Por costumbre decimos que sabemos poco de José. En
realidad deberíamos decir que lo hemos estudiado poco, que hemos hecho poca
teología sobre San José. La devoción popular ha suplido este fallo y ha ido
durante siglos a José.
Porque la mayoría de autores y predicadores han
visto en José, virrey de Egipto, la prefiguración de José de Nazaret. A él
aplican el texto de Gn 41,55: Id a José y haced lo que él les diga.
San Bernardo (1090-1153) dice: Aquel José, vendido por la envidia de sus hermanos y llevado a
Egipto, prefiguró la venta de Cristo: este José, huyendo de Herodes, llevó a
Cristo a la tierra de Egipto. Aquel, guardando lealtad a su señor, no quiso
consentir al mal intento de su señora;
éste, reconociendo virgen a su Señora, Madre de su Señor, la guardó
fidelísimamente, conservándose él mismo en castidad. A aquél le fue dada la
inteligencia de los misterios en sueños; éste mereció ser sabedor y
participante de los misterios soberanos. Aquel reservó el trigo, no para sí,
sino para el pueblo; éste recibió el pan vivo del cielo para guardarlo para sí
y para todo el mundo. Sin duda, este José, con quien se desposó la Madre del
salvador, fue un hombre bueno y fiel. (San Bernardo, homilía super missus est
2, 16. 6)
El Papa Pío IX, el 8 de diciembre de 1870, al
nombrar a San José patrono de la Iglesia universal, dijo: De modo parecido a como Dios puso al frente de toda la tierra de Egipto
a aquel José, hijo del patriarca Jacob,
a fin de que guardase trigo para el pueblo, así, al venir la plenitud de los tiempos, cuando iba a enviar a
la tierra a su Hijo unigénito Salvador del mundo, escogió a otro José, del cual el primero fue
tipo o figura, a quien hizo amo y cabeza de su casa y de su posesión, y lo eligió como custodio de
sus tesoros principales
De la misma manera, el Papa León XIII, en la
encíclica Quamquam pluries, del 15 de agosto
de 1889, dice: Está afianzada la opinión,
en no pocos Padre de la Iglesia, concordando en ello la sagrada liturgia, que aquel antiguo
José, nacido del patriarca Jacob, había esbozado la persona y los destinos de este nuestro José
y que había mostrado con su esplendor, la magnitud del futuro custodio de la sagrada
familia.
Así lo interpretó también el Papa Pío XII al
instituir la fiesta de San José obrero en 1955, aplicándole las palabras del Génesis 41, 55
(Id a José). Y esto mismo hizo el Papa Pablo VI y el Papa Juan Pablo este
último en la homilía del 19 de marzo de 1983.
ITE AD JOSEPH
Así pues se nos viene exhortando siempre a ir a
José, a quien María antepone a su propia persona: Tu padre y yo te andábamos buscando…
Vayamos pues a
José, que nos lleva directamente a Cristo, con quien Él estuvo en contacto
permanente, a quien educó y forjó, a quien cuidó y protegió.
Vayamos a José, que nos lleva
a conocer íntimamente a María, de quien él se enamoró, a quien custodió y
preservó.
Vayamos a José para penetrar
en el silencio de Nazaret, para ahondar en el Misterio de la Encarnación, para
poner nombre a Dios, ese nombre que tiene para mí: Amigo, compañero, confidente…
Vayamos a José para que
preserve en nosotros una vida casta, unificado el corazón en Dios.
Vayamos a José protector de
los no-nacidos para aprender a preservar la vida en todos sus estadios.
Vayamos a José en las
situaciones de crisis políticas que llenan los países de emigrantes; que él,
que emigró a Egipto ayude a todos aquellos que deben abandonar sus hogares y los
cuide en los peligros.
Vayamos a José cuando no hay
trabajo y cuando lo tenemos en exceso. Él es protector fiel de los obreros, de
aquellos que sustentan su hogar con el duro trabajo manual y artesanal, con el
trabajo mal remunerado y poco valorado…
Vayamos a José en nuestras
noches oscuras, cuando los planes de Dios nos sobrepasan y no vemos su Voluntad
sobre nosotros…
Vayamos a José cuando la
economía no llega, cuando la austeridad se impone, cuando no se puede dar a los
hijos lo que quisiéramos…
Vayamos a José cuando nos
enamoramos, cuando planificamos fundar una familia, cuando el hijo está por
nacer…
Vayamos a José cuando no
entendemos los hijos, cuando tememos por ellos, cuando parece que se nos
escapen…
Vayamos a José siempre porque
siempre fueron a Él Jesús y María.
Vayamos a José en la hora de
la muerte pues él la tuvo dichosa en los brazos de María y Jesús.
Vayamos a José para pedirle
que custodie la Iglesia, ese Nazaret universal.
¡Vayamos a José!
Hermoso escrito M: Dolors. Honor a quien guardó y protegió los dos tesoros más grandes, como lo escribe en su último párrafo: "para pedirle que custodie la Iglesia, ese Nazaret Universal". Reciba un gran abrazo.
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