sábado, 12 de abril de 2014

FIGURAS DE LA PASIÓN (I)



JUDAS

Judas es un nombre maldito. Nadie pone a su hijo Judas y “ser un Judas” constituye una ofensa. Pobre Judas, por quien un niño sensible- Georges  Bernanos- mandaba decir misas ocultando el nombre y las encargaba “por un alma en pena”…
Pero Judas tiene una trayectoria muy parecida a la de Pedro, el gran santo, el primer Papa, el nombre que tantos niños llevan…

Judas tenía grandes ideales, grandes anhelos espirituales. Por eso, él también fue capaz de dejarlo todo y seguir a Jesús. Dejó trabajo, familia, tierra, comodidades…Era pues generoso, entusiasta…eso no cuadra con la imagen que nos ha dado un evangelista de él: amante del dinero. Tendría la bolsa y la usó mal pero nadie, cuyo único valor sea el dinero, hace lo que hizo Judas: dejarlo todo por un ideal.
Jesús quiso a Judas con amor de predilección. Lo llamó para ser de los íntimos, lo creyó capaz de comprender el secreto del Reino…era de los doce. Y le dio su confianza, gestionaba lo poco que el grupo tenía.
Judas quiso a Jesús. Por él aceptó incomodidades sin cuento, lo siguió aún sin entenderlo, aguantó por él a sus compañeros…puso su capacidad organizativa al servicio de todos. Quería a Jesús.
Habrá que quitarle la etiqueta con la que los evangelistas nos presentan a Judas desde el momento de ser elegido, cuando nos dan el nombre de los Doce: Judas. Y se añade siempre: el traidor.  Pero no se dice: Pedro, el Cobarde. Felipe, el temeroso. Mateo, el que abandonó a Jesús. Los evangelistas sólo etiquetan a Judas porque les impactó enormemente la consecuencia y el final de Judas.
¿Y qué pasó con Judas? ¿En qué momento se torció?
Los exegetas apuntan a la desilusión de Judas. Quizá lo siguió convencido de que tarde o temprano se manifestaría como Mesias. Y el domingo de Ramos se convenció de que Jesús nunca respondería a sus expectativas. A partir de ahí la frustración de haber perdido tres años, el resentimiento por haberse dejado “engañar” debieron hacer nacer en Judas las ganas de desenmascarar a Jesús. Un conflicto con el Sanedrín, unos días de cárcel, quizá una paliza…evitarían que otros se engañaran como él. Judas no quiso nunca la muerte de Jesús…porque lo seguía queriendo. Podemos entender que aún cuando una persona nos haya decepcionado no se deja de querer. Duele más. A Judas le dolía Jesús.
Pero cuando ve que su traición no lleva a “un escarmiento” sino a la muerte a Jesús, renace el afecto que por él aún siente. Y se expone a las burlas del Sanedrín al querer devolver el dinero. Y rechaza el dinero (señal que no era su prioridad ni lo vendió por dinero porque si así era…¿para qué devolverlo?).
La auténtica traición de Judas no fue venderlo. También vendió a Jesús Pedro y Mateo, Bartolomé y Santiago, Felipe y Judas Tadeo…todos… La traición de Judas fue no confiar en el perdón de Jesús. Y creer que el amor de Jesús no alcanzaba para perdonarle.
Su final me parece trágico…y lleno de amor: no quiere vivir sin el perdón de Jesús. Pero su traición, la que debió doler a Jesús, fue no confiar en él. Colgarse de un árbol en lugar de colgarse del cuello de Jesús y suplicar con lágrimas- como el gran y débil Pedro- el perdón.  

PONCIO PILATOS

Pilatos vive para preservar su cargo. Y eso le va a quitar la libertad que se necesita muchas veces cuando se quiere ser justo. Son muchos los mensajes que le llegan de que Jesús es inocente. Él mismo ve que se lo entregan por envidia. Pero pese a ser el poderoso es esclavo. Según los criterios del mundo de Jesús, él manda y los judíos obedecen. Y sin embargo, no es así, puesto que obedece y hace lo que le piden en contra de su conciencia. También muchas veces yo renuncio a mi dignidad de hijo de Dios, a quien han sido dadas todas las cosas sobre la tierra y me hago esclavo de ellas. La actuación de Pilatos debe llevarme a preguntar si a veces actúo contra mi conciencia…y cuál es la causa.
Por otra parte, a Pilatos debemos la gran pregunta que quita el sueño a muchos: ¿Qué es la Verdad?. Pero a continuación da media vuelta y se va, sin esperar la contestación que Jesús pudiera darle. Quizá yo hago lo mismo muchas veces. Pregunto a Dios ¿qué quieres que haga? Y sigo a lo mío, sin esperar respuestas, sin hacer el silencio necesario para oír su voz. Y luego digo que Dios no me habla cuando en realidad no sé escuchar. La Voz de Dios necesita tiempo…¿se lo doy? ¿O hago como Pilatos y escapo corriendo no vaya a ser que me complique la vida? Si se tiene la audacia de preguntar hay que tener la paciencia de escuchar…


BARRABÁS

Barrábas se parece mucho a cualquiera de nosotros. Ha cometido pecado y lo está pagando. Repentinamente sin que él haga nada ni sea consciente de lo que implica, va a ser puesto en libertad. Su libertad, su redención tiene un precio: la sangre de Jesús. Y no parece que Barrabás se parara un segundo a agradecer a Jesús tal entrega. Da la sensación de que asumió el don – la vida y la libertad- sin gratitud y se fue a disfrutarla sin memoria de quien por él moría. Barrabás es el primer redimido por la sangre de Cristo, el primer liberado. Y es, aparentemente, ingrato a esa Vida.
Muchas veces ese Barrabás soy yo. Yo que soy continuamente amado, que recibo bienes infinitos, dones inmensos y no me paro a agradecer nada. Barrabás soy yo cuando ni siquiera pienso que Cristo derramó por mí sus sangre. Cuando bebo la vida sin pensar de dónde me viene, cuando creo tener derecho a la libertad sin agradecerla como don.
El primer redimido de Cristo no se contó luego entre los seguidores de Jesús.
Que no sea así en mí.

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