domingo, 21 de junio de 2009


LA TEMPESTAD CALMADA

Embarcados con Jesús…


Al principio todo parece fácil en el seguimiento de Jesús: la juventud, la ilusión, el resonar reciente de la llamada…pero en algún momento se desata la tempestad en nuestra vida. El mar parece querer engullirnos.


Me siento atemorizado ante mi propia debilidad, ante problemas que creo insolubles, ante pasiones que zarandean mi corazón, ante un mundo hostil a la fe que profeso, ante una dificultad familiar, la cercanía de la muerte, una enfermedad incurable. ¡Tantas cosas!
Me siento atemorizado porque miro mal. Porque miro todos esos “problemas” cuando debería mirar a Jesús.
Él duerme. Si Él no teme ¿por qué temo yo?


Pero voy a hacer como los discípulos. Hoy me acerco a Él y le digo: ¡sálvame que, sin ti, me hundo!
Siempre y en todo momento recurrir a Jesús. Esa es mi fe. Si lo hago, Él me llevará a la otra orilla y, cuando quiera y como quiera, apaciguará las tormentas que me agitan.


2 comentarios:

  1. Eso está muy bonito, creo que debemos abandonarnos en Dios para que él pueda llevarnos a la otra orilla pero sobre todo nosotros saber de que se trata ir a la otra orilla...

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  2. La verdad, yo acabo por pensar que lo de menos es la orilla a la que llegamos y lo de más es que, durante todo el trayecto, hemos estado en su compañía. A veces esperamos "un cielo" y nos perdemos el de aqui. Ya decía San Pablo que es más lo que tenemos que lo que esperamos...

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