“Pidamos permiso
para no ser invasores. En familia: ¿Puedo hacer esto, te gusta que haga
esto?... Demos gracias, gracias por el amor… Y todos nos equivocamos, y a veces
alguno se ofende en la familia, o en el matrimonio… No terminen la jornada sin
hacer la paz, cada día… En familia, perdonarse cada día”
26
de octubre de 2013.- (Zenit ) La Jornada Mundial de la Familia fue una fiesta junto al Papa
Francisco que considera que hay tres
palabras fundamentales para la convivencia en familia, "permiso, gracias y perdón".
Unos
150.000 miembros de familias católicas venidas de 75 países se reunieron en la
Plaza de San Pedro y aledaños para la peregrinación a la Tumba de San Pedro en
el Año de la Fe, bajo el lema "¡Familia,
vive la alegría de la fe!”, y para encontrarse con el pontífice.
La niña Federica, de unos diez años en el
micrófono le dijo al Papa “Te quiero mucho” y le mostró un dibujo, le confió
que su mamá le ha enseñado a cocinar algunas cosas, y a rezar por los otros.
Cientos de globos fueron dejados libres y volaban mientas los diversos coros
entonaron sus cantos y los fieles agitaban sus brazos.
Mons. Paglia le llamó: “Papa, Francisco, o
mejor papá Francisco”. Y recordó que los papás abuelos y niños allí presentes
en la plaza le hicieron “recordar el sueño del profeta Zacarías” y de la
alegría de la fe, por la que “hacemos fiesta”, junto "con la presencia de
familias de más de 75 países". Recordó también a las familias en
dificultad como las de Siria, probadas por la guerra y a quienes la plaza les
envió un aplauso de apoyo. En la celebración festiva participaron por algunos
minutos acróbatas circenses y artistas de calle que amenizaron la fiesta con
algunas demostraciones.
Una mamá recordó la gran aventura que es
la familia, y varias pareja de jóvenes indicaron la fecha en que se van a casar
y las dificultades que deberán enfrentar, como una de romanos al confiar que a
pesar de no tener un trabajo seguro y no saber cómo van a pagar el alquiler,
decidieron casarse en primavera.
También
el testimonio de unos abuelos que
desde España vinieron a Roma con toda la familia, sobrinos incluidos. En medio
de todo esto el Santo Padre le bendijo el niño a una madre encinta.
Se
escuchó el testimonio de una mujer siria,
que contó el drama y el miedo que les empujó a escapar a Jordania y que viven
el drama del exilio y de la guerra. Y su
esposo agradeció al santo padre la vigilia de oración por la paz en Siria'.
Las
familias en misión estuvieron
presentes, fue leída la carta de una familia italiana, de Florencia, en misión
en tierra musulmana; y de otra familia con una niña, del Camino Neocatecumenal,
que ahora están Albania y que dejaron sus trabajos y vida en Italia para servir
allí a la Iglesia.
No
faltaron dos abuelos, directores de
películas, de convicciones diversas, que quisieron presentar su testimonio al
Papa Francisco. Fueron Pablo y Victorio Taviani, quienes sufrieron la barbarie
del nazi-fascismo en la Segunda Guerra Mundial, sobre la cual hicieron un film,
como otro sobre el genocidio del pueblo armenio.
También
estuvo el testimonio de una familia,
suegros incluidos, que habían llevado a vivir con ellos a la otra abuela, a
pesar de que la casa era pequeña y de las dificultades que esto significaba.
Una
familia joven de Lampedusa, de
pescadores, contaron cuando les llamaron para ayudar a los desesperados que
desembarcaban, con particulares tremendos. Junto al de un ingeniero agrario de
Nigeria que se escapó de África y en la estiva de una barca vio morir a 25
inmigrantes, entre los cuales un primo suyo, antes de llegar a la isla
italiana.
Hacia
el final del evento, el Papa dirigió sus palabras al público, que lo
interrumpió varias veces con sus aplausos. Al concluir el santo padre dio su
bendición y dijo: "No podemos irnos sin pedirle a la Virgen que nos
proteja a todos", y rezó un Ave María
TEXTO COMPLETO DE
LA MEDITACIÓN DEL PAPA FRANCISCO A LAS FAMILIAS
¡Queridas
familas, ¡Buenas tardes y bienvenidas a Roma!
Han
venido aquí como peregrinos desde muchas partes del mundo, para profesar la fe delante
del la tumba de San Pedro. Esta plaza les acoge y abraza: somos un sólo pueblo,
con una sola alma, convocados por el Señor, que nos ama y sostiene. Saludo
también a todas las familias que están unidas a través de la televisión y de
internet: una plaza que se extiende sin confines.
Quisieron
llamar a este momento “¡La familia vive la alegría de la fe!”. ¡Me gusta este
título! He escuchado las experiencias de ustedes, los casos que han contado. Vi
tantos niños, tantos abuelos... Sentí la tristeza de las familias que viven en
situación de pobreza y de guerra. He oído a los jóvenes que se quieren casar,
aún entre mil dificultades. Y entonces nos preguntamos: ¿Cómo es posible, hoy,
vivir la alegría de la fe en familia? ¿Es posible o no es posible vivir esta
alegría?
1.
En el evangelio de Mateo, hay una palabra de Jesús que nos ayuda: 'Venid a mí
todos los que están cansados y oprimidos, que yo les aliviaré'. Muchas veces la
vida es pesada y tantas veces trágica, lo hemos apenas escuchado. Trabajar es
fatigoso; buscar trabajo es fatiga y encontrar trabajo hoy nos pide tanta
fatiga.
Pero,
aquello que más pesa en la vida, no es esto, lo que más pesa es la falta de
amor. Pesa no recibir una sonrisa, no ser acogidos. Pesan ciertos silencios, a
veces aún en familia, entre marido y esposa, entre padres e hijos, entre
hermanos. Sin amor, el cansancio se hace más pesado. Pienso en los ancianos
solos, a las familias en dificultad porque no tienen ayuda para sostener a
quienes en casa precisan de especiales atenciones y cuidados. 'Venid a Mí todos
los que están cansados y oprimidos', dice Jesús.
Queridas
familias, el Señor conoce nuestros cansancios, los conoce y los pesos de
nuestra vida. Pero conoce también nuestro deseo profundo de hallar la alegría
del alivio. ¿Se acuerdan? Jesús dijo: 'Vuestra alegría sea plena'. Jesús quiere
que nuestra alegría sea plena.
Lo
dijo a los apóstoles, y hoy lo repite a todos nosotros. Así, esta es la primera
cosa que quiero compartir con ustedes en esta tarde, y es una palabra de Jesús:
'Venid a mí, familias de todo el mundo --dice Jesús-- y yo les aliviaré para
que vuestra alegría sea completa'.
Y
esta palabra de Jesús llévenla a casa, en el corazón, compártanla en familia,
él nos invita a ir hacia él para darnos a todos la alegría.
2.
La segunda palabra, la tomo del rito del matrimonio. En este sacramento, quien
se casa dice: 'Prometo serte fiel, amarte y respetarte, en la alegría y en el
dolor, en la salud y en la enfermedad, y de honrarte y amarte todos los días de
nuestra vida'. En aquel momento, los esposos no saben qué sucederá, no saben
cuáles son las alegrías y las tristezas que les esperan. Parten, como Abraham;
se ponen juntos en camino. Esto es el matrimonio, partir y caminar juntos, de
manos dadas, entregándose en la mano grande del Señor. Mano en la mano por toda
la vida y sin hacer caso de esta cultura de lo provisorio que nos corta la vida
a pedazos.
Con
esta confianza en la fidelidad de Dios, todo se enfrenta, sin miedo, con
responsabilidad. Los esposos cristianos no son ingenuos, conocen los problemas
y los peligros de la vida. Pero no tienen miedo de asumir la propia
responsabilidad, delante de Dios y de la sociedad. Sin huir ni aislarse, sin
renunciar a la misión de formar una familia y traer al mundo hijos.
Pero
hoy,es difícil. ¡Seguro que es difícil! ¡Por eso, es necesaria la
gracia del sacramento! ¡Los sacramentos no sirven para decorar la vida; ¡qué
lindo matrimonio, que linda la ceremonia, que linda la fiesta! Eso no es la
gracia del sacramento, eso es una decoración y la gracia no es para decorar la
vida pero para hacernos fuertes en la vida, para hacernos corajosos y poder ir
adelante! Sin aislarse, siempre juntos.
Los
cristianos se casan sacramentalmente, porque son conscientes que necesitan el
sacramento. Necesitan a este para vivir unidos entre sí y cumplir la misión de
padres. 'En la alegría y en el dolor, en la salud y en la enfermedad'. Así
dicen los esposos en el matrimonio y rezan juntos y con la comunidad, ¿por qué?
Solamente porque es costumbre hacerlo así? No, lo hacen, porque les sirve para
el largo viaje que deben hacer juntos, no a tramos, necesitan de la ayuda de
Jesús, para caminar juntos con confianza, para acogerse uno al otro cada día y
perdonarse cada día.
Y
esto es importante en las familias, saber perdonarse, porque todos nosotros
tenemos defectos, todos y a veces hacemos cosas que no son buenas y le hacen
mal a los otros. Tener el coraje de pedir perdón en familia cuando nos
equivocamos. Hace pocas semanas atrás recordé en esta plaza que para llevar
adelante una familia es necesario usar tres palabras, quiero repetirlo, tres
palabras: permiso, gracias y perdón. Tres palabras claves.
Pidamos
permiso para no ser invasores. En familia: ¿Puedo hacer esto, te gusta que haga
esto? El lenguaje del permiso. Demos gracias, gracias por el amor, pero dime
tú, ¿cuántas veces al día le dices gracias a tu mujer o a tu marido? ¿Cuántos
días pasan sin decir esta palabra?: gracias.
Y
todos nos equivocamos, y a veces alguno se ofende en la familia, o en el
matrimonio. A veces, digo, vuelan los platos, se dicen palabras fuertes, pero
escuchen este consejo: no terminen la jornada sin hacer la paz, cada día.
Disculpa y se recomienza. Permiso, gracias, perdón. ¿Lo decimos juntos?:
Permiso, gracias, disculpa, usemos estas tres palabras en familia, perdonarse
cada día.
En
la vida, la familia experimenta muchos momentos hermosos: el descanso, la
comida juntos, el paseo hasta al parque o por los campos, la visita a los
abuelos, o a una persona enferma... Pero, si falta el amor, faltará la alegría,
faltará la fiesta. Porque el amor nos lo da siempre Jesús: él es la fuente
inagotable y se da a nosotros en la Eucaristía. Allí en el sacramento, Jesús
nos da su palabra y el pan de la vida, para que nuestra alegría sea completa.
3.
Y para concluir, está aquí delante de nosotros, este ícono de la presentación
de Jesús en el templo. Es un ícono verdaderamente bello e importante.
Contemplémoslo y dejémonos ayudar por esta imagen. Como todos ustedes, también
los protagonistas de la escena tienen su camino: María y José se pusieron en
camino, yendo como peregrinos a Jerusalén, obedeciendo a la ley del Señor; y
también el viejo Simeón y la profetisa Ana, también ella muy anciana, van al
templo impelidos por el Espíritu Santo. La escena nos muestra este
entrecruzarse de tres generaciones: el entrelazarse de tres generaciones,
Simeón toma en los brazos al niño Jesús, en quien reconoce al Mesías, y Ana es
representada en el gesto de alabar a Dios y anunciar la salvación a quien
esperaba la redención de Israel. Estos dos ancianos representan la fe como
memoria.
Y
les pregunto: ¿Ustedes escuchan a los abuelos?, ¿le abren el corazón a la
memoria que nos dan los abuelos? Los abuelos son la sabiduría de la familia, la
sabiduría de un pueblo, y un pueblo que no escucha a los abuelos es un pueblo
que muere. Hay que escuchar a los abuelos.
María
y José son la familia santificada por la presencia de Jesús que es el
cumplimiento de todas las promesas. Cada familia, como la de Nazaret está
insertada en la historia de un pueblo y no puede existir sin las generaciones
anteriores. Y por ello tenemos aquí a los abuelos, los abuelos, y los niños.
Los niños aprenden de los abuelos y de las generaciones anteriores.
Queridas
familias, también ustedes son parte del pueblo de Dios. Caminen felices,
juntamente con este pueblo. Permanezcan siempre unidas a Jesús y llévenlo a
todos con vuestro testimonio. Gracias por haber venido. Juntos, hagamos
nuestras estas palabras de san Pedro, que nos dan fuerza y continuarán a darnos
fuerza en los momentos difíciles: '¿Señor, de quién iremos? ¡Tú tienes palabras
de vida eterna!'. ¡Con la gracia de Cristo, vivan la alegría de la fe! ¡El
Señor les bendiga y María, nuestra Madre, les proteja y acompañe!
Papa
Francisco
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