús es inocente. Él mismo ve que se lo entregan por
envidia. Pero pese a ser el poderoso es esclavo. Según los criterios del mundo
de Jesús, él manda y los judíos obedecen. Y sin embargo, no es así, puesto que
obedece y hace lo que le piden en contra de su conciencia. También muchas veces
yo renuncio a mi dignidad de hijo de Dios, a quien han sido dadas todas las
cosas sobre la tierra y me hago esclavo de ellas. La actuación de Pilatos debe
llevarme a preguntar si a veces actúo contra mi conciencia…y cuál es la causa.
Por otra parte, a Pilatos debemos la gran pregunta que quita el sueño a
muchos: ¿Qué es la Verdad?. Pero a continuación da media vuelta y se va, sin
esperar la contestación que Jesús pudiera darle. Quizá yo hago lo mismo muchas
veces. Pregunto a Dios ¿qué quieres que haga? Y sigo a lo mío, sin esperar
respuestas, sin hacer el silencio necesario para oír su voz. Y luego digo que Dios
no me habla cuando en realidad no sé escuchar. La Voz de Dios necesita tiempo…¿se
lo doy? ¿O hago como Pilatos y escapo corriendo no vaya a ser que me complique
la vida? Si se tiene la audacia de preguntar hay que tener la paciencia de
escuchar…
BARRABÁS
Barrábas se parece mucho a cualquiera de nosotros. Ha cometido pecado y lo
está pagando. Repentinamente sin que él haga nada ni sea consciente de lo que
implica, va a ser puesto en libertad. Su libertad, su redención tiene un
precio: la sangre de Jesús. Y no parece que Barrabás se parara un segundo a
agradecer a Jesús tal entrega. Da la sensación de que asumió el don – la vida y
la libertad- sin gratitud y se fue a disfrutarla sin memoria de quien por él
moría. Barrabás es el primer redimido por la sangre de Cristo, el primer
liberado. Y es, aparentemente, ingrato a esa Vida.
Muchas veces ese Barrabás soy yo. Yo que soy continuamente amado, que
recibo bienes infinitos, dones inmensos y no me paro a agradecer nada. Barrabás
soy yo cuando ni siquiera pienso que Cristo derramó por mí sus sangre. Cuando
bebo la vida sin pensar de dónde me viene, cuando creo tener derecho a la
libertad sin agradecerla como don.
El primer redimido de Cristo no se contó luego entre los seguidores de
Jesús.
Que no sea así en mí.
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