En aquel tiempo, tomando Jesús la palabra, dijo: «Yo te
bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas
a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños. Sí, Padre, pues tal
ha sido tu beneplácito.
Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce al
Hijo sino el Padre, ni al Padre le conoce nadie sino el Hijo, y aquel a quien
el Hijo se lo quiera revelar.
«Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y
yo os daré descanso. Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy
manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi
yugo es suave y mi carga ligera.» Mateo
11,25-30
El de este
domingo es un texto maravilloso que se conoce como “el Magnificat de Jesús”.
Se trata de
un fragmento del evangelio que nos permite asomarnos a la interioridad de
Jesús, a su íntima relación con el Padre. Es pues, la mejor escuela de oración.
Yo te
bendigo…En hebreo es costumbre bendecir a Dios siempre. Bendecir significa “decir
bien” y tenemos muchos motivos para hablar bien de Dios. No sólo de palabra. Nada
habla tanto como mi vida. ¿Es mi vida un “decir bien” de Dios?
OCULTAR/REVELAR. Dos verbos
muy importantes pues creemos en la Revelación. Nuestra fe es una fe revelada.
El Misterio de Dios no se puede alcanzar con la razón humana y Dios mismo se
nos ha revelado.
Revelar
significa descorrer el velo que oculta una realidad. Jesús ha venido a
descorrer el velo y mostrarnos la auténtica imagen de Dios. Después de Él, ya
no hay más que saber.
ESTAS COSAS… ¿Qué cosas son las que
Dios oculta a sabios y revela a pequeños?
El Misterio
del Reino sólo pueden captarlo los pequeños. Pero ser pequeño es una Gracia que
hay que pedir. Y para ser pequeño no queda otra que “ir a Nazaret”, a la
escuela de Jesús, María y José que vivieron inmersos en la grandeza de Dios, lo
cual les hizo conocer su pequeñez. Dios ha mirado la pequeñez de su esclava,
canta María.
Pidamos a
Dios esa pequeñez…
EL YUGO. El yugo de Jesús, aquello que guía
mis pasos es el amor. Y sólo el amor descansa el corazón y alivia el alma.
Jesús pide que nos pongamos bajo su yugo. Con la seguridad de que vamos con Él
porque Él en la Encarnación se ha sujetado voluntariamente a mi yugo para
caminar conmigo. De ahí viene una hermosa palabra: cónyuge, aquel que comparte
el yugo. Jesús se ha desposado con la humanidad, ha establecido una Alianza
para siempre.
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