Porque
tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que crea
en él no perezca, sino que tenga vida eterna.
Porque
Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el
mundo se salve por él.
El
que cree en él, no es juzgado; pero el que no cree, ya está juzgado, porque no
ha creído en el nombre del Hijo unigénito de Dios.( Juan 3, 16-18)
SANTA TRINIDAD.
Celebramos este domingo una de los misterios más bellos de nuestra fe. Un
misterio desde el que debemos partir siempre porque sólo así somos capaces de
entendernos, crecer y vivir. Imagen y semejanza de Dios somos y, por tanto,
comunión de amor.
Todos los
actos que celebramos los hacemos en el nombre “del Padre, del Hijo y del
Espíritu”. Hoy debemos leer esta lectura entendiendo que cuando Juan escribe
Dios es el padre, Jesús es el Hijo y el Amor es el Espíritu.
PORQUE TANTO AMO DIOS AL MUNDO. Ese “tanto” , que con frecuencia pasamos de largo lo es todo en
este texto. Porque nos habla de un amor sin mesura, sin medida ni límites. Un
amor incondicional capaz de todo. Un amor creativo, un amor que busca
alternativas. Nos habla, ese pequeño “tanto” de una misión y envío, de una
entrega no merecida, de un querer lo mejor…
Se nos dice,
en fin, como debe ser la vida comunitaria: la familiar, la religiosa y la de la
humanidad.
En el
evangelio de Juan “mundo” es aquello que se opone a Dios: el mundo no lo
conoció, nos dice en el prólogo. Y sin embargo, Dios ama infinitamente ese
mundo, lo busca y llama constantemente. Es el amor fiel.
QUE DIO A SU HIJO UNIGÉNITO. Fomentados en esa manera de redactar del evangelista ( El Padre
que envía al Hijo) hemos entendido a menudo la Redención de una manera
restrictiva, como si Jesús fuera el único protagonista y actuara “por encargo
del Padre”.
La Redención –
y por tanto la Encarnación- es obra de la Trinidad. No sólo de Jesús. Y ahí hay
que dar cabida a la Trinidad de la Tierra, la Sagrada Familia. Según la
teología más reciente esta familia humana es reflejo de la Trinidad del Cielo.
Pero no de manera más o menos metafórica: Jesús es el Hijo encarnado mientras
María personifica el Espíritu y José el Padre. En este sentido hay que
reivindicar para José el título de Corredentor…
El cielo es,
por tanto, Nazaret.
NO HA ENVIADO A SU HIJO AL MUNDO PARA JUZGAR AL
MUNDO, SINO PARA QUE EL MUNDO SE SALVE POR ÉL.
Uno de los
títulos más antiguos y más bellos, que los primeros cristianos eligieron para
describir la misión de Jesús, es el de "Defensor". En lengua hebrea
se dice Goêl. Cuando había algún peligro el responsable de la familia tenía la
obligación moral de defender al miembro débil. Aquí se nos habla por tanto de
un Dios que nos considera familia suya – pues lo somos- y se encarga de nuestra
defensa.
El Hijo del Hombre en verdad no ha venido para ser
servido, sino para servir y dar la propia vida en rescate (goêl) por
muchos" (Mc 10,45).
LA FE, PUERTA
DE SALVACIÓN
Debería ser
“normal” creer en Alguien que nos ama simplemente por eso, porque nos ama. Pero
si no nos basta esa razón, el evangelista nos deja claro que sólo la fe nos
salva y que rechazar a Dios es autocondenarnos.
Recordemos en
este domingo aquellas personas que nos llevaron de la mano a la puerta de
salvación. Cruzar el umbral es cosa propia.
Pero que nos
embargue la gratitud hacia nuestros padres, catequistas, sacerdotes,
religiosas…tanta gente que nos ha hablado de la alegría de la fe.
CONTEMPLAR
Hoy es domingo
de contemplación. Los misterios no se miran ni razonan, se contemplan. Nada
vamos a entender pero estamos llamados a adentrarnos en la Trinidad. De esa
Trinidad de la cual somos Templo. Namasté, dicen para saludarse algunos
indígenas. Significa: Adoro al Dios que hay en ti.
Ojalá lo
hagamos nosotros también.
No hay comentarios:
Publicar un comentario