miércoles, 11 de septiembre de 2013

PERDERSE Y DEJARSE ENCONTRAR


Todos los publicanos y los pecadores se acercaban a él para oírle. Los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: «Éste acoge a los pecadores y come con ellos.»  Entonces les dijo esta parábola:
 «¿Quién de vosotros que tiene cien ovejas, si pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto y va a buscar la que se perdió, hasta que la encuentra?  Cuando la encuentra, se la pone muy contento sobre los hombros y, llegando a casa, convoca a los amigos y vecinos y les dice: `Alegraos conmigo, porque he hallado la oveja que se me había perdido.' Os digo que, de igual modo, habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no tengan necesidad de conversión.
 «O, ¿qué mujer que tiene diez dracmas, si pierde una, no enciende una lámpara y barre la casa y busca cuidadosamente hasta que la encuentra?  Y cuando la encuentra, convoca a las amigas y vecinas y les dice: `Alegraos conmigo, porque he hallado la dracma que había perdido.'  Pues os digo que, del mismo modo, hay alegría entre los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta.»
 Dijo: «Un hombre tenía dos hijos. El menor de ellos dijo al padre: `Padre, dame la parte de la hacienda que me corresponde.' Y él les repartió la hacienda. Pocos días después, el hijo menor lo reunió todo y se marchó a un país lejano, donde malgastó su hacienda viviendo como un libertino.  «Cuando se lo había gastado todo, sobrevino un hambre extrema en aquel país y comenzó a pasar necesidad.  Entonces fue y se ajustó con uno de los ciudadanos de aquel país, que le envió a sus fincas a apacentar puercos.  Y deseaba llenar su vientre con las algarrobas que comían los puercos, pues nadie le daba nada.  Y entrando en sí mismo, dijo: `¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, mientras que yo aquí me muero de hambre!  Me levantaré, iré a mi padre y le diré: Padre, pequé contra el cielo y ante ti.  Ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros.'  Y, levantándose, partió hacia su padre. «Estando él todavía lejos, le vio su padre y, conmovido, corrió, se echó a su cuello y le besó efusivamente.  El hijo le dijo: `Padre, pequé contra el cielo y ante ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo.'  Pero el padre dijo a sus siervos: `Daos prisa; traed el mejor vestido y vestidle, ponedle un anillo en la mano y unas sandalias en los pies.  Traed el novillo cebado, matadlo, y comamos y celebremos una fiesta,  porque este hijo mío había muerto y ha vuelto a la vida; se había perdido y ha sido hallado.' Y comenzaron la fiesta.   «Su hijo mayor estaba en el campo y, al volver, cuando se acercó a la casa, oyó la música y las danzas;  y, llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello.  Él le dijo: `Ha vuelto tu hermano y tu padre ha matado el novillo cebado, porque le ha recobrado sano.'  Él se irritó y no quería entrar. Salió su padre y le rogaba.  Pero él replicó a su padre: `Hace tantos años que te sirvo, y jamás dejé de cumplir una orden tuya, pero nunca me has dado un cabrito para tener una fiesta con mis amigos;  y ¡ahora que ha venido ese hijo tuyo, que ha devorado tu hacienda con prostitutas, has matado para él el novillo cebado!'  «Pero él le dijo: `Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo;  pero convenía celebrar una fiesta y alegrarse, porque este hermano tuyo había muerto y ha vuelto a la vida, se había perdido y ha sido hallado.'»( Lucas 15, 31-32)


Este domingo el largo texto permite oír como una cadencia en la que se repite el verbo perder y hallar. Vamos a comentar las tres parábolas de forma conjunta, aunque la más popular sea la última, la mal llamada parábola del hijo pródigo.

LO PERDIDO. Se pierde una oveja, una dracma…y un hijo. Ya vemos de entrada que en este tríptico hay una gradación tanto en el número como en la “calidad” de lo perdido. Perder una de cien ovejas no parece mucho. Perder una  de diez monedas, ya es más. Perder  uno de dos hijos es perder muchísimo. Porque además no es lo mismo perder una oveja que un hijo. Lucas ha ido preparando con la parábola de la oveja y la dracma perdida la punta de lanza del mensaje: todos somos hijos perdidos que necesitamos volver  a la casa del Padre.
La actitud de lo perdido: la oveja se ha alejado del rebaño. No sabemos las causas. Sabe irse pero no sabe volver. Pero cuando el pastor la encuentra se deja recoger…Quizá alguna vez nos hemos alejado y no hemos sabido regresar pero hemos sido dóciles a quien nos ha vuelto al buen camino…
La dracma, algo inanimado, se pierde “en la misma casa”. Quizá también eso ocurre con tantos cristianos que están perdidos dentro de la Iglesia. No se van pero no son miembros activos, no se gastan, permanecen escondidos…¿He estado yo, alguna vez, dentro de la Iglesia sin gastarme por la Iglesia?.
Y el hijo. Valiente cantamañanas. Durante años se ha puesto de ejemplo de arrepentimiento de forma equivocada pues…¡no se arrepiente en ningún momento! Es un fresco que hiere los sentimientos del padre cuando le reclama la herencia: deja claro que no tiene paciencia para esperar a que muera, que quisiera que ya no estuviera ahí. Y luego añora la comida, no al Padre. Y se prepara un discursito para conmoverlo (con razón el Padre no deja que lo diga; quizá no quiere que su hijo añada, a todo lo que ya ha hecho, la hipocresía) pero en ningún momento piensa en el padre. Tampoco en el hermano. Es un monumento al egocentrismo que sólo piensa en su bienestar.

EL PASTOR, LA MUJER, EL PADRE.  El pastor sale dejando 99 ovejas a su aire. Ningún pastor hace eso. Es una manera de significar el valor incalculable de cada uno de nosotros. Hoy, que vivimos una pastoral de minorías, es bueno pensar  en ese pastor que lo deja todo…por una. La mujer enciende una lámpara, barre y busca “cuidadosamente”. Sabe que no puede estar muy lejos, sabe que está ahí. Ojalá supiéramos rescatar tanta gente que está ahí, que no rechaza la fe pero…quizá no se siente buscada.
El padre. Al pasar en los relatos de animales y objetos a un hijo, cambia la actitud del Padre. El Padre que no busca, sólo espera, muestra un infinito respeto por nuestra libertad. Así es Dios que siempre nos espera. Así es Dios a quien le basta vernos a lo lejos para salir a nuestro encuentro. Así es Dios que no nos quiere “puros y perfectos” (el hijo que vuelve sigue siendo un cantamañanas, sólo que tiene hambre), sólo nos quiere a su lado. En esa familia algunos encuentran a faltar a la madre. No hace falta porque ese padre tiene entrañas de madre. ¿Las tenemos nosotros?

EL TEMA DE LAS TRES PARÁBOLAS. Es la historia de Salvación. Nos hablan las tres de una humanidad perdida a quien Dios continuamente rescata, redime y abraza.  Y cada vez que el don de Dios es aceptado la alegría y la fiesta es desbordante. Pero el tema central es la misericordia y ternura de Dios. Las parábolas no tienen como fin hacernos reflexionar sobre la conducta humana; quieren presentarnos un Dios entrañable.
En tiempos de Lucas los dos hijos del Padre simbolizan, claramente, los cristianos venidos del judaísmo – el mayor, que permanece “en casa” – y los cristianos venidos del paganismo – simbolizado en el cerdo, un animal impuro-. Los judeo-cristianos miraron con recelo a los paganos que se convertían. Pero el Padre deja claro que en casa caben todos. Y Lucas, que mira con simpatía a los paganos, pone en labios de estos un reconocimiento: no merezco tratado ser como hijo…Es una manera fina de decir que los paganos reconocieron a los judíos como “hijos” mientras los judíos no tuvieron la grandeza de corazón de admitirlos como hermanos.
Finalmente (aunque la parábola tiene infinitos matices) una aplicación que me parece urgente: los  cerdos de la tercera parábola recibe mejor trato que el hijo que los cuida, hasta tal punto que éste tiene envidia de los cerdos. Me pregunto si no sienten la misma envidia todos los que mueren de hambre al ver cómo cuidamos nuestras mascotas, coches, jardines, casas, etc etc…Hoy existen muchos “cerdos” que tienen un trato infinitamente mejor que muchas personas.

Que este domingo nos alegre el corazón: los brazos de Dios nos esperan.  

1 comentario:

  1. Jesús dice que no se puede servir a dos amos. Yo creo que ahí le falló el listado. Le faltaron amos. Creo que somos capaces de servir a muchos y diferentes amos. Así que nos movemos en función de muchas fidelidades y sus contrarias. Es como un complejo tapiz de pleitesías y débitos con distintos amos, el dinero desde luego, pero también el pasado, el miedo, la comodidad, el egoísmo, la lista es muy larga y personal. Cada uno de nosotros nos dedicamos a satisfacer a muchos amos.

    Bienaventurados los que creen la Buena Noticia del Reino porque les hará más libres.

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