domingo, 14 de junio de 2009

ACTITUDES DE NAZARET (II)

Segunda actitud: la oración constante

Los dos, José y María, saben orar porque los dos escuchan. Orar es atender la vibración mínima que produce la brisa de Dios en mi espíritu. José ora en sueños, ni siquiera la necesidad humana de dormir le priva de su actividad interior. Está invadido, habitado por Dios. Es la casa encendida dispuesta siempre a acoger al Dueño; José es el centinela que espera su regreso. Dormido o despierto vive en diálogo interior con aquel que es su Dueño.
Tiene tres sueños: en el primero se le pida que acoja el Misterio en su vida. No es fácil, debe desasirse de todo, proyectos y prejuicios...
En el segundo se le pide que proteja el Misterio. Y en el último que lo haga crecer.
Puede muy bien ser nuestro programa: acoger, proteger y hacer crecer. Podemos vivirlo en la escuela – acogiendo a los niños con todo su misterio, protegiéndolos a veces de ellos mismos o sus familias, haciéndolos crecer – en la comunidad, en la familia...
Claro que el ángel también le dice varias veces: “Levántate”.

Levántate, tú que duermes
resucita de entre los muertos
y Cristo será tu Luz ( Ef 5, 14)

José se levanta y camina “sin otra Luz ni guía sino la que en el corazón le ardía”. Porque el corazón de José es zarza incandescente, tierra sagrada. Él, como Moisés, se adentró en la oscuridad de un Dios escondido en la carne y bajó con el rostro iluminado. Pero como Moisés también, se cubrió con un velo y fue, sencillamente, el carpintero.

De José no hay palabras, sólo acción. Lo que Dios le decía, eso hacía. Nada más. Ni nada menos. La grandeza de José está en cómo hace la obra de Dios. Con naturalidad, como si fuera lo más normal. Sin aspaviento alguno, sin aparente esfuerzo.

María ora a su aire, de manera distinta, quizá más femenina. Como mujer sabe acoger y escuchar lo extraño porque ya nada humano – ni divino – le es extraño. Ella no duerme, está en vela, pertenece al grupo de las vírgenes prudentes cuya lámpara siempre tiene aceite. Escucha el mensaje del ángel y pregunta. Establece un diálogo con Dios. Creo que tras la pregunta del no conocer varón se esconde su preocupación por José. No es por ella, no es por cómo se hará; ella sabe que Dios lo puede todo. Ese varón al que no conoce es una clara referencia a José y ella no ve otro camino que no pase por él. ¡Qué bonita la visión de María y qué poco la compartimos! José es ya el cabeza de la casa, José es para ella todo y todo depende de él. ¿Cómo pues va a ocurrir el Misterio sin que José dé su asentimiento? María ya no se considera sola, María está desposada. Son ya familia.
Su oración culmina con las palabras más bellas. No son pasivas, ninguna oración es pasiva. La esclava del Todopoderoso se pondrá en camino hacia Ain-Karem. Porque esa es otra actitud de Nazaret.

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