Queridos hermanos y hermanas:
Hoy en este cuarto domingo de Adviento, el Evangelio narra
los acontecimientos que se produjeron hasta el nacimiento de Jesús. El
evangelista Mateo lo presenta desde el punto de vista de San José, la virgen
desposada de José que vivía en Nazaret.
María, después de acoger con satisfacción el anuncio del
ángel se quedó embarazada a través del Espíritu Santo. Cuando José se da cuenta
de este hecho, no daba crédito. En el Evangelio no se explica cuáles fueron sus
pensamientos, pero nos dice la respuesta esencial: que se haga la voluntad de
Dios. En lugar de defender y hacer valer sus derechos, José elige una solución
que le supone un sacrificio enorme: porque era hombre justo y no quería
acusarla públicamente.
José pretende hacer la voluntad de Dios y decide, con gran
tristeza, decir adiós a María en secreto. Nosotros debemos meditar sobre estas
palabras. Una prueba similar al sacrificio de Abraham, cuando Dios le pidió a
su hijo Isaac dar lo más preciado, la persona más querida.
Pero, como en el caso de Abraham, el Señor interviene,
encontró la fe y se abre de una manera diferente, una forma de amor y
felicidad. "José – le dice – no tengas miedo de ir con María. El niño que
nacerá de ella es del Espíritu Santo "(Mt 1,20).
Este Evangelio nos muestra toda la grandeza de San José.
Estaba siguiendo un plan en su vida, pero Dios le dio otro plan, una misión más
grande. José fue un hombre que siempre escuchó la voz de Dios, era un hombre
atento a los mensajes que llegaron desde las profundidades del corazón y del
cielo. Y así llegó a ser aún más libre y grande, aceptando el plan del Señor,
José es pleno más allá de sí mismo. Esta libertad para renunciar a lo que es
suyo, a la posesión de su propia existencia y su disponibilidad total dentro de
la voluntad de Dios, nos muestra el camino.
Tenemos que celebrar la Navidad contemplando a María y José,
María, la mujer llena de gracia que tuvo el coraje de confiar totalmente en la
palabra de Dios; José, fiel y justo quien prefirió creer al Señor en vez de
escuchar las voces de la duda y del orgullo humano. Con ellos, caminamos juntos
hacia Belén.
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