La humildad
es virtud necesaria para toda persona. En Cuaresma solemos hablar de la
humildad de Cristo, de la que nosotros debemos tener. El P. Raniero
Cantalamessa aplica la humildad al matrimonio. Ojalá que este texto se comente
en pareja…
“Yo creo que la humildad fue inventada por Dios,
entre otras cosas, para salvar a los matrimonios. El matrimonio entendido como el amor entre el hombre y la mujer, nace
de la humildad. Enamorarse de otra persona, cuando se trata de un verdadero
caso de enamoramiento es el acto más radical de humildad que puede imaginarse.
Significa ir al otro y decirle: "Yo
no me basto, no soy suficiente por mí mismo, tengo necesidad de tu ser".
Es como tenderle la mano y pedirle limosna a otra criatura, un poco de su ser.
Repito, es el acto más radical de humildad. Dios creó al hombre necesitado,
mendigo, grabó la humildad en su misma carne desde que los creó varón y hembra,
es decir, incompletos. Hizo de ellos desde el principio dos seres en
movimiento, en busca uno del otro, insatisfechos cada uno de sí mismos.
Podríamos decir que colocó a la criatura humana sobre un plano inclinado, pero
inclinado hacia lo alto, no hacia abajo, porque la unión debería elevarlo desde
el otro sexo hacia el Otro por excelencia que es Dios mismo. Por tanto, el
matrimonio nace de la humildad. ¿Estáis convencidos?, y si nace de la humildad
de la condición humana, no puede sobrevivir el matrimonio más que permaneciendo
en la humildad. San Pablo decía a los cónyuges cristianos: "Vestíos de ternura
profunda, de entrañas de misericordia, de agrado, de humildad, de sencillez, de
tolerancia, soportándoos y perdonándoos cuando uno tenga queja contra
otro". Hablaba explícitamente a los cónyuges. Los esposos tienen que
vigilar para que el “otro” del que hablábamos, el diablo, no instale en medio
de ellos la lógica del desquite, de la venganza. No hay que prestar oídos a la
voz que grita dentro: ¿por qué tengo que ser siempre yo el que cede, el que se
humilla?”.
LA HUMILDAD DE MARÍA Y JOSÉ
Partiendo de
este texto vayamos a la Casa de Nazaret y veamos esa pareja modelo que forman
José y María. No me cansaré de repetir que enaltecer la virginidad de María y
su Concepción Inmaculada ha ido en detrimento de la figura de José y que ya es
hora de darle su lugar en la vida cristiana.
Fueron ellos
los primeros en vivir desde la humildad del matrimonio. No podemos seguir
pensando que José se hizo necesario simplemente para tapar agujeros y proteger
a María de una situación que se volvía amenazante. María vive a fondo su
llamada y esa llamada pasa por el matrimonio con José. Y ella sí siente que sin él está incompleta,
que le necesita. Ella sabe decir con su vida “yo no me basto, José, yo nada
puedo sin ti, tengo necesidad de ti”. Y no para lo legal porque María nunca se
rebajaría a “usar” a José. Lo necesita para seguir su vocación que es la de ser
Madre de Dios, educarlo, ayudarle a crecer. El amor de María es sincero y total
y no entra en conflicto con la exclusividad que Dios está pidiendo. Dios no es
un rival que quiera ser siempre el primero. Dios está en ese amor de María y José. Nosotros tendemos a numerar,
clasificar, establecer posiciones. Y Dios se ríe de esa manía…María ama a José
desde Dios y José le lleva a Dios. Y lo mismo ocurre con José para quien María
debía ser transparencia de Dios.
La pareja
cristiana no deja de ser un “menàge a trois”. Cada uno firmemente apoyado en
Dios y Dios uniéndolos. Como un puente que tiene sus pilares en orillas
distintas. Para que haya matrimonio debe haber persona, pilar. Pero casarse es
reconocer que un pilar en una orilla, por sólido que sea, está incompleto. Y
por eso busco al otro, me enlazo con el otro. Sólo así se es puente y por el
puente pasa la Vida.
La Vida nunca
se instala en el puente. Y eso además de humildad es pobreza. José y María
ayudaron a pasar a Jesús pero no se lo quedaron. Los hijos pasan por mi
matrimonio pero no se quedan en casa.
Humildad y
pobreza. Dos virtudes imprescindibles para la pareja.
No hay comentarios:
Publicar un comentario