LA LUCHA ENTRE DAVID Y GOLIAT
Me han regalado un crucifijo que
me fascina. Primero admiré la calidad de su artesanía, bella y sencilla; pero
la otra tarde, orando ante Él, descubrí de pronto que tenía forma de honda. Me
hizo sonreír porque mi infancia, transcurrida entre niños de pueblo – solo
niños- va asociada a hondas a las que llamábamos tirachinas y con las que
causamos más de un enfado a mi padre cuando, subidos los tres hermanos a un
árbol, nos dedicábamos a usarlo contras los trabajadores que salían de la
fábrica. Así que miré el Cristo con algo de guasa pero de repente me di cuenta
de que la Cruz es la honda que te permite derrotar al enemigo, al Enemigo. Y
sólo es así porque lo que se arroja al enemigo desde ese palo, no es una piedra
sino Dios mismo, Cristo Jesús.
Si supiéramos, cada vez que nos
ronda el miedo, la tentación, la soledad, el pecado mismo, coger la cruz y lanzar contra ellos el Nombre de
Cristo…
Recordemos el pasaje en que David
vence a Goliat porque hay en el relato un detalle especialmente sutil: el que alude a las
armas y defensas humanas. Cuando por fin Saúl permite a David enfrentarse a
Goliat (1Sm 17,38ss), lo prepara para el
lance con casco de bronce y coraza. Pero David prueba a andar y no puede pues
él, un pastor, está acostumbrado a ropa ligera y todo aquello le impide ser él.
Así que “lanzó de sí aquellas cosas”
(17,39). Aquellas cosas eran todas las seguridades humanas, era la vestimenta
para la guerra y la defensa. Era lo que, por lógica, debía llevar. Pero David “tomó su honda y cinco piedras lisas del
arroyo” (17,40) y se enfrentó al gigante que “le tuvo en poco” (17,42). Era joven y no llevaba la protección de
un experto guerrero. Pero David, con la simplicidad de su honda, lo fulminó.
Se me ocurre que si sólo
recurriéramos a Cristo cuando nos acecha el peligro, venceríamos.
Que si no buscáramos aparentar y
lucháramos con lo que somos, venceríamos.
Que si nuestras cinco piedras
fueran las cinco llagas de Cristo Crucificado, venceríamos.
Que Cristo, y Cristo crucificado,
sea para mí instrumento de victoria. Como celebramos hace pocos días en la
fiesta de la Exaltación de la Cruz.
Madre q bonito relato. Y ese crucifijo una verdadera joya
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