sábado, 21 de septiembre de 2013

FIEL EN LO PEQUEÑO


                         XXV DOMINGO TIEMPO ORDINARIO

Dijo también a sus discípulos: Había un hombre rico que tenía un mayordomo, y éste fue acusado ante él como derrochador de sus bienes.
Entonces le llamó, y le dijo: ¿Qué es esto que oigo acerca de tí? Da cuenta de tu administración, porque ya no podrás más ser mayordomo.  Entonces el mayordomo dijo para sí: ¿Qué haré? Porque mi amo me quita la mayordomía. Cavar, no puedo; mendigar, me da vergüenza. Ya sé lo que haré para que cuando se me quite de la mayordomía, me reciban en sus casas.
Y llamando a cada uno de los deudores de su amo, dijo al primero: ¿Cuánto debes a mi amo?  El dijo: Cien barriles de aceite. Y le dijo: Toma tu cuenta, siéntate pronto, y escribe cincuenta. Después dijo a otro: Y tú, ¿cuánto debes? Y él dijo: Cien medidas de trigo. El le dijo: Toma tu cuenta, y escribe ochenta.
Y alabó el amo al mayordomo malo por haber hecho sagazmente; porque los hijos de este siglo son más sagaces en el trato con sus semejantes que los hijos de luz.
Y yo os digo: Ganad amigos por medio de las riquezas injustas, para que cuando éstas falten, os reciban en las moradas eternas. El que es fiel en lo muy poco, también en lo más es fiel; y el que en lo muy poco es injusto, también en lo más es injusto. Pues si en las riquezas injustas no fuisteis fieles, ¿quién os confiará lo verdadero? Y si en lo ajeno no fuisteis fieles, ¿quién os dará lo que es vuestro? Ningún siervo puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y al dinero.
(Lc 16, 1-32)

Lucas es el evangelista que hace mayor hincapié en el  tema del dinero. Recoge, más que los otros, las diversas enseñanzas que Jesús dio acerca de él. Este domingo lo hace con una parábola algo extraña pues parece que Jesús  alabe la falta de honradez del mal administrador. Y no es así. Pero vamos a la parábola:

DERROCHADOR DE BIENES. Por cercanía – se relata un capítulo antes – recordamos otro derrochador: el hijo pródigo. Tanto en una parábola como en otra queda claro que los bienes no son propios. Somos sólo administradores de todos los bienes que el Señor nos ha dado: la naturaleza – y ay de los que la explotan hasta hacerla agonizar- los talentos personales y, también, las posesiones materiales.
A lo largo del evangelio Jesús refleja distintas posturas ante los bienes que debemos, tan sólo, administrar: hay quien los entierra, como el criado de la parábola de los talentos; hay quien los derrocha, como este administrador o el hijo pródigo; hay quien sirve al dinero, como el rico Epulón o el hombre que duerme preocupado por construir silos para el grano…cuando esa misma noche se le pedirá la vida. La única postura válida es la de la libertad, la del buen uso, la del compartir, como Zaqueo. Jesús no fue un ingenuo que rechazara el dinero, en su grupo había un tesorero. No maldijo el dinero pero criticó la dependencia de éste. Lo decía más fuerte, pues criticaba a los que “adoraban” el dinero.
Preguntémonos qué hacemos con los bienes recibidos, del tipo que sean (inteligencia, espiritualidad, bienes materiales…): ¿los entierro? ¿los dejo perder, los malgasto? ¿los convierto en centro de mi vida? (hay quien vive para el deporte, para el cuerpo, para el éxito, para el trabajo…)¿ O los uso y comparto? 
Jesús, como buen semita, usa cifras muy exageradas para captar la atención:  las cien medidas de aceite equivalen a 3.500 litros, que se reducen luego a la mitad; las cien medidas de trigo equivalen a 600 quintales o 27.600 kg  y la deuda se reduce a ochenta medidas lo cual supone un ahorro de 120 quintales o 5.520 kg
Los comentaristas discuten si este administrador sigue estafando a su señor cuando se ve descubierto, lo cual no parece muy lógico,  o lo que hace es renunciar a su parte, al margen de ganancia que el amo permitía a los administradores para así ganarse el favor de los “deudores”. Muchos se inclinan por esta interpretación, lo cual nos indica que si somos buenos administradores de los talentos recibidos nuestro “margen de ganancia” es también muy amplio. El caso es que, de nuevo, entramos en el perenne juego del evangelio, “perder para ganar” porque este administrador que pierde, gana la gratitud y la benevolencia de los deudores.

LOS DEUDORES DEL AMO. Hace años, cuando rezábamos el padrenuestro, nos reconocíamos deudores. Nuestra sociedad materialista fue limitando el concepto de deuda a “deber dinero” pero todos sabemos que las deudas más grandes nunca podremos pagarlas: el amor recibido, la educación, la confianza, las oportunidades, la fe transmitida, la vida misma…Ante estas deudas solo hay una manera de intentar pagar: reconocer que nunca podremos pagarlas. Y ese es el inicio de la gratitud.
Dios sólo puede tener deudores. Reconocer que nunca podré pagar a Dios sus beneficios y saberme en deuda es el inicio de la vida espiritual, de la humildad.
La deuda que yo tengo que “pagar a Dios” la cobra otro. Ese es el camino: de los bienes recibidos, son mis hermanos los beneficiarios.
LA FIDELIDAD
Hay que entender que Jesús, en esta parábola, elogia la astucia del administrador, no su deshonestidad. Y viene a decirnos que ojalá fuéramos tan espabilados como él para alcanzar la Luz. Para ello, para esa astucia que nos lleva a una vida luminosa, Jesús mismo nos indica el camino: la fidelidad a las pequeñas cosas. Porque la infidelidad se prepara cada día antes de abrazarla y lo mismo ocurre con la fidelidad: es un mosaico de pequeñas teselas. Teselas que hay que poner cada día con la certeza de que un día brillará, con todo esplendor, el mosaico de la imagen divina.


CORAZÓN PARTÍO
La persona, imagen e Dios, solo puede adorar a Dios. Y Dios es absoluto. Servir a Dios y al dinero es como pretender jugar un partido de fútbol con dos balones: no sabremos a cuál dar.  Pocas veces es Jesús tan rotundo, tan claro: No podéis servir a Dios y al dinero.
La sabiduría popular sabe que hay personas que encienden “una vela a Dios y otra al diablo” y contra eso nos previene Jesús: no se puede, tarde o temprano te inclinas por Dios o por el diablo.
Optar bien es lo que nos pide hoy la Palabra.  Servir y amar a Dios de todo corazón es nuestra única felicidad.


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