La viuda de Sarepta llevaba tiempo preparando pan pero se
agotó. Sólo cuando volvió a amasar
enviada por el profeta Elias, que habla en nombre de Dios, fue capaz de
transmitir vida. Se salvan del hambre ella, su hijo y el profeta.
Ella
se fue, hizo lo que le había dicho Elías, y comieron él, ella y su hijo. Ni la
orza de harina se vació, ni la alcuza de aceite se agotó, como lo había dicho
el Señor por medio de Elías.(1Re 17,16)
El evangelio nos habla de dos pares
de personas que son distintas a los ojos de Dios pese a hacer lo mismo:
Estarán dos en
el campo; uno será llevado y el otro será dejado. Dos mujeres estarán moliendo
en el molino; una será llevada y la otra será dejada. (Mt 24,40-41)
¿Qué es lo que ocurre? ¿por qué la viuda de Sarepta es
capaz de hallar vida para sí y los que la rodean cuando amasa bajo la orden de
Dios y antes se agotó su alcuza? ¿Por qué dos hombres que trabajan el campo y
dos mujeres que muelen grano son radicalmente distintos?
Como siempre, el secreto está en Nazaret. La viuda de
Sarepta y los que arando o moliendo son tomados por Dios son, simplemente,
aquellos que han sabido dotar su rutina de profundo sentido.
La rutina nos envuelve. Cada día, más o menos, hacemos lo
mismo. Pero vivida sin sentido es capaz de aplastarnos, como a Sísifo su roca;
no obstante, vivir el día a día con amor convierte lo cotidiano en un espacio
de Revelación, en “tiempo” de encuentro con el Señor. Y vivir, decididamente,
el día a día desde la fe convierte la oficina, la cocina o la cátedra en un
Sinaí.
La cotidianidad es la forja de toda persona. De vez en
cuando vivimos un suceso extraordinario que nos hace celebrar o llorar. Pero la
vida es repetición, ensayo constante…Jesús, José y María alcanzaron cotas
insospechadas por el hecho de asumir su rutina. Santificaron lo simple, lo
irrelevante, lo anodino hasta dejar claro que era, lo simple, lo irrelevante,
lo anodino, la gran Palabra de Dios.
El poeta Mario Benedetti canta: uno tiene en sus manos el color del día…rutina o estallido.
Por eso Nazaret es casa encendida, estallido de luz para
toda la humanidad. Y Jesús, enamorado de lo cotidiano, quiso quedarse en unas
migas de pan y un poco de vino.
Jesús tiene vocación de cotidiano. Y en lo cotidiano lo
encuentro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario