sábado, 4 de octubre de 2014

LOS VIÑADORES HOMICIDAS

«Escuchad otra parábola. Era un propietario que plantó una viña, la rodeó de una cerca, cavó en ella un lagar y edificó una torre; la arrendó a unos labradores y se ausentó.  Cuando llegó el tiempo de los frutos, envió sus siervos a los labradores para recibir sus frutos.
Pero los labradores agarraron a los siervos, y a uno le golpearon, a otro le mataron, a otro le apedrearon. De nuevo envió otros siervos en mayor número que los primeros; pero los trataron de la misma manera. Finalmente les envió a su hijo, diciendo: `A mi hijo le respetarán.'  Pero los labradores, al ver al hijo, se dijeron entre sí: `Éste es el heredero. Vamos, matémosle y quedémonos con su herencia.'  Y, agarrándole, le echaron fuera de la viña y le mataron.
Cuando venga, pues, el dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos labradores?» Dícenle: «A esos miserables les dará una muerte miserable y arrendará la viña a otros labradores, que le paguen los frutos a su tiempo.» Y Jesús les dice: «¿No habéis leído nunca en las Escrituras: La piedra que los constructores desecharon, en piedra angular se ha convertido; fue el Señor quien hizo esto y es maravilloso a nuestros ojos? Por eso os digo: Se os quitará el Reino de Dios para dárselo a un pueblo que rinda sus frutos.
(Mt 21,33-43)

Estamos ante una parábola que, de nuevo, nos habla de la Viña. Esta vez tiene unos tintes trágicos.
Nuevamente Jesús comienza con la exhortación a escuchar. No pide ser escuchado físicamente; pide que dejemos entrar en el corazón lo que nos quiere decir. Con mucha frecuencia quien asiste a misa “oye” la Palabra de Dios. Pero ¿la escucha? ¿su vida se transforma porque la Palabra ha entrado en su alma?
Jesús alude a un texto de Isaías (Is 5) que todos conocían: el dueño de una viña que después de muchos cuidados sólo recoge uvas amargas, agraces…y finalmente decide la destrucción de la viña.
Pero Jesús cambia la historia para que sean los mismos dirigentes de Israel los que analicen su comportamiento: ¿qué hará con esos labradores? Les pregunta.
El texto es una preciosa historia de Israel que, no obstante, acaba mal.

Yahvé escoge un pueblo, la Viña de Israel. Y lo rodea de cuidados. Espera que dé frutos y manda profetas en su nombre. Pero Israel mata a los enviados de Yahvé que le echan en cara su infidelidad. Yahvé no desiste y manda otros enviados suyos que corren la misma suerte. Finalmente, en contra de toda lógica, envía a su Hijo.
Comienza la historia de Jesús. Tampoco Él es escuchado y muere “fuera de la Viña”, fuera de la ciudad de Jerusalén.
Tras la sentencia de los que escuchan a Jesús “arrendará la viña a otros labardores” viene la historia de la Iglesia. Porque Jesús anunció el Reino a su pueblo pero este lo rechazó. Y el Reino pasó a los paganos (Grecia, Roma…) y nació una nueva Viña – la Iglesia- sin límites geográficos.

Esta parábola suena triste en labios de Jesús. Pero la Iglesia primitiva se sentía identificada con ese final  y llamada – como lo fue en su momento Israel- a dar frutos.

También a nosotros se nos piden frutos. Dios ha cuidado cada hijo suyo con especial cariño…¿correspondemos?

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